Feria de Abril 2023

Ginés Marín se suma a la fiesta

El joven matador extremeño corta dos merecidas orejas de un gran ejemplar de El Torero, guinda única de un encierro muy desigual que no permitió reeditar el milagro morantista

29 abr 2023 / 22:30 h - Actualizado: 29 abr 2023 / 22:37 h.
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  • Ginés Marín, con sus dos orejas. / Arjona - Pagés
    Ginés Marín, con sus dos orejas. / Arjona - Pagés

Este santo no tuvo octava. El milagro morantista –revelado en la tarde mágica del pasado miércoles- no pudo repetirse en este sábado de fuegos que se vivió con aire de pescado vendido. A estas alturas pesa la feria y se cuentan, uno a uno, los grandes acontecimientos de un ciclo que aún tiene dos citas de cierta altura, incluyendo el esperado debut de los toros de La Quinta. Pero, para qué vamos a negarlo, el personal había acudido a la plaza de la Maestranza a intentar reeditar un acontecimiento que no sabremos si algún día tendrá par.

Ginés Marín se suma a la fiesta
Foto. Arjona - Pagés

El aura de Morante había logrado llenar los tendidos maestrantes sin lograr colgar el ansiado cartelito de ‘no hay billetes’ sabiendo que el peso absoluto del cartel recaía sobre su inmensa y arqueológica montera. El público subrayó esa expectación tributándole una ovación de gala tras el paseíllo, puesto en pie, que recogió con una elegante reverencia y sin llegar a destocarse. Pero en los toros no puede haber nada premeditado y si fuimos a ver a Morante nos marchamos de la plaza con el buen sabor de boca de la completa y luminosa faena cuajada por Ginés Marín que tuvo la suerte de cara sorteando la única bola premiada del desigual y globalmente manso envío de El Torero.

Ginés Marín se suma a la fiesta
Foto. Arjona - Pagés

Ese toro fue el tercero, un animal boyante, alegre, pronto y de sensacional clase al que Marín ya había toreado muy bien de capa, especialmente en los capotazos a pies juntos que le sirvieron para ponerlo en suerte en el caballo. El fulgurante inicio de faena, con el toro embistiendo a todo trapo, fue la declaración de intenciones de un gran trasteo, perfectamente administrado técnica y escénicamente. El toro mostró su importancia humillando y desplazándose en la muleta del torero extremeño que abrió y cerró las tandas con imaginación. Uno de las flores sirvió para abrir una rotunda ronda diestra –siempre entregado el toro- que cerró con un gran pase de pecho.

Ginés Marín se suma a la fiesta
Foto. Arjona - Pagés

Pero lo mejor estaba por llegar: con el toro más atemperado, Marín cuajó una sensacional tanda de naturales que hizo crujir la plaza. Estaba formando un verdadero lío pero hubo más: una trinchera se cosió a nuevos muletazos con la izquierda, dichos a pies juntos, perfectamente acompasado al toro. Le había formado un buen gazpacho culminado por ayudados y una estocada un pelín atravesada. La agonía se prolongó... mientras el toro se echaba o no se echaba se llevaban a Paula casi a rastras por el callejón. No anda para demasiados trotes. La gente tuvo paciencia y memoria para pedir las dos orejas que Ginés Marín paseó tan contento. No era para menos.

Ginés Marín se suma a la fiesta
Foto. Arjona - Pagés

No hubo Puerta del Príncipe

Tenía la llave numérica de esa Puerta del Príncipe que se reduce a pólizas y numeritos pero el sexto de la larguísima tarde fue un animal siempre a menos con el que hizo un sincero esfuerzo. Al bicho le costó siempre ir y puede que Marín, en las ganas de sumar ese tercer trofeo, se pasara de rosca. Se acabó echando y lo tuvieron que levantar para entrarle a matar. No había podido ser...

Ginés Marín se suma a la fiesta
Foto. Arjona - Pagés

Pero hubo otra oreja, de enorme peso y la cortó –precisamente- el torero que había llenado la plaza. Morante estuvo sencillamente perfecto con el primero, seguramente el toro de mayor mansedumbre que haya contemplado el autor de estas líneas. Se llamaba ‘Lancero’, un nombre mitificado en la genealogía brava de la sangre Domecq que no hizo honor a sus ancestros huyendo de todo y de todos hasta que Morante le paró los pies con un mazo de buenas verónicas. El de La Puebla había venido a torear y lo hizo en una faena de enorme fondo técnico y preciosista envoltura que comenzó con ayudados genuflexos, siguió por redondos –girando como la veleta de un palacio- antes de ponerse a torear con honda y arrebujada hondura. Sonaba ‘Suspiros de España’ pero el animal echó el freno. Morante aún le hizo alguna diablura antes de echarlo abajo de un fulminante espadazo. La oreja era de peso.

Ginés Marín se suma a la fiesta
Foto. Arjona - Pagés

Con el cuarto –siempre hablamos de lidia ordinaria- volvió a atracarse de toro manejando el capote después de soltarle la mano en los primeros capotazos. Pero pesó más, mucho más, la mansedumbre de un animal al que había que cerrar todas las puertas, obligarle en todo para extraerle lo poco que dio. Morante estaba despidiendo una feria histórica. Van tres seguidas.

Completaban el cartel el matador de toros Cayetano Rivera Ordóñez y el rejoneador portugués Antonio Ribeiro Telles que cumplía no sé qué aniversario. El hombre anduvo por allí con un manejable ejemplar de Passanha sin dejar demasiado rastro. El nieto del maestro de Ronda, por su parte, sorteó en primer lugar un ejemplar manejable pero sin demasiada fibra –el que hizo segundo de lidia ordinaria- al que toreó con corrección sin terminar de concretar nada. El segundo de su lote –quinto a pie- le mosqueó desde su salida por unas presuntas taras en la vista que casi nadie advirtió. Eso sí: fue un bicho bravucón, manso y con genio que sólo le sirvió para enfadarse con la cuadrilla –que tampoco tuvo su tarde- y enviarle miradas asesinas al presidente que, como la mayoría de la plaza, no se dio por enterado de esos defectos de visión. La verdad es que Cayetano, a estas alturas de su historia taurina, andaba de más en los carteles.

Ginés Marín se suma a la fiesta
Foto. Arjona - Pagés

Ficha de la corrida

Ganado: Se lidió a caballo, a modo de prólogo, un manejable ejemplar de Passanha. En la lidia ordinaria a pie saltaron seis ejemplares de El Torero, desiguales en todo. El mejor, con amplia diferencia, fue el tercero por boyante, enclasado, alegre y pronto. También se dejó, siempre a menos, el segundo. El primero fue un buey de carreta que acabó dejándose en la muleta. Manso el cuarto; con genio el quinto; de más a muy menos el sexto.

Actuantes: El rejonedor Antonio Ribeiro Telles, ovación

Morante de la Puebla, de calabacín y oro con remates negros, oreja y ovación

Cayetano, de pétalo de rosa y oro, silencio tras aviso y silencio.

Ginés Marín, de pomelo y oro, dos orejas y ovación tras aviso.

Incidencias: la plaza registró un lleno aparente en tarde calurosa. Saludaron en banderillas Antonio Punta y Manuel Larios. Destacó el tercero Alberto Zayas. Picó bien Guillermo Marín al sexto.