Hay manifestaciones que logran sus objetivos por lo abultado de sus asistentes (ahí están las del 8 de marzo de este año). Y hay otras que lo logran pese a que apenas asistieron unas cien, o tal vez menos, pero estuvieron en el momento justo de la Historia. Eso es lo que pasó con el puñado de activistas del efímero Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria (MHAR), que con una pancarta con el contorno de Andalucía y sus colores blanquiverdes, más un triángulo rosa –la bandera arcoiris no se había popularizado, y el triángulo rosa era la identificación de los homosexuales en los campos nazis–, superaron un cordón policial –de los temidos grises, la Policía Armada– y se plantaron ante los juzgados. Era el 25 de junio de 1978 y cualquier acto homosexual estaba penado con hasta seis años de cárcel. Reivindicaban la despenalización. Seis meses después la homosexualidad era retirada de la Ley de Peligrosidad Social.
El Correo de Andalucía estuvo allí para contarlo, nada menos que con la pluma de Pepe Guzmán, posiblemente y con permiso del poeta Juan Ramón Jiménez, la firma más genial que se ha posado en las páginas de este diario. Como fotógrafo trabajó Ángel Moreno, autor del reportaje gráfico. Tanto Guzmán como Moreno fallecieron los primeros años de este siglo, a una edad prematura ambos.
La crónica toma unas palabras de Francisco Cambrollé, un joven de 19 años hasta entonces desconocido: «Peligrosos son los que evaden capitales y provocan el paro». De hecho, la crónica, contagiada del ambiente politizado de la Transición, dedica más espacio al mitin previo a la manifestación no autorizada que a la movilización. Eso sí, el remate, ante una ciudad que miraba entre la perplejidad y la risa cómo un centenar de críos celebraba su primer Orgullo (ni siquiera se conocía la palbra gay), fue propio de la genialidad de Guzmán: «Iban cortadillos, pero le echaron valor». Se jugaban condena, malos tratos...
Del relato de Guzmán se desprende que la manifestación, además de poco numerosa –frente al mitin, de la calle Calatrava, en un local de CCOO, donde sí había mucha más gente–, se desarrolló con el miedo a que los ultras, que no reventaron el mitin, se liaran a mamporros en la calle. No pasó. La comitiva se dirigió desde la Catedral a la plaza del Triunfo y de allí a la calle San Fernando y la Audiencia provincial, ya con las pancartas –la del MHAR, la de las feministas de Prímula–. A la hora de inicio del mitin, durante unos minutos (de 12.00 a 12.20) se desplegó en la Giralda una pancarta rosa de 25 metros con el lema ‘Libertad sexual. MHAR’.
«Ante la indiferencia de algunos, la curiosidad de otros y la risa de la mayoría de los paseantes, los manifestantes, a la altura de la Pasarela, se detuvieron ante la presencia de un coche patrulla, que les cortaba el paso».
Es el momento más tenso. Guzmán no oye el diálogo entre Cambrollé y dos agentes, uno de paisano y el otro un cabo primero de la Policía Armada. 40 años después, el coordinador de la Asociación Arcoiris, Gonzalo de las Heras, asegura que lo que les dijo Cambrollé a los policías es que o les dejaban acabar en los juzgados o se los llevaban presos a todos.
En todo caso, la crónica recoge cómo Cambrollé se dirigió al colectivo después: «Compañeros, nos hemos propuesto llegar al palacio de Justicia. Vamos hacia allá y nos dispersamos». Cuando los policías se quisieron dar cuenta, los manifestantes habían cruzado por un semáforo y se plantaron ante la Audiencia. Efectivamente, cantaron sevillanas y letrillas contra la Ley de Peligrosidad, se «dieron de cara con la pasma» y desaparecieron en pequeños grupos por los jardines de Murillo. La primera manifestación gay en Sevilla había ocurrido.
Además de la derogación de la Ley de Peligrosidad, incluían en sus demandas el cese del director del psiquiátrico de Miraflores por el mal trato a los homosexuales, que entonces se consideraban, al hilo de esa ley, enfermos mentales. Uno de las consignas del mitin fue «presos a la calle, maricones también».
En el ambiente de la Transición, el Colectivo de Lesbianas reivindicaba a la clase obrera mientras que la organización del mitin –Cambrollé– regañaba a dos partidos de extrema izquierda: el PTE, por colocar sus pancartas por encima de la del MHAR y la ORT, por descolgarse del acto con el argumento de que la homosexualidad «es fruto de la decadencia del capitalismo». También pronunció las palabras por las que optó titular el director del periódico de entonces: «Somos peligrosos porque subvertimos al poder establecido. Subversivos son aquellos que evaden capitales y provocan el paro».