El Juli: siete Puertas del Príncipe

El veterano maestro madrileño pulveriza la estadística gracias a una gran actuación global que ya le ha colocado en el primer escalón del pódium de la Feria de Abril

El Juli: siete Puertas del Príncipe / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

Los amantes de la estadística andarán frotándose las manos recontando años, ternas y esos carteles que pusieron a Romero y a Espartaco a la cabeza del ansiado honor. Pero la Puerta del Príncipe, y las tres orejas que la validan, no son parámetros demasiado antiguos. Son historias que ya habrá tiempo de contar cuando se apaguen los rescoldos de esta Feria de Abril que ya había sumado los ‘portazos’ de Daniel Luque y Tomás Rufo además del de Guillermo Hermoso, que cotiza en otra escala mientras rehúse la verdadera competencia.

El caso es que El Juli se paseó por séptima vez bajo el mitificado arco de piedra gracias a una grandiosa actuación global que le devolvió a sus mejores fueros en esta plaza, uno de sus escenarios talismán. El precoz maestro madrileño, que ya se acerca a sus bodas de plata como matador, ya había mostrado ese excelente estado de sitio en la mojada tarde de los ‘victorianos’. Entonces fue otro torero de la casa Lozano –Tomás Rufo- el que salió en volandas de cara al Guadalquivir. Pero Julián ya había andado por la plaza en verdadero maestro, preconizando lo que estaba por venir...

Todo se lanzó con el primer toro de la tarde, un excelente ejemplar de Garcigrande, sueltecito en los primeros compases de su lidia, que mostró su buen son en los capotes y el gran tranco que anunció en banderillas. Julián cumplimentó al palco con prisas y se marchó sin más a los medios. La faena comenzó a brotar de menos a más y marcó la definitiva frontera en una hermosa trincherilla que abrió la puerta a una tanda espatarrada, trazando con mucha nitidez los muletazos. Pero es que El Juli iba a subir la cosa de volumen con la muleta en la mano izquierda, pasando al toro con exquisita cadencia, preciso pulso antes de romper por completo el trasteo en un exuberante pase de pecho.

A partir de ahí estaba el asunto lanzado, perfectamente enhebrado a la bondad del animal. Pesó en ciertos momentos cierta frialdad ambiental –era el primer toro y había gente aún en busca de su localidad- que no fue obstáculo para que el madrileño toreara en redondo con ampulosidad y pusiera, por fin, a la gente de pie con un largo cambio de mano. Aún hubo sitio para larguísimos naturales y otro de pecho más largo todavía antes de abrochar el excelente trasteo con muletazos ayudados. La espada, eso sí, cayó trasera y tendida. No fue óbice para que el palco validara el doble trofeo. Desde ese punto ya olía a Puerta del Príncipe.

Una puerta que iba a ser inapelable después de vaciarse de nuevo con el cuarto, un toro mansito, mentirosete en los primeros tercios y un punto descompuesto en banderillas al que adivinó pronto su buen fondo, sus verdaderas posibilidades. El Juli, que brindó al público, le cogió el aire después de las primeras probaturas para torearlo a placer: primero a izquierdas, después por la diestra, totalmente espatarrado antes de liberar la tensión con un ceñido molinete. El torero lo dio todo, recuperado en sus mejores fueros, y se echó a la piscina en un primer pinchazo del que salió comprometido, teniendo que tomar el olivo. Sin perder tiempo agarró la estocada definitiva que puso en sus manos el preceptivo tercer trofeo. Su séptima puerta ya estaba abierta...

Pero ése no fue el único lote cargado de posibilidades que saltó dentro del envío de la familia Hernández. Hay que reconocer que segundo y quinto también olían a triunfo gordo. Le tocaron a Josemari Manzanares, que volvió a hacer honor a su proverbial suerte en los sorteos. ¿Cómo estuvo el alicantino? Pues sólo podemos constatar que sigue lejos de sí mismo, de ese estado de gracia que le hizo torero adoptivo de Sevilla. ¿Para qué vamos a entrar en demasiados detalles? El Manzana, que toreó muy bien de capa a ese codicioso segundo, llegó a cuajar instantes más que intensos e interesantes en una labor falta de unidad, planteamiento, redondez... Muy al final hirvió la cosa en una breve pero muy intensa tanda que también sirvió para descubrir la verdadera exigencia del toro. Con la espada, y eso sí es noticia, estuvo hecho un pinchaúvas.

Pero también hay que reconocer que Josemari no suele marcharse sin puntuar. Y le cortó una oreja sin demasiados oropeles al potabilísimo quinto al que toreó bien con intermitencias por ambas manos. Una vez más, y ya era tarde, volvió a poner la intensidad en una serie diestra más reunida y compacta que llegó a arrancar la música con brevedad. Su proverbial espada sí entró esta vez a la primera. Paseó el trofeo rodeado de un cariño que parece inmarcesible.

Dejamos para el final el nombre de uno de los toreros más esperados en este ciclo continuado en el que sólo aparece una tarde, que se antoja escasa. Pablo Aguado tuvo la suerte de espaldas llevándose un lote de mansos que no le permitieron concretar casi nada. El primero, un buey de carreta, acabó huyendo de todo y de todos con genio del malo. Bastante hizo con cazarlo cuando buscaba la puerta. El sexto, al que pudo cuajar de capa, tuvo mejor aire en la embestida pero su condición de manso pesó sobre cualquier otra calidad por más que el sevillano se esforzó, llegando a dibujar muletazos de bella factura. Con el bicho en franca huida la faena se tornó en pelea, muy cerrado en tablas. Habrá que esperar a septiembre para volver a verlo en la plaza de la Maestranza.

FICHA DEL FESTEJO

Ganado: Se lidiaron seis toros de Garcigrande-Domingo Hernández bien presentados en líneas generales. Hubo hasta cuatro ejemplares con muchas posibilidades: el noble primero; el codicioso y picante segundo; el mansito pero importante cuarto y el potable quinto. El lunar negro lo pusieron los dos mansos –tercero y sexto- que formaron un mismo lote.

Matadores: Julián López ‘El Juli’, de carmín y oro, dos orejas y oreja. Abrió la Puerta del Príncipe

José María Manzanares, de rioja y azabache, silencio tras aviso y oreja

Pablo Aguado, de grana y azabache, silencio tras aviso y palmas de despedida

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Incidencias: Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’ en tarde primaveral en la que volvió a llover antes del paseíllo. Dentro de las cuadrillas destacaron los banderilleros Iván García y Mambrú además de Barroso picando al cuarto.

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