La temporada taurina madrugó en 1919, hace ahora un siglo. Pero el primer festejo de aquel año no se celebró en la plaza de la Maestranza sino en la flamante Monumental, que se había estrenado el año anterior después de salvar no pocos escollos. Fue una novillada, celebrada el 30 de marzo, en el que se anunciaron los nombres olvidados de Facultades, Casielles y Correa Montes, que fue el único que cortó una oreja a la novillada de Benjumea, la ganadería que había adquirido Joselito el año anterior con la única intención de enviarla al matadero.
Pero la Monumental, ojo, también sería más madrugadora que el viejo coso del Baratillo en celebrar la primera corrida de toros del año. Fue el 19 de abril, el antiguo Sábado de Gloria, acartelando a Gallito con Varelito y su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, que había tomado la alternativa poco más de un mes antes en Barcelona. Los toros pertenecían a la divisa de Esteban Hernández. En la Maestranza, el mismo día y a la misma hora, se conformaron con una novillada en la que aparecen los nombres de Juanillo, Lorenzo Gracia y Chicuelo, un jovencísimo debutante que deslumbró a sus paisanos cortando dos orejas a un envío de Albaserrada. Al día siguiente, Domingo de Resurrección, siguieron solapándose los carteles en una y otra plaza. Ya no dejarían de hacerlo. Si la Monumental volvía a ser escenario del estrellato de Gallito –mano a mano con Ignacio-, en la plaza de la Maestranza se anunciaba su hermano Rafael –con el que no se hablaba-, junto a Pacorro y Manolo Belmonte para despachar un encierro de González Nandín.
¿Qué había distanciado a José de Rafael? El Divino Calvo se había cortado la coleta –que aún era natural y seguía siendo el símbolo de la profesión en la calle- en la intimidad familiar el 24 de octubre de 1918. El tijeretazo se lo pegó su madre, la bailaora Gabriela Ortega, que entregó la trenza a su hermano José. Éste le había organizado una temporada de despedida poniéndole una condición: que no volviera a vestirse más de torero. Pero Rafael rompió su promesa. Había vuelto a los ruedos el 13 de abril en la vieja plaza de Ceuta dejando aquella falsa retirada, sus fastos y hasta los buenos oficios de Joselito en papel mojado. José nunca se le perdonó y no volvieron a torear juntos. Cuando llegó la tragedia irremediable de Talavera llevaban un año sin hablarse.
Pero hay que aclarar el trasfondo en el que se celebró aquella temporada de 1919 y su doble escenario. La plaza Monumental se había inaugurado en junio de 1918, cuando la Feria de Abril –en la que sí figuró Gallito como base indiscutible- ya había pasado. Llegó a acoger 25 festejos pero al año siguiente llegaron las primeras curvas. En 1919 se iban a organizar dos ferias paralelas, con dos empresas operando y compitiendo por separado en ambos cosos. Se llegó a dar el hecho insólito –como veremos en su momento- de celebrar dos alternativas casi simultáneas en la tarde del 28 de septiembre. Fueron las de Chicuelo, otorgada por Belmonte en el Baratillo; y la de Juan Luis de la Rosa, que concedió Gallito en la Huerta del Rey.
Uno y otro coloso, de alguna manera, se convierten en los mascarones de proa de cada plaza durante 1919. Los datos son reveladores. Gallito encabezó los carteles de diez de las once corridas organizadas en la Monumental en aquel año. Aún le quedaron ganas para organizar un festival otoñal para la Macarena. En la plaza de la Maestranza se montaron diez corridas. En nueve de ellas estuvo presente Belmonte.
Y llegó una tardía Feria de Abril condicionada por el calendario litúrgico. La Monumental de San Bernardo iba a ser de nuevo la primera en golpear celebrando una corrida de toros el día 27 en la que se anunciaban, como no, los cuñados José e Ignacio acompañados del diestro cordobés Camará, que pasaría a la historia como apoderado de Manolete. En el Baratillo, una vez más, sólo hubo novillada: El Tello, Juanillo y Chicuelo despacharon un encierro de Félix Suárez.
Las corridas comienzan a coincidir desde el día 28. En la Monumental vuelven a hacer el paseíllo Gallito y Sánchez Mejías, acompañados esta vez de Fortuna para estoquear una corrida de Tamarón. Idéntico cartel –José, Ignacio y Fortuna- se repetiría en las tardes del 29 y 30 de abril para despenar sendos encierros de Pablo Romero y Carmen de Federico. Al día siguiente, primero de mayo, repite Joselito que corta un rabo a un toro de Darnaude en una corrida que completan Fortuna, Camará y Varelito.
¿Qué pasó en aquellas mismas fechas en la plaza de la Maestranza? Juan Belmonte fue la estrella indiscutible de las cuatro corridas en las que se lidiaron, sucesivamente, toros de Santacoloma, Carmen de Federico, Miura y Concha y Sierra. En la primera, el día 28, alternó con Saleri II y Pacorro; con Gaona y su hermano Manolo el 29; de nuevo con Gaona y Saleri el 30; y con Rafael El Gallo, Rodolfo Gaona y Manolo Belmonte el primero de mayo, cortando un rabo –el mismo día que José- a un toro de Concha y Sierra con el que marcó las diferencias en otra corrida de ocho toros.
La de 1919 había sido la temporada de la vuelta del genial trianero a la plaza de la Maestranza después del barbecho del año anterior, condicionado por su matrimonio con Julia de Cossío. Había dejado en soledad a José, que asumió las cinco tardes de la Feria de Abril de 1918 acusando la falta de su rival y amigo. En 1919, polarizados entre la Monumental y la Maestranza, tampoco alternarían juntos en Sevilla. Pero las cosas cambiaron en 1920, la última temporada activa de la Monumental. Los vericuetos de la política taurina pusieron a ambas plazas bajo la misma batuta empresarial y José y Juan volvieron a hacer el paseillo juntos. Pero a uno de ellos no le quedaba demasiado tiempo... Ya se lo contaremos en su momento.