Inundaciones
Casi tres millones de españoles viven en zonas inundables: "Se deben ir retirando poco a poco las casas"
Los científicos inciden en la necesidad de llevar a cabo medidas de prevención y mejorar el sistema de alerta de estos fenómenos
Más de un millón de hogares en España están levantados en zonas inundables, con una probabilidad media u ocasional de sufrir episodios de riadas o embates del oleaje del mar. Son el 4,3% de todas las viviendas del país, según los cálculos a partir de datos del Catastro y Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables.
En total, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en España existen 26.733 km de tramos con zonas que pueden inundarse, en las que viven unos 2,7 millones de personas. Casi medio millón de todas ellas habitan en áreas que se inundan cada diez años de media. Si a estos datos, que aluden a las cuencas intercomunitarias competencia del ministerio, se añaden el resto de cuencas, se estima que la cifra de habitantes sobre zonas de más alto riesgo puede ascender a cerca de las 700.000 personas.
El litoral mediterráneo la zona cero del territorio inundable en España y sobre la que habitan miles de personas. El problema se remonta al desorden urbanístico que se inició en los años 60. Por aquel entonces se permitía la construcción en cualquier lugar, algo que no ocurre ahora: según la legislación vigente, muchos de los hogares afectados no tendrían que estar en el dominio público inundable, como recuerda el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Esteban García.
Se han construido viviendas próximas del mar, pero también hay ramblas y barrancos que, aunque por lo general están secos, en cuanto se concentran lluvias torrenciales, como ocurrió con esta última Dana, pueden desbordarse.
A esto se le suma el cambio climático. "Probablemente haya alterado los periodos de retorno de las zonas inundables y ahora muchas de ellas son más peligrosas de lo que entonces se había previsto", razona el geógrafo Antonio Giraldo. Y eso, indica, entre las que se previeron en los mapas de peligrosidad, que comprenden la delimitación gráfica de la superficie que quedaría inundada por las aguas con periodos de retorno de 10, 100 y 500 años, es decir, para eventos de alta, media y baja probabilidad.
Construcciones con perspectiva climática
Esto se traduce como que "puede venir una riada letal cada 500 años". "Se ha construido en base a esto en muchos lugares, porque se podría pensar que faltan cinco siglos para que al edificio le ocurra algo. ¿Cuál es el problema actual? Que el marco se ha movido. Probablemente, los episodios torrenciales más fuertes y devastadores que antes esperábamos cada 150 años, ahora puedan venir cada 20", añade el geógrafo, que recalca la necesidad de que se construya con perspectiva climática. Por eso, apuntan los profesionales con los que ha hablado este medio, gestionar bien los sistemas de alerta es fundamental.
Giraldo apunta que si bien España tiene bastantes sistemas para reaccionar frente a emergencias, más allá de la rapidez con que los pongan en marcha, "el gran tema aquí es cómo evitamos o reducimos la vulnerabilidad de los lugares donde se producen estas catástrofes y, en este sentido, la prevención es clave".
El pasado martes se dieron todas las circunstancias para el desastre: una DANA que dejó muchísimos litros de agua - en la urbanización Cañapar de Turís (Valencia) se llegó a registrar un acumulado de 630,6 litros de lluvia por metro cuadrado en apenas 24 horas- y pueblos en llanuras aluviales con construcciones ocupando o muy cerca del cauce. "Todos los años, el riesgo más grave para la población española son las inundaciones. El mayor dinero que tiene que pagar el Consorcio de Composición de Seguros va destinado a eso", apunta el geólogo y expresidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG) Manuel Regueiro. Solo en el año 2019 se destinaron 300 millones de euros en indemnizaciones por inundaciones en el ámbito urbano, una cifra que se prevé que quede muy por debajo de la necesaria para esta nueva catástrofe.
Educación y medidas preventivas
En la prevención entra en juego la educación ciudadana, pero también medidas y estructurales que, según los expertos consultados, ya se conocen. Una de ellas es descolonizar los territorios que están en zonas de riesgo por inundaciones y en regiones costa: "Se deben reducir los cascos urbanos e ir retirando poco a poco las casas de estos lugares que se van a ver afectados", apunta Regueiro, que también considera que no debería habitarse plantas bajas para vivir en estos lugares, sobre todo en centros de mayores y personas con discapacidad. Las seis personas que murieron en el Centro Residencial Savia, ubicado en Paiporta, uno de los epicentros del desastre, dan buena prueba de ello.
Coincide con él el arquitecto Ekain Jiménez Valencia. Considera que se debe "empezar a pensar en la despoblación paulatina de cuencas que son constantemente afectadas". "Esto, o lo hace la administración mediante la ordenación del territorio, con los instrumentos de planeamiento ordinario, o nos van a adelantar por la izquierda los seguros, que van a empezar a no responsabilizarse de la cobertura de viviendas que sufren estos eventos", añade.
Jiménez resalta que en Vitoria Gasteiz se han realizado obras en aquellos puntos delicados, como la Cuenca del Zadorra, y una serie de afluentes y regatas de la vertiente sur de los Montes de Vitoria. "Hay una pequeña cuenca que recoge mucha agua en la que se ha hecho una balsa de laminación y una serie de depósitos para recoger eventuales llegadas de agua en los últimos años. Claro que cambia mucho un territorio con poca vegetación y poco cohesivo, como la Cuenca del Mediterráneo, al norte, con una orografía y una vegetación capaces de retener mucha más agua", indica.
Por eso, la Unión Europea recomienda la renaturalización. Las cubiertas vegetales en edificios también están consideradas como una de las soluciones más prometedoras para la prevención de inundaciones en áreas urbanas. Otra alternativa son los Sistemas de Drenaje Urbano Sostenible (SUDS), diseñados para imitar los procesos naturales de infiltración y almacenamiento de agua, reduciendo el impacto de las precipitaciones intensas.
"Adaptar esto conlleva muchísimo dinero, pero mucho más llevará el balance de no hacerlo después de contabilizar más de 200 muertos. Adaptar las vidas al cambio climático es baratísimo en comparación con no hacer nada, porque nos va a volver a golpear otro episodio como este. Si no invertimos, en 15 años igual volvemos a lamentar tantas pérdidas como ahora. Es un trabajo de fondo y de largo recorrido que debemos empezar", concluye Antonio Giraldo.
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