Dos orejas olvidables y una que se quedó sin cortar
Marín y Lorenzo empataron a un trofeo pero Daniel Luque dio la dimensión más sólida en un aburrido festejo pasado por agua en el que volvieron a fallar los toros de Juan Pedro
Álvaro R. del Moral
Para qué vamos a engañarnos: a riesgo de escribir con las ideas preconcebidas, la corrida de Juan Pedro, abierta en los dos hierros de la casa, despertaba escasas vibraciones en el aficionado. El ganadero aún tiene reseñado en Lo Álvaro un tercer encierro que habrá de lidiarse en otoño. Será la tercera taza del caldo... Pero también es verdad que la lectura del festejo –un espectáculo tan plúmbeo como el cielo que descargó sobre la plaza de la Maestranza- sería bien distinta si los más jóvenes del cartel hubieran andado de otra forma delante del buen quinto y el manso sexto. Ambos cortaron una oreja, la misma que se le había pedido y denegado a Luque, posiblemente con mayores merecimientos...
Y hablando de Luque. Hay que resaltar que algunos buenos aficionados tuvieron el sentido y la sensibilidad de arrancar una ovación tras romperse el paseíllo para recordar que volvía al coso sevillano después de abrir la Puerta del Príncipe y con una fuerte y dolorosa paliza en el cuerpo. Pero es que hay que ver lo que ha cambiado el toreo... Ese ‘portazo’ no fue suficiente para animar al gran público a llenar los escaños del coso del Baratillo. El toreo y su eco carecen de retorno en la sociedad de la hipercomunicación. Alguien que sabe de esto daba en la clave al comentar el asunto: “La gente sólo quiere a la grandes estrellas en cualquier espectáculo...” Ni más ni menos.
A partir de ahí hay que hablar de la encomiable actitud de Daniel Luque, que llegó a torear de capa al ralentí al toro que rompió plaza mientras se oían los primeros truenos. El matador de Gerena muleteó con temple y suavidad, preciso en los toques, a media altura en los cites, buscando administrar una embestida sin malicia pero también sin alma ni fuelle. Acabó obligándole a desplazarse largo por el pitón izquierdo y hasta se lo enroscó al cuerpo en un postrero arrimón antes de agarrar una estocada delantera.
Pero Luque, que ya estaba en el podio de la Feria, quería amarrar el triunfo y salió dispuesto a todo con un toro, el cuarto, que estuvo a punto de echar mano a Juan Contreras. Frenó en la muleta sin romper nunca de verdad pero su matador dio el paso y se la jugó sinceramente en una faena de entrega que la gente supo valorar en su verdadera dimensión. Daniel terminó pasando la raya dejando que el animal le pasara por el pecho en los últimos muletazos, metido entre los pitones. Entró la espada y se pidió la oreja sin que el palco, enrocado, atendiera la petición.
Si se la iba a cortar Álvaro Lorenzo al quinto. Pero antes había toreado a un segundo de mejor lado izquierdo que derecho en un larguísimo trasteo en el que, más allá de algún natural estimable, no se terminó de concretar nada. El trofeo se lo iba a llevar, precisamente, del toro de mejor condición del envío de Juan Pedro Domecq. Se había despitorrado de salida, rematando en un burladero. Mantuvo ese brío viniéndose de largo en el primer cite sin que el matador toledano, siempre animoso, terminara de afinarse por completo con una embestida más que aprovechable que siempre anduvo por delante del planteamiento del matador. Toreó por un lado, por otro y la gente andaba contenta. No faltaron las bernardinas de ordenanza antes de agarrar una estocada corta y caída. La oreja no hará historia.
Tampoco pasará a los anales el trofeo que obtuvo Ginés Marín del manso y geniudo sexto, un animal que escondía esa importancia que propiciaba grandes faenas, no sé si en otro tiempo. El trasteo del matador extremeño fue animoso pero de muleta volada y pases demasiado destemplados por más que la parroquia, que ya se había quitado los chubasqueros, anduviera por agradar. El toro marcó sus querencias y allí que se fue el torero sin llegar a rentabilizar del todo el emocionante punto de violencia que tenía la embestida. No faltó el fandango inevitable y la ración de bernardinas. La espada entró; le dieron otra oreja. La memoria es flaca con la insulsa lidia y muerte del tercero, otro toro desrazado y flojo que dio la media del encierro de Juan Pedro Domecq.
Ficha del festejo
Ganado: Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domec, quinto y sexto marcados con el hierro filial de Parladé, bien presentados. A la corrida le faltó fibra, alma y fuerza en líneas generales. Tuvo mejor pitón izquierdo que derecho el segundo y buena condición el quinto. El sexto fue un importante manso con un punto de genio.
Matadores: Daniel Luque, de blanco y oro, ovación y ovación tras petición de trofeo.
Álvaro Lorenzo, de berenjena y oro, silencio tras aviso y oreja
Ginés Marín, de nazareno y oro, silencio y oreja
Incidencias: La plaza registró poco más de media entrada en tarde tormentosa, con lluvia que condicionó la lidia en los tres primeros toros.
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