Alfalfa: Una década con ’Piel Sensible’

En el verano de 2007, la ciudad vivía la transformación de una de sus plazas más emblemáticas, que se olvidaba para siempre de los coches. Una década después es un referente de esa ‘Sevilla de las personas’

23 ago 2017 / 19:49 h - Actualizado: 24 ago 2017 / 12:58 h.
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  • Alfalfa: Una década con ’Piel Sensible’
  • En la actualidad, la Alfalfa es una plaza para las personas. / Manuel Gómez
    En la actualidad, la Alfalfa es una plaza para las personas. / Manuel Gómez

Hubo un tiempo no demasiado lejano en el que la plaza de la Alfalfa era un áspero espacio gris, atascado por el intenso tráfico que ahogaba todo su entorno y convertido en el escenario perfecto para que los conductores estacionaran sus vehículos a destajo. Pero el recuerdo de aquella plaza contaminada y enterrada en el duro asfalto ya es historia. Una década después se ha transformado en un lugar abierto y cercano, tomado por esa ciudadanía que ha sabido hacerla suya como un espacio de encuentro y convivencia, convertido en un ejemplo más de la política de peatonalización que Sevilla asumió como suya en la primera década del siglo XXI y que exportó posteriormente a otras zonas de la ciudad e incluso más allá de sus fronteras.

El Ayuntamiento de Sevilla, gobernado entonces por el PSOE con Alfredo Sánchez Monteseirín a la cabeza, bautizó aquella operación peatonalizadora como La piel sensible, nombre de la propuesta vencedora en el concurso de ideas que convocó la Gerencia de Urbanismo para lograr un rediseño urbano de plazas como la Alfalfa, el Pan, la Pescadería o el Salvador y de sus calles aledañas. Fue en el verano del año 2005 cuando dieron comienzo estas obras de remodelación, que se desarrollaron en fases diferenciadas «para no colapsar la zona», y que contaron con un presupuesto inicial de unos ocho millones de euros. Así lo garantizó en aquel momento el delegado de Urbanismo, Emilio Carrillo, quien también defendió las bondades de un proyecto que «trata el conjunto del área a modo de museo urbano, dinámico y viviente».

Las primeras máquinas de obra comenzaron a poblar la zona allá por el mes de octubre del año 2005. Se iniciaba así un constatable cambio de fisonomía del espacio, gracias al desarrollo de un plan que en esta primera fase centró sus efectos en la plaza del Pan. El avance de los meses y de los trabajos trajeron consigo la extensión del proyecto a otras zonas del entorno. La piel sensible se contagiaba de esta forma en las calles Huelva, Alcaicería y Herbolarios y, en una fase posterior, en la plaza de la Pescadería y la calle Jesús de las Tres Caídas. Todas, como señaló por entonces el alcalde Sánchez Monteseirín, dejaron de ser «un garaje al aire libre donde no se podía disfrutar».

Pero sin duda, uno de los máximos exponentes de esta política ciudadana en el Casco Antiguo fue el ejemplo de la plaza de la Alfalfa. El 30 de julio de 2007, hace justo ahora una década, los operarios dieron comienzo a los trabajos de peatonalización de un espacio que hasta esa fecha había sido uno de los grandes referentes del centro de una ciudad que estaba tomado por los coches. La zona se incorporaba de este modo a una cada vez más larga lista de calles sevillanas vetadas a los vehículos y al tráfico rodado, entre las que se encontraban ya la Puerta Jerez, la calle San Fernando o la Avenida de la Constitución.

En conjunto, la actuación llevada a cabo en la plaza de la Alfalfa se prolongó durante algo más de cinco meses. No sería hasta otoño de 2007 cuando el espacio quedó diáfano y despejado, libre de las vallas y apeos de obra que la habían poblado desde el inicio del verano. El viernes 16 de noviembre, la explanada volvía a abrirse pero solo para los peatones. Quienes pasearon a partir de ese fin de semana por la zona se encontraron un espacio abierto a los peatones, con una solería en tonos grises y marrones, y un novedoso mobiliario urbano formado por una hilera de bancos tubulares y unas singulares farolas metálicas –denominadas como tipo ducha– que ofrecían una imagen completamente diferente a la que los sevillanos guardaban en su retina.

Pero en esta nueva configuración de la plaza también se contabilizaron algunos aspectos menos positivos. Desde el primer día fue tomada por los veladores de los negocios que sobrevivieron a la obra y también por aquellos que abrieron sus puertas al calor de esta nueva peatonalización. Un espacio tomado por la gente que se convirtió en un alivio para los empresarios pero que empezó a dar más de un dolor de cabeza a los vecinos a consecuencia de la movida. Una década de pugna entre el ocio y el derecho al descanso que sigue estando de plena actualidad.

En la plaza se instaló también un parque de juegos infantiles que para muchos no terminó de encajar en el entorno y que finalmente fue retirado por el Ayuntamiento antes de Semana Santa. Pero el conflicto estético de la zona vivió su cenit con el debate sobre el estilo de su mobiliario. El gobierno de Monteseirín apostó por dar a la Alfalfa un aire mucho más contemporáneo, con una serie de bancos, fuentes y farolas que se alejaban de lo que marcaba hasta el momento la tradición urbanística en el Casco Antiguo. Una polémica que salpicó el día a día municipal y que se avivó con la llegada de Juan Ignacio Zoido (PP) a la Alcaldía en el año 2011, ya que una de sus primeras decisiones fue sustituir estas controvertidas luminarias por otras del conocido estilo fernandino.

Tras la experiencia positiva de la plaza de la Alfalfa, al proyecto de La piel sensible todavía le restaba una última fase por ejecutar, que tendría a la Cuesta del Rosario y a la plaza del Salvador como sus últimas protagonistas. Unos trabajos que estaban supeditados a la finalización de la restauración de la iglesia colegial y que dieron comienzo tras la Semana Santa del año 2008. Aquí, aunque se siguió el modelo de la Alfalfa, Cultura sí prohibió la colocación de elementos metálicos en el pavimento, como en la plaza del Pan, y la idea de plantar una serie de álamos blancos en la delantera del templo.

Fue un proceso largo, que se prolongó en el tiempo más de lo que esperaban las autoridades locales. Sin embargo, la apuesta clara y decidida por recuperar estos espacios para los peatones permitió configurar unas plazas en las que la vida y la convivencia le ganaron definitivamente la partida a los coches.

La experiencia

La realidad del día a día en la Alfalfa es casi siempre la misma. La plaza ha acabado por convertirse en un espacio amable, poblado por un ir y venir de vecinos y turistas, repleto de veladores y sin apenas locales disponibles. Son precisamente los comerciantes de la zona quienes se muestran más satisfechos con esta nueva peatonalización. Francisco, que regenta desde hace 17 años el puesto de flores que hay en la plaza, lo tiene claro. «Esto ha cambiado mucho pero para bien. Hemos ganado en calidad de vida». Su experiencia le ha permitido vivir en primera persona cómo fue la transformación del entorno. «La verdad que las obras fueron molestas», señala. Pero con el paso del tiempo las ventajas son obvias. «Ha merecido la pena, aunque para recoger las mercancías sea ahora mucho más complicado».

Una opinión que también comparte Israel, empleado del quiosco de prensa. «Llevo aquí 7 años y ya llegué con la plaza peatonalizada, pero como ciudadano la conocí llena de coches. El cambio ha sido muy positivo». Entre otras cosas por la masiva presencia de turistas que se nota en su propio negocio, lleno de publicidad de guías y tours turísticos y de anuncios de bebidas que garantizan la opción de refrescarse por tan solo un euro.

El suyo es un negocio de los más clásicos, como otros tantos que han logrado sobrevivir y que conviven con la moda de los hornos y las cafeterías que pueblan la zona. «Si te fijas el único negocio diferente es el nuestro», advierte uno de los trabajadores de Persianas Alfalfa. «Para nosotros no ha sido tan positivo porque antes podían venir los coches y recoger las mercancías». De hecho, considera que la plaza «siempre ha sido ciudadana» y que desde hace unos años «a quien les va mejor es a los bares y a los hornos».

Por su parte, los vecinos también apuestan por esta nueva plaza. «La peatonalización siempre es buena porque acaba con la contaminación y la masificación de coches». Así lo considera Silvia Carrión, portavoz de la plataforma Alfalfa Degradada, que tiene claro además que es «una forma de disfrutar de la ciudad». Lo que no cree es que haya influido en un aumento del ruido ni de la movida. «El ruido de un coche o de la gente en los bares es el mismo. No quiero ni pensarlo porque ya lo del camión de la basura es insoportable». Al margen de esto, Carrión sí tiene claro que la zona ha mejorado desde entonces y pone como ejemplo de este éxito a «los cascos históricos de otras ciudades europeas», donde la política de los peatones también ha vencido a los coches.