Un vino con...

Un vino con... Melchor, Gaspar y Baltasar

Visita a Sus Majestades los Reyes Magos antes de emprender camino hacia nuestra tierra

Carlos M. Montero monterogrove /
01 ene 2023 / 10:45 h - Actualizado: 01 ene 2023 / 10:51 h.
"Vinos","Un vino con..."
  • E. C.
    E. C.

Mi vino de este domingo tiene mucho de mágico. Con cada «Un vino con...» pretendo presentarles el apartado más personal e íntimo de profesionales de reputado prestigio que seguro ustedes ya conocen en ese apartado laboral por el que se han hecho famosos y hoy, cuando se acerca la noche de Reyes, no podía dejar pasar la ocasión de venir hasta Oriente a tomar un vino con Melchor, Gaspar y Baltasar, a quienes pillo con el ajetreo propio de estos días, terminando de preparar regalos, antes de iniciar el largo viaje que le traerá hasta nuestras casas.

Un vino con... Melchor, Gaspar y Baltasar
E. C.

Llegar hasta aquí no ha sido fácil, pero la ilusión que en estas fechas inunda nuestros corazones es capaz de hacer realidad cualquier locura. Estoy en el palacio. Es impresionante. Me acerco hasta la entrada y golpeo una especie de martillo macizo y dorado que cuelga del portón a modo de llamador. En breves segundos, me abre la puerta un chico joven vestido con una túnica que le llegaba a los tobillos. El ruido es ensordecedor. Un trasiego incesante de ayudantes se adivina detrás de él. Me presento, me dice que me están esperando y me invita a pasar. Es inmenso. Eso es lo primero que pienso al atravesar la imponente puerta de madera, decorada con motivos navideños como no podía ser de otra forma. Hay cientos de beduinos trabajando, de un lado para otro, cargando con juguetes, otros con papel de regalo, incluso veo en una esquina a uno preparando chocolate caliente para todos junto a una mesa llena de turrones, mazapanes y mantecados. El olor es una delicia. Huele a Navidad. Todo parece una especie de locura, pero coordinada. No sé si me explico. Las risas de todos mientras trabajan duro hace que la felicidad plena esté en el ambiente, pero con algo de tensión por lo que está por venir en estos días. No se puede dejar nada al azar. Me recuerda mucho a la cocina de un restaurante uno de esos días importantes donde el servicio tiene que salir impecable. Eso pienso mientras persigo a mi amable paje que me lleva hasta una sala contigua donde el ruido de tantísima gente trabajando casi no se escucha. Me ofrece una taza del chocolate que estaban preparando y le digo que sí, lógicamente. Me disculparán si hoy cambio vino por chocolate, pero la ocasión lo merece. La sala está llena de libros. Es una especie de biblioteca. También hay un piano que tiene pinta de tener ya sus años, un telescopio no mucho más moderno cerca de la ventana, que permanece cerrada para no dejar entrar el frío que, créanme si les digo, a pesar de la época del año, no noto. Me trae el chocolate humeante y mientras no puedo dejar de mirar a todos lados con la boca abierta, taza en mano, me dirijo hasta la impresionante chimenea que preside el salón. Nunca había visto una tan grande. Sobre ella, cientos, miles, millones de cuadros con fotos de niños y niñas de todas las edades. Es entonces cuando escucho una voz profunda que dice “son nuestros clientes”. Me giro sobresaltado y allí estaban mis invitados de este domingo con quienes pensaba compartir un vino y que, al final, será un cacao calentito que, por cierto, estaba riquísimo. «No les llames así«, le dice Gaspar a Melchor. “Discúlpale, son cosas de la edad” me dice esbozando una sonrisa. Mi cara debía ser un poema. Todos mis músculos se habían quedado paralizados. Tenía frente a mí a los tres Reyes Magos. Melchor, Gaspar y Baltasar delante de mis narices. Imaginen. Capas de terciopelo hasta el suelo, cuellos de pelo y sus coronas. Vamos, como siempre les imaginé. «¿Nos sentamos? No tenemos demasiado tiempo. Estos días aquí son complicados. Disculpa el caos que has vivido, pero es lo normal de esta casa en estas fechas. No podemos defraudar a los niños que nos esperan esta semana. Es una enorme responsabilidad. Una tradición que no podemos perder».

Un vino con... Melchor, Gaspar y Baltasar
E. C.

Nos sentamos en unos cómodos sillones dorados con una mesa baja de por medio que sirvió para apoyar mi taza y las tres que les trajeron a ellos. No puedo dejar de mirarlos con una mezcla de admiración e incredulidad. Melchor es el que parece mayor de los tres. Por su aspecto, parece europeo. No tiene marcados rasgos que puedan indicarme dónde pudo nacer. Su aspecto es el que un entrañable abuelito con barba blanca y frondosa que parece algodón y molaría tocarla, pero obviamente no voy a hacerlo. He leído que su nombre originario era malkî y ôr, que significa “mi rey es luz” o “rey de la luz”, no lo recuerdo bien. Gaspar aparenta ser algo más joven. No sé, cincuenta o sesenta años. Su barba castaña, algo más corta que Melchor, puede engañarme un poco. En él sí que adivino origen asiático, aunque no muy definido. Es el que pone coherencia en este trío y, según me dice «el que menos seguidores» tiene. Una mezcla entre la veteranía de uno y la juventud de mi último rey, Baltasar. Se cree que su nombre proviene de Bel-Sar-Utsor, y quiere decir “Dios protege al rey”. Es el más joven de los tres. Que no lleve barba también es cierto que le hace parecer aún más joven. Su piel negra me hace pensar que pudiera haber nacido en algún país africano. He de reconocer que este último es mi rey, el que me trae los regalos todos los años y con quien tenía una espinita clavada por culpa del barco pirata de los Clicks de Playmobil que nunca llegó a mi casa. Bueno, nunca nunca no. Reconozco que le llegó a mi hijo hace cuatro o cinco años, así que no se lo voy a echar en cara. Demasiada carga tienen estos tres encima, y tampoco me los quiero poner en contra. Hay que ser diplomático. Mi carta de este año no es precisamente corta, aunque he sido muy bueno, creo, con matices, y espero que me lo traigan todo.

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E. C.

Amigos desde hace más de dos mil años cuando se encontraron por casualidad mientras perseguían una estrella, siguen prestos y dispuestos a cumplir con lo encomendado por el que nació en Belén: regalos para todos los niños que se porten bien. La visita con la ofrenda de oro, incienso y mirra que relata Mateo en su evangelio al Niño Jesús les concedió la inmortalidad en nuestros corazones y la obligación, que asumen con orgullo, de llenar nuestras casas de alegría, ilusión, fantasía y regalos la mañana de todos los días 6 de enero. Me piden Sus Majestades que les informe de que, a cinco días para que lleguen siguen recibiendo cartas y atendiendo pedidos por lo que los mayores de la casa aún están a tiempo de ser buenos, que algún detalle caerá seguro.

¡Que les traigan muchas cosas los Reyes Magos!