Del reencuentro de Pepe Luis a Morante, pasando por los toreros del Bosco

El diestro de La Puebla tendrá que esperar al postrer compromiso de Ubrique para redondear su reto pero la semana que se fue escondió otras claves taurinas más íntimas

Imagen de la capea de 1945 en el antiguo campo de fútbol de La RUS, una de las primeras celebradas.

Imagen de la capea de 1945 en el antiguo campo de fútbol de La RUS, una de las primeras celebradas. / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

En el Cortijo de la Sierra

El toreo, por su dureza, encierra una impresionante grandeza y regala momentos maravillosos. Unos cuantos privilegiados tuvieron la oportunidad de contemplar a Pepe Luis Vázquez Silva volviendo a torear en el Cortijo de la Sierra, una finca ganadera –bisagra de Sevilla y Cádiz- que perteneció en tiempos a Fernando Villalón, el cantor de las tierras y los hombres de la Baja Andalucía que soñaba con criar toros de ojos verdes en sus campos de Morón. Es importante recordar que el hijo del llamado Sócrates de San Bernardo arrastra las secuelas del ictus que sufrió en el verano de 2019 que le afectó a la movilidad del lado derecho del cuerpo.

Esos problemas aún se hacen patentes en el brazo y la pierna del veterano diestro sevillano pero no le impidieron tomar la muleta con la mano izquierda para torear las becerras que le había preparado una de sus más íntimas y queridas amigas, la ganadera Rocío de la Cámara. Rocío puso un cariño y una sensibilidad especial en esa cita –casi secreta- que suponía un auténtico reencuentro personal y taurino para Pepe Luis, que estuvo muy bien amparado por Eduardo Dávila Miura en la placita de tientas que se eleva sobre la antigua marisma. El sentido del temple y la naturalidad no se olvidan. Gloria a Pepe Luis, a todos los toreros...

Los toreros del Bosco

No fue la única cita íntima de la semana que se fue. La otra se había preparado el pasado sábado en El Roque, a dos tiros de Las Pajanosas, la dehesa serrana en la que pastan los ‘juampedros’ de la familia Soto de la Fuente. Un numeroso grupo de antiguos alumnos del Colegio Mayor San Juan Bosco, muñidos por Ricardo Sánchez Calso, se habían reencontrado para recordar los viejos y buenos tiempos, invocar a los que se fueron y poner a las plantas de María Auxiliadora lo que les dio y le quitó la vida sin importar canas, barriguitas, triunfos o naufragios, todas las muescas de la vida...

La jornada campera también implicaba el reencuentro con una de las viejas tradiciones del Mayor, la antigua RUS de los colegiales más veteranos. Se trata de aquella capea que festejaba a la Madre Auxiliadora en torno al 24 de mayo. La tradición, importada del colegio de Utrera, convertía el bizarro campo de fútbol del Colegio de las antiguas huertas de la Trinidad –era sede del Calavera CF- en un improvisado coso taurino en los primeros tiempos del evento. Posteriormente se llevó a otros escenarios como la perdida placita que cuidaba El Canelo junto al teatro romano de Santiponce, el desaparecido coso de Alcalá de Guadaíra o distintos escenarios del entorno de Sevilla como la finca de Pino Montano, la plaza de Guillena o la Venta El Granaíno.

La celebración estaba precedida de una disparatada campaña electoral en la que las distintas cuadrillas de universitarios pugnaban –con un ingenio que ya quisieran ciertos colegiales madrileños- por hacer el mayor disparate, culminado en unas elecciones psicodélicas en las que se elegían a los mejores. Del final de la fiesta es mejor no hablar. Tras la distribución de los desvencijados trajes de luces que guardaba el propio Mayor llegaba la hora de la verdad... ponerse delante de aquellas vacas de Buendía, Pallarés o Benítez Cubero gracias al valor que infundían ciertos bebedizos espirituosos. Detrás de los apodos escogidos por aquellos aguerridos toreros ocasionales se encuentran nombres que hoy pululan con distinto éxito por el mundo de la empresa, la banca, el derecho, la medicina. Hasta de la prensa. Habían pasado muchos años pero los becerros de Soto de la Fuente se prestaron a la fiesta, animada por la colaboración del club de los Aficionados Prácticos y la presencia de los diestros Manuel Jesús El Cid, Eduardo Dávila Miura y Pepe Moral. Nunca hubo Colegio Mayor más taurino.

A por las cien...

No pudo ser en Arenas de San Pedro. Las inclemencias meteorológicas frustraron la celebración de la que tenía que haber sido la corrida cien de Morante. Pero el diestro de La Puebla guarda aún un cartucho en la manga para culminar su particular homenaje a Joselito, primer torero que logró superar el centenar de corridas en una sola temporada. Es el festejo del próximo sábado, 29 de octubre, en el coqueto coso serrano de Ubrique. Es la última tarde que figura en la agenda del torero que redondearía así, a la vez que iguala la célebre marca si no surgiera ningún contratiempo, una temporada inolvidable, seguramente irrepetible, que ha estado sembrada de recitales antológicos.

La composición del cartel no se ha librado de vaivenes. Morante encabezaba una terna que completaban los toreros sevillanos Pablo Aguado y Alfonso Cadaval que, después de fracturarse el atlas en un entrenamiento campero, ha sido sustituido por el rejoneador onubense Andrés Romero variando por completo la anterior orientación del cartel. Bueno... El caso es que la dura lesión de Fon Cadaval, hijo del ‘moranco’ César, abre la puerta a algunos interrogantes. El joven matador persevera en una profesión en la que al final nadie regala nada. Cortó una oreja en abril a un gran ejemplar de Santiago Domecq. No le ha servido para navegar por el circuito en unos tiempos complejos en los que cuesta mucho sumar festejos sea cual sea la categoría de los matadores. En esa tesitura, con una agenda casi en blanco, inquieta mucho más la gravedad de un percance que pudo ser fatal. Ahí queda la reflexión...

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