La espada modifica el marcador de Esaú Fernández

El calamitoso manejo de los aceros cambió la cuenta de resultados del diestro camero Esaú Fernández, que se mostró templado con el mejor toro del soso encierro de Alcurrucén pero dio lo mejor de sí mismo con el cuarto

27 sep 2015 / 21:54 h - Actualizado: 27 sep 2015 / 23:44 h.
  • La espada modifica el marcador de Esaú Fernández

Se lidiaron seis toros de Alcurrucén, correctamente presentados aunque sosos y descastados en líneas generales. El mejor del envío fue el primero, noble y de buen son en la muleta. El segundo resultó noble y el sexto se dejó a medias en el último tercio. El resto adoleció siempre de entrega.

Esaú Fernández, de noche y oro, ovación tras aviso en ambos

Borja Jiménez, de verde hoja y oro, silencio tras aviso y ovación

Lama de Góngora, de blanco y oro, silencio y silencio.

La plaza registró media entrada en tarde calurosa. Esaú Fernández resultó volteado por sus dos toros sin consecuencias. También llegó a ser prendido el banderillero Juan Manuel Raya por el quinto. Destacó con los palos Curro Robles.

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NO MUCHAS COSAS QUE CONTAR

El cartel que cerraba la breve feria de San Miguel y el propio abono sevillano había resistido más mal que bien el paso del tiempo desde el anuncio de la programación en el lejano mes de marzo. El argumento inicial era haber reunido en una misma terna a los tres matadores que habían tomado la alternativa durante la Feria de Abril pero también es sabido que la negativa de Garrido frustró ese planteamiento.

El hilo se retomó optando por sumar el nombre de Esaú Fernández para habilitar un cartel que sumara juventud y sevillanía. El caso es que el último que entró en el saco ha sido, a la postre, el que más y mejor ha justificado el empeño a pesar de esa desastrosa espada que le ha privado de marcharse a Camas con un puñado de cardenales, sí, pero también con alguna oreja.

Esaú fue el encargado de romper plaza, y lo hizo sorteando el toro de Alcurrucén que más posibilidades de triunfo brindó. Mansurrón y suelto en los primeros compases de la lidia, el animal rompió con verdadera importancia en el último tercio. El torero supo verlo y administrarlo en sucesivas series reunidas, muy ligadas, dichas siempre para dentro.

También es verdad que al trasteo le faltó redondez final y estuvo a punto de truncarse por completo por la feísima voltereta que siguió a una arrucina algo atropellada. El matador sabía que había que volver al pitón bueno del toro, el derecho, pero lo mejor que ya había trazado se estropeó en el filo de su espada.

Algo muy parecido le iba a pasar con el cuarto, un astado de peor nota que el anterior con el que Esaú apretó el acelerador con sincera entrega desde que lo recibió a portagayola –volvió a ser cogido espectacularmente sin consecuencias- hasta que cogió la muleta mostrándose sobradamente por encima de sus condiciones. El animal nunca tuvo entrega de verdad pero la faena del camero tuvo mérito auténtico y arrancó sus mejores registros por el pitón derecho antes de atrancarse de nuevo con el acero.

El segundo en liza era Borja Jiménez, alternativado el último Domingo de Resurrección de manos de Espartaco. El joven matador de Espartinas gustó mucho más con el quinto, el segundo toro de su lote, con el que sí dio la verdadera medida de sus posibilidades esperándolo y consintiéndolo en los medios. El toro fue más soso que noble pero acabó cantando la gallina.

Borja no había logrado convencer por completo a la parroquia con el segundo, un animal contagiado de la sosería de todo el encierro pero con ciertas dosis de nobleza que el menor de los Jiménez aprovechó en una labor correcta pero presidida por una frialdad argumental que pesó hasta con la espada, que manejó fatal.

Cerraba cartel y abono otro joven sevillano, también de alternativa abrileña. Se trataba de Lama de Góngora que no se vestía de torero desde que Ponce le cedió los trastos en la feria. La verdad es que la tarde le pesó y evidenció su falta de rodaje en una faena, la del tercero de la tarde, tan esforzada como desconfiada. El torero del Arenal no iba a mejorar la impresión con el sexto, que mereció un antagonista más preparado.