Sevilla, finales de septiembre de 1919. Pronto hará un siglo justo. La ciudad celebraba la feria de San Miguel polarizada en lo taurino entre dos ídolos y dos plazas de toros distintas. En el viejo coso de la Maestranza se había izado la bandera del belmontismo y en la flamante Monumental reinaba la corte de Joselito y su ‘gallinero’. Belmonte, efectivamente, se anunció en las tres corridas programadas en los días 28, 29 y 30 de septiembre en el coso del Baratillo. Cerca del arrabal de San Bernardo, en la Monumental que se levantaba en la acera izquierda de la actual avenida de Eduardo Dato, se había programado otro ciclo taurino paralelo al de la plaza de la Maestranza. Y el nombre de Gallito también relumbraba en los tres festejos anunciados en aquel efímero coso que no sobrevivió a su creador. Uno y otro coloso, de alguna manera, se habían convertido en los mascarones de proa de cada plaza. Los datos son más que elocuentes: Gallito encabezó los carteles de diez de las once corridas organizadas en la Monumental hace un siglo. Pero aún le quedaron ganas para organizar un festival otoñal para la Macarena. En la plaza de la Maestranza, por su parte, se montaron diez corridas. En nueve de ellas estuvo presente Belmonte...

Llegados a este punto, conviene hacer un poco de historia. La plaza Monumental había sido inspirada por el propio Joselito. Se trataba de un edificio pionero, levantado en hormigón armado, que comenzó a construirse en 1916 sin renunciar a la atmósfera estética del Regionalismo que cambió la piel de la ciudad en vísperas de la exposición del 29. Ya los contamos en su día. El proceso constructivo no estuvo exento de contratiempos y hasta del hundimiento de gran parte de sus graderíos después de las preceptivas –y posiblemente excesivas- pruebas de carga.

El coso, finalmente, pudo inaugurarse el 6 de junio de 1918 en una corrida en la que, obviamente, relumbraba el nombre de Gallito. Pero la de 1919 –hace justo un siglo- sería una temporada convulsa que enfrentaría al flamante coso de San Bernardo y la vetusta Maestranza. Se llegaron a organizar dos Ferias de Abril paralelas con dos empresas distintas operando y compitiendo por separado en ambos cosos. La competencia alcanzó su cima, precisamente, en las alternativas –coincidentes en fecha y casi en hora- de Juan Luis de la Rosa y Chicuelo de manos, respectivamente, de Joselito y Belmonte reinando por separado en la Monumental y en la Maestranza. Fue el 28 de septiembre de 1919, hace justo cien años.

En esa tesitura, Gregorio Corrochano –el crítico del diario ABC- se propuso presenciar ambos acontecimientos a pesar de su coincidencia temporal. Para ello iba a contar con la colaboración del ganadero, garrochista, poeta y aristócrata sevillano Fernando Villalón, que puso a disposición del influyente periodista del diario madrileño su propio automóvil para que pudiera moverse de plaza en plaza. Corrochano también tendría el favor de otros aliados coyunturales: el adelanto horario de la función programada en la Monumental –que constaba de ocho toros- y el propio dinamismo y celeridad –desgraciadamente perdidos- con el que se resolvían los espectáculos taurinos a comienzos del siglo XX.

Don Gregorio tituló su crónica –dictada telefónicamente para que pudiera ser publicada en la edición del día siguiente- como ‘De la Monumental a la Maestranza y de la Maestranza a la Monumental’. Fueron los viajes que dio el periodista para lograr estar dos veces en el moderno recinto de San Bernardo y una, entre medias, en la plaza de la Maestranza para presenciar la alternativa de Chicuelo y la notable actuación de Juan Belmonte.

En su insólito relato –un único cronista para narrar lo ocurrido en ambas plazas- ya introducía un dato fundamental para ubicar las circunstancias en las que se organizaron aquellas dos ferias paralelas de San Miguel. Conviene recalcar esos datos de nuevo: si la Monumental era el bastión del ‘gallismo’, la plaza de la Maestranza se había convertido en el cuartel general del ‘belmontismo’. “A pesar de que la competencia de las dos plazas separa los toreros que desearíamos ver juntos y acumula los acontecimientos de más interés para un mismo día, hemos logrado ver la alternativa de La Rosa y Chicuelo”, señalaba Corrochano que –ésa es la verdad- no tuvo demasiada piedad con los neófitos.

El cronista estuvo, puntual, a las cuatro y media en la Monumental y a las ¡cinco! en la Maestranza para presenciar aquellos doctorados consecutivos. “Las alternativas tuvieron poco que ver. No fueron los toros fáciles para el lucimiento ni a propósito para el éxito clamoroso; pero tampoco respondieron los toreros a lo que de ellos esperábamos”, escribió Corrochano que después de presenciar la alternativa de La Rosa –lucido con el capote y discreto con la muleta- se apresuró a desplazarse hasta el Arenal para ver la alternativa de Chicuelo sin poder disimular sus preferencias que esconden una feroz crítica a la figura de Joselito: “...tomamos asiento en la Maestranza, la plaza alegre, la plaza bonita. No quiero decir que no sea también buena la plaza Monumental; pero es otra clase de belleza. La Maestranza tiene la lozanía de una mujer joven; la Monumental siguiendo la misma relación, es una jamona, una jamona guapa, pero... una jamona”. Sobran los comentarios...

Después de la cesión de trastos por parte de Belmonte, Corrochano tampoco se entusiasmó demasiado con la labor de Chicuelo aunque alabó su valentía y “tranquilidad”. Eso sí, el crítico de ABC se entregó sin fisuras con Juan Belmonte señalando que hizo “lo de torero grande, lo de verdadero mérito”. El antiguo orden de las corridas de alternativa colocó al Pasmo de Triana lidiando el tercer y cuarto toro. “Parecía que era él quien tomaba la alternativa”, insistía el cronista que pudo presenciar todo lo que quedaba de festejo volviendo a mostrar sus reservas con Chicuelo en su faena al sexto. Pero no había tiempo que perder. Corrochano volvió a subir al automóvil de Villalón para marcharse de nuevo a la Monumental con el tiempo justo de ver a Juan Luis de la Rosa con el último toro de la tarde. “Un toro difícil y un torero sin decisión”, escribió en su crónica. Pero don Gregorio iba a resumir sus sensaciones en un último párrafo demoledor: “...anduvimos de una plaza a otra en busca de emociones para ver unos lances de capa de Belmonte y una faena muy valiente del mismo; que las alternativas han sido una vulgaridad, no han valido nada, si bien ha quedado mejor Chicuelo que La Rosa, y que si la división en una y otra plaza no diera lugar a competencias por espíritus partidistas, pues hay una gran provocación por aplaudir en cada plaza a sus toreros, por molestar a los de la otra, más muestra de desagrado hubieran escuchado los que desde hoy son matadores de toros”.

Pero la feria, o las ferias, continuaban. Y el famoso crítico madrileño –aparcado ya el coche de Fernando Villalón- prefirió cubrir completa la corrida el día 29 en la plaza de la Maestranza. El Gallo, Belmonte y Chicuelo, flamante matador, figuraban en el cartel. El dato es importante: Rafael se encontraba muy distanciado de José debido a su falsa retirada del año anterior. Y Corrochano volvió a entregarse sin fisuras con Belmonte al alabar su toreo de capote pero sobre todo al señalar que “las palabras ‘superior’ y ‘colosal’ no dicen nada, no revelan nada, no me sirven, si quiero revelar el momento”. El cronista estaba, de paso, evidenciando su distanciamiento con Joselito que se trató de resolver algunos meses más tarde en la aciaga tarde de Talavera. En cualquier caso, la actuación de Belmonte fue apoteósica, triunfal... El llamado Pasmo de Triana llegó a cortar las orejas y el rabo y fue sacado a saludar varias veces después de dar la vuelta al ruedo.

Corrochano mejoró notablemente el juicio severo que había mostrado el día anterior sobre Chicuelo, que estoqueó su primer enemigo pese a ser herido durante el tercio de quites del toro de Belmonte. “Estuvo más decidido, más valiente que ayer”, escribió el famoso crítico. Pero el nuevo matador ingresó en la enfermería para no salir más aunque pudo reponerse para torear la tercera corrida de la feria, cortando dos orejas Don Gregorio reservaba la artillería de fondo para el último párrafo, poniendo una bomba lapa en la línea de flotación de la brevísima Monumental y un rejonazo en el mismísimo lomo de Gallito: “Mientras la Maestranza cuente con Belmonte y Belmonte esté como hoy, la Maestranza será la verdadera plaza Monumental de Sevilla. Mañana veremos si Gallito hace de la Monumental una plaza tan agradable como la Maestranza, que mañana nos toca ir por allí”.

Así tituló Corrochano la crónica de la última tarde de aquella doble feria de San Miguel en la que optó, precisamente, por la Monumental en una corrida organizada a beneficio del Montepío de Toreros. Joselito, Varelito y Juan Luis de la Rosa estaban anunciados para despachar la corrida de Gamero Cívico. José triunfó aquella tarde pero más allá del desarrollo estrictamente taurino del festejo hay que detenerse en las nuevas perlas que Corrochano va engarzando en su relato. ‘Joselito torea en el patio de su casa’ fue el título de esa postrera crónica en la que el autor denuncia que “desde que en Sevilla hay dos plazas de toros, no se puede ver torear en Sevilla”. El crítico señala que “no es cuestión de partido; es cuestión de intereses, de negocio, de propaganda...”. Pero don Gregorio seguía poniendo el punto de mira sobre José, recalcando que “aquello más que plaza parece el patio de la casa de Gallito”. El cronista reincidía en la idea, ironizando al señalar que “en este ambiente comprenderá el lector que no es la Monumental de Sevilla la plaza más indicada para ver torear”. Pero Corrochano terminaba de desmelenar su inquina con Joselito poniendo de vuelta y media su faena al primer toro de Gamero Cívico... El periodista aún tuvo sitio para hacerse eco de los resultados de la corrida celebrada al mismo tiempo en la plaza de la Maestranza admitiendo que “Chicuelo estuvo superior y consolidó su cartel”. Aún no había prendido la traca final: “En la Monumental no hemos visto grandes cosas; pero sí hemos visto cosas muy divertidas. Y como el caso es pasar el rato no podemos quejarnos”. La relación con Joselito quedaba definitivamente dinamitada.