Son y están

«Cuando empecé a implicarme desde la física para mejorar los tratamientos del cáncer, me tildaron de listilla o analfabeta»

María Isabel Gallardo Fuentes. Catedrática de Física de la Universidad de Sevilla e impulsora del primer grupo de expertos en España para aplicar la protonterapia en el tratamiento del cáncer

Juan Luis Pavón juanluispavon1 /
26 dic 2021 / 04:35 h - Actualizado: 27 dic 2021 / 10:23 h.
"Son y están"
  • María Isabel Gallardo Fuentes, catedrática de Física de la Universidad de Sevilla, impulsó desde 2014 el grupo de expertos sanitarios y científicos que definiera cómo crear en España un centro de protonterapia para los tratamientos más avanzados del cáncer. / EL CORREO
    María Isabel Gallardo Fuentes, catedrática de Física de la Universidad de Sevilla, impulsó desde 2014 el grupo de expertos sanitarios y científicos que definiera cómo crear en España un centro de protonterapia para los tratamientos más avanzados del cáncer. / EL CORREO

“A partir de la experiencia de los más de 80 centros de protonterapia que se encuentran actualmente funcionando en el mundo, sabemos que cada uno puede tratar aproximadamente un promedio de 270 pacientes al año. Sabiendo que el incremento en el número de casos de cáncer puede llegar a ser de un 70% en los próximos 20 años, y con la evidencia científica que demuestra una mejora de los resultados clínicos con la protonterapia, es muy importante poner en marcha la organización pública de ese tratamiento, como pilar fundamental en la curación de muchos tipos de cáncer y en la mejora de la calidad de vida de miles de pacientes”. Es una de las conclusiones del Libro Blanco de la Protonterapia, como proyecto para la creación de un centro público de tratamientos y de investigación en la materia. Quien más ahínco ha puesto en sentar las bases para vertebrar esa conquista social es María Isabel Gallardo Fuentes, sevillana, de 62 años, catedrática de Física Atómica, Molecular y Nuclear en la Universidad de Sevilla. Muchos años antes de que Amancio Ortega, fundador y presidente de Inditex, decidiera el pasado mes de octubre donar 280 millones de euros para comprar diez máquinas de protonterapia y que se incorporen al sistema público de salud.

¿Cuáles son sus coordenadas biográficas?

Mis padres trabajaban los dos en Telefónica, ahí se conocieron en Sevilla. Sus orígenes eran muy diferentes. Mi padre procedía de una familia humilde, mi abuelo paterno era camionero. Mi madre era originaria de una familia rica de Extremadura, mi abuelo materno era juez. Nací en la calle Jesús del Gran Poder pero a los 2 años de edad nos mudamos a Nervión, y desde entonces es mi barrio. Estudié desde niña en el Colegio de la Sagrada Familia, era buena estudiante de ciencias, y el COU lo hice en el Portaceli, fue un año crucial para mí, era el primer curso en el que había juntos en clase chicos y chicas, ahí se forjaron muchas de las que siguen siendo mis mejores amistades. Soy madre de dos hijos, el mayor tiene 30 años y es arquitecto. Muy idealista, inconformista, implicado en movimientos de conservación del planeta. El pequeño tiene 25 años, hizo la carrera de Aeroespacial y trabaja en la sede de Utrera de la empresa Iturri, está muy contento.

¿Qué la impulsó a estudiar y ejercer la Física?

Tengo dos facetas diferentes. Me gusta mucho hacer cosas con las manos: pintar, modelar barro, las plantas, la cocina... Y soy muy curiosa. Me gusta saber el porqué de las cosas. Ahí entra la Física, tiene esa belleza de la simplicidad que entronca con la pintura, con el arte.

¿Su primera experiencia profesional importante?

El catedrático Manuel Lozano Leyva me impulsó a hacer una estancia de investigación en el Instituto Niels Bohr en Copenhague (Dinamarca), de gran nivel internacional. La beca era pequeña para vivir en una ciudad tan cara. Fue una gran experiencia y un salto de calidad. Como anécdota: en España cuando empecé la tesina yo tenía que hacer los cálculos con tarjetas perforadas que se mandaban a Madrid y al día siguiente te indicaban el resultado. Si te equivocabas en una sola letra, vuelta a empezar, y a esperar de nuevo. En Copenhague descubrí la nueva gama de ordenadores personales, y la primera vez que usé uno no sabía poner el usuario y contraseña porque ni sabía en qué consistía eso. Me costó ponerme al nivel que se tenía allí, además sabía poco inglés y nada de alemán. Pero el ambiente de trabajo era muy bueno, muy colaborativo, me apoyó mi director de tesis, el argentino Ricardo Broglia, y en cuanto pude participar en pruebas y empecé a sacar los primeros resultados, sentí que podía hablar de igual a igual con los expertos.

¿Cuándo comenzó a aplicar la investigación sobre física para necesidades sanitarias?

En 1993. Quien era mi marido, Rafael Arrans, que trabaja en el Servicio de Radioterapia del Hospital Virgen Macarena, me comentaba el reto de aplicar bien la radioterapia con intensidad modulada: hacer que la dosis vaya mucho más al tumor y libere la zona sana. El problema era cómo realizar los cálculos con rapidez, porque era muy complicado y entonces no había planificadores que lo calcularan. Se me ocurrió una solución sencilla, que se hacía con calculadora, y eso permitió que ese hospital sevillano fuera el primero en España que hiciera radioterapia con intensidad modulada. Tuvo repercusión porque mejoró la calidad del tratamiento a los pacientes.

¿Le sirvió de motivación para abundar en esa línea?

Sí, y empecé a salir de mi zona de confort. Yo era muy experta en física de estructura nuclear y ya publicaba con facilidad mis investigaciones. De ahí pasé a ser vista como una advenediza, cuando te miran pensando: “Mira la listilla, que se cree que sabe...'. O los compañeros que me decían: “Estás loca, sigue con tu especialidad, eso es una tontería...”. Fue mucho más complicado mantener mi curriculum en publicaciones. Es difícil ser multidisciplinar, porque para hacer bien las cosas hay que centrarse en un campo. Como experta en física teórica, se me ocurrían mil propuestas, pero yo no era experimental, y tenía que buscar a quienes son experimentales para que trabajaran con detectores. Yo sé lo que quiero que aporte un biólogo, pero yo no sé realizarlo porque no soy bióloga. Tenía que involucrar, entusiasmándolos, a ese tipo de expertos en otras materias para que también salieran de su zona de confort y formaran equipo conmigo, lo que al principio les bajaría su índice de impacto como investigadores. Ya tenemos en la Facultad de Física un grupo muy bueno de física médica. Y nos han aceptado en el colectivo de la física médica. Donde inicialmente me llegaron a llamarme analfabeta, en una conversación telefónica. Y le respondí que los analfabetos aprenden.

¿Tiene alguna patente?

Sí, gracias a un magnífico alumno mío, Miguel Antonio Cortés, que ahora es secretario del departamento. Cuando hizo la tesis, la presentó en un congreso europeo y le dieron el premio a la mejor idea en Física Médica. De ese trabajo salió la patente.

¿Cuándo empieza a profundizar en la protonterapia?

Hace diez años. Mi interés por la interdisciplinariedad me llevó a montar en Sevilla un máster en Física Médica, en el que pudieran confluir físicos, biólogos, ingenieros y forjar un lenguaje común. Fue posible hacerlo durante cuatro años, lo suprimieron injustamente, porque estaban acudiendo incluso desde Suramérica, contamos en el plantel de profesores con personas tan excelentes como Alejandro Mazal, director del departamento de física médica del Hospital Curie de París, que ahora dirige el Centro de Protonterapia del Hospital Quirón en Madrid; y con Dieter Schardt, subdirector técnico del proyecto de terapia con iones del GSI alemán. Empecé a conocer más y más radiofísicos, radioterapeutas y otros investigadores que hablaban bien sobre la protonterapia como horizonte de futuro. Y en el año 2014 vi que ya era un tema maduro para ponerlo en marcha. Sin buscar protagonismo personal.

¿Quiénes se han implicado más con usted para tal fin?

Consuelo Guardiola, que está en un centro de investigación en París; Daniel Sánchez Parcerisa desde Madrid y Miguel Antonio Cortés desde Sevilla. Entre otras cosas, empezamos a hacer sesiones informativas en español sobre protonterapia, para darlo a conocer a sanitarios y científicos de toda España. Y se creó el proyecto ProSas-CNA.

¿Cómo lo encauzaron?

En septiembre de 2014, con la implicación de investigadores del Servicio Andaluz de Salud y de la Universidad de Sevilla, el Centro Nacional de Aceleradores (CNA) inició la tramitación del proyecto de instalación de un acelerador para protonterapia en su sede, en el Parque Científico Tecnológico Cartuja, y financiado en parte por los fondos europeos Feder. Se estableció un comité asesor y un comité ejecutivo para elaborar el proyecto, que se incluyó en el libro blanco sobre protonterapia que elaboramos. En noviembre de 2016, la junta rectora del CNA, en la que están Universidad de Sevilla, Junta de Andalucía y CSIC – Ministerio de Ciencia, autorizaron a incluir el proyecto en el plan estratégico de dicho centro. Pero en 2019, tras las elecciones andaluzas, se presentó ante la secretaría general de la Consejería de Sanidad, y no ha salido adelante.

¿Por qué no se materializa en Andalucía el proyecto que usted ha impulsado, que era pionero en España y que podía contar con ayuda europea?

Por falta de voluntad política y por desconocimiento. No dimos dentro de la Junta de Andalucía con la persona adecuada que desde un ámbito de decisión lo impulsara. El proyecto ProSas-CNA es viable y avalado tanto por la comunidad científica como por la comunidad clínica. Y financiable en una proporción apreciable por fondos europeos Feder. Cuando comenzamos en 2014, cualquier persona que necesitara la protonterapia tenía que viajar fuera de España para ese tratamiento. A día de hoy, dos aceleradores de protonterapia asociados a clínicas privadas ya han sido instalados en Madrid, por parte del grupo Quirón y del grupo Clínica Universitaria de Navarra. Y se han propuesto dos proyectos de aceleradores públicos por parte de los gobiernos autonómicos de Cantabria y Cataluña.

¿Cuál es la principal diferencia entre el tratamiento de tumores con protones respecto al de fotones?

La protonterapia es como un bisturí muy bueno. Y la radioterapia convencional es como un bisturí bueno. Depende de donde vayas a cortar, te interesa que la precisión sea absoluta o no te importa tanto. Con el protón se apunta muchísimo mejor que con el fotón. El fotón va matando a lo largo de todo su recorrido. Mientras que el protón solo actúa al final de su recorrido y casi no hace daño fuera de ese lugar. El tratamiento con protones es mucho más caro, pero cada año se va reduciendo la diferencia de coste. Antes de tener un centro de protonterapia, tienes que tener cubierta la población con la radioterapia convencional de fotones. Ya tenemos a tope esa cobertura. Ahora se puede dar el salto. Solo se está usando en el 1% de los tumores que se tratan. Casi todos en niños. También podrían beneficiarse los adultos que padecen tumores cerca de órganos vitales. O los que requieren aumentar mucho la dosis, que podrían llegar a ser un 15% del total en España. Por ejemplo, está plenamente justificado el uso de protones para tumores oculares, tumores próximos o en la base del cráneo, tumores en la médula espinal, entre otros.

¿Hay una estimación, aunque no sea exacta, sobre cuánto aumenta la probabilidad de que sea efectivo y consiga más esperanza de vida el tratamiento con protonterapia en comparación con el de fotones?

Los tratamientos actuales con fotones son muy buenos. La gran diferencia se percibe hoy en día en la infancia. Por ejemplo, en el tratamiento de meduloblastoma a niños en su médula. En general, se salvan, tanto tratados con fotones como tratados con protones. Pero la probabilidad de segundos tumores se reduce mucho si se usa protonterapia, que está muy recomendada para población infantil porque evita el daño a tejido sano.

¿Qué aporta ese libro blanco para implementar la protonterapia?

Los aceleradores que han de instalarse, el programa de instalación, su blindaje, la obra civil para edificarlo. El personal que ha de haber en un centro de protonterapia. El plan de formación de los físicos y de los radioterapeutas. La coordinación con los centros oncológicos. El número de pacientes que pueden beneficiarse en el mundo, en España, en Andalucía. Los protocolos que tienen los diversos países para estos pacientes. Y la investigación relacionada con la protonterapia.

¿Cuánto tiempo se necesita para ponerlos en funcionamiento?

Desde que se compra la máquina, unos dos años y medio o tres años. Hay que hacer toda la instalación, que es como un búnker, es una obra importante. Después hay que poner a punto la máquina, con todos los parámetros muy bien calibrados. Para acortar los plazos, se debería aprovechar lo que ya se sabe. Y hay que crear una cultura de la protonterapia entre los profesionales santarios, pasar de cero a diez requiere tiempo.

Desde que el empresario Amancio Ortega decidió apoyar a la sanidad pública española aportando equipos de tecnología puntera para oncología, ¿sus colaboradores han contactado con usted?

No. Ni conmigo ni con otras personas del grupo de expertos que elaboramos para el Servicio Andaluz de Salud el libro blanco con todo lo relacionado para poner en marcha la atención mediante protonterapia. Me consta que lo han manejado para ver las indicaciones que incluimos y todo lo que recopilamos sobre este tema.

¿En qué lugares de Andalucía se van a implantar los equipos que dona Amancio Ortega?

En Sevilla es en el antiguo Hospital Militar, y en Málaga en el Hospital Regional.

¿Qué criterios hubiera aplicado usted para poner en marcha la protonterapia en la red pública sanitaria?

Hubiera empezado en España en una primera fase con cuatro centros muy bien equipados que dieran servicio a todo el país y evitar que la gente tuviera que irse al extranjero para esos tratamientos, por ejemplo a París. Porque la donación de Amancio Ortega da para comprar las máquinas, pero no para el resto de costes, que han de sufragar desde cada gobierno autonómico. Y no entiendo por qué se rechaza de plano incluir la investigación. Creo que por desconocimiento. Vamos juntos en el mismo carro y no interferimos para nada en el tratamiento del paciente. Podríamos aportar un gran empuje. Las mediciones en los centros de protonterapia las hacemos sábados y domingos por la noche, cuando no hay pacientes.

¿En qué investiga actualmente?

Un proyecto de radiobiología en el Centro Nacional de Aceleradores, he implicado también a biólogos del Cabimer. Utilizamos un tándem, en el que aceleramos protones hasta 6 megaelectronvoltios y estamos trabajando en la dosimetría, ver exactamente qué dosis recibe cuando se pone el cultivo celular en una determinada posición. Y con los biólogos estudiando dobles roturas del ADN. De los daños que puede producir la radiación a la célula. Nos gustaría establecer curvas de supervivencia.

Explíquelo.

Con la energía que tenemos no podemos estudiar tejidos ni animales, porque no entra bastante. Lo que se hacen es cultivar células de tejidos tumorales o de tejidos sanos que se puedan duplicar, y se pone en una placa de cultivo. Se irradia con distintas dosis de radiación, y se ven cuántas células sobreviven, de las que se han plantado en principio, en función de la dosis. Esas son las curvas de supervivencia. Y eso nos ayuda para ver distintos parámetros físicos y biológicos. Vamos a intentar determinar un tipo u otro de tratamiento. Cosas que no sé si lo vamos a poder hacer, pero lo vamos a intentar.

¿Han conseguido fondos públicos para investigar?

Sobre todo de las convocatorias nacionales del Ministerio de Ciencia. También tenemos solicitados europeos y autonómicos. Yo estoy más metida en el proyecto de radiobiología. Otra de las líneas en las que estamos investigando está entroncada con los métodos de Monte Carlo, simulaciones de lo que pasa cuando el haz de protones o el haz de iones penetra en un tejido o en el agua. Ahí están investigando para la implementación de protones José Manuel Quesada y Miguel Antonio Cortés desde Sevilla, y Francesc Salvat desde Barcelona. Otra investigación es para mejorar en el conocimiento y aplicación de la energía del protón, que deja toda la energía al final del recorrido. Hay que saber muy bien dónde ha llegado cuando se le hace el TAC a un paciente, y saberlo cuando ocurre, en vivo. Hay una técnica experimental que se llama verificación de rango.

Como ciudadana de Sevilla, ¿cómo enjuicia la evolución de la sociedad sevillana en las últimas décadas?

Como profesora de universidad de la Facultad de Física, considero que los estudiantes tienen más interés y motivación por aplicar a la sociedad lo que aprenden y desarrollan. Como investigadora y ciudadana, considero que estamos desperdiciando desde hace años muchas posibilidades de aplicar la protonterapia. Quisiera que la donación de Amancio Ortega se trate lo mejor posible. Ojalá.