La imagen es conocida y forma parte de la propia iconografía de la Virgen de la Esperanza. El duelo por la muerte de Joselito el 16 de mayo de 1920 en Talavera llevó a Juan Manuel Rodríguez Ojeda a vestir de luto a la Macarena, la devoción vital de José, que había sido uno de los principales donantes de la cofradía de San Gil que en esos años fundamentales aborda su redefinición estética y las claves de su definitiva identidad como cofradía popular. En contra de la creencia más extendida, no fue hasta el día 31 de mayo cuando Juan Manuel cubrió de gasas negras a la Virgen de la Esperanza. El cuerpo de José había llegado a Sevilla el día 19 por ferrocarril. Fue el arranque de una impresionante manifestación de duelo que tuvo su cenit en los funerales catedralicios celebrados el día 21. Es historia sabida: aquellas honras fúnebres fueron motivo de protesta de la nobleza y la alta burguesía agraria de la época, que recibieron un repaso soberano en las páginas de El Correo de Andalucía por parte del canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón, íntimo del torero e inspirador intelectual de algunos de los proyectos en los que José había operado como benefactor y Juan Manuel como diseñador y ejecutor material.

Pero la primera idea de la Hermandad de la Macarena había pasado por sepultar a Joselito en su capilla de San Gil, a los pies de la Esperanza. La junta de gobierno no obtuvo la autorización necesaria y en esas circunstancias se gestó la cuestación popular para entregar de célebre pluma de oro a Muñoz y Pabón además de la organización de unas segundas exequias en la parroquia y a las plantas de la Virgen. El acta del cabildo de oficiales justificaba la impresionante solemnidad de ese funeral “en atención a las circunstancias que concurrían en el finado de prestar desinteresadamente su valioso concurso en pro del engrandecimiento de esta Hermandad”.

Juan Manuel Rodríguez Ojeda echó el resto, levantando un fabuloso túmulo en la nave central de San Gil que casi tocaba el techo. Entre bordados, cornucopias, blandones candelabros y hasta los faldones del palio de la Esperanza, la tremenda maquinaria fúnebre estaba rematada por un palio de tumbilla que protegía el simbólico féretro, cubierto por un paño fúnebre y acompañado de la vara de consiliario de Joselito. Pero más allá de aquel montaje que evocaba las efímeras arquitecturas barrocas, Juan Manuel iba a crear una de las estampas más originales e inconfundibles de la Esperanza Macarena, a la que situó en un altar provisional, bajo un dosel negro plantado en el presbiterio de San Gil. La Virgen aparecía vestida rigurosamente de luto, recubierta de esas gasas y velos negros que transparentaban los bordados de la saya y el manto y la blonda blanca de su toca. No podía ser de otra forma: la Macarena tocaba su cabeza con la fastuosa corona de la joyería Reyes que había soñado Muñoz y Pabón; diseñado Juan Manuel y financiado José con el producto de una novillada veraniega celebrada en la plaza de la Maestranza en 1912. Un pañuelo de encaje –la letrilla popular decía que la Macarena había llorado lágrimas de verdad a la muerte de Joselito- ponía en contrapunto blanco al llanto demoledor por el rey de los toreros.

La Virgen vestida de luto no podía pasar inadvertida para su creciente masa de devotos. La noticia dio pronto la vuelta al barrio de la Feria, al entorno de la Macarena y a Sevilla entera. En aquella época –hablamos de hace un siglo justo- no era común la posesión de una cámara de fotografía para uso doméstico. Uno de los que sí la poseían era Enrique García Oviedo, que regentaba un negocio de aceitunas en la mismísima Resolana. Los García Oviedo eran de sobra conocidos en la Sevilla de la época. Su hermano Carlos, de hecho, llegaría a ser rector de la Universidad de Sevilla en la década de los 50.

Pero no conviene desviarse del clima de consternación que siguió a la muerte de José, condensada magistralmente en el patetismo de la Macarena enlutada. Fue Enrique García Oviedo, seguramente, el que realizó la primera y más célebre fotografía de la imagen vestida de tal forma. La íntima amistad con Rafael El Gallo hizo el resto.

García Oviedo entregó una copia de la imagen al Divino Calvo, que conservó siempre esa fotografía entre los cachivaches de su casa de la calle 0’Donnell. Fue enmarcada entre damascos y molduras de oro. Pero aquella imagen reflejaba una de las amarguras más íntimas de Rafael, que llevaba sin hablarse más de un año con su hermano Joselito cuando le estremeció la tragedia de Talavera. La historia de ese distanciamiento ya se ha contado: El Divino Calvo se había cortado la coleta –que seguía siendo el sacrosanto símbolo de la profesión- en la intimidad familiar el 24 de octubre de 1918. El tijeretazo lo se lo pegó su madre, la bailaora Gabriela Ortega, que entregó la trenza a su hermano José. Éste le había organizado una temporada de despedida poniéndole una condición: que no volviera a vestirse más de torero. Pero Rafael rompió su promesa y volvió a los ruedos al año siguiente dejando aquella retirada, sus fastos y hasta los buenos oficios de Joselito en papel mojado. José nunca se le perdonó y no volvieron a torear juntos.

Pero la historia de esa fotografía –reproducida en el encabezamiento de este reportaje- no había terminado. La imagen y un gran número de recuerdos de Rafael volvieron a manos de los García Oviedo a la muerte de Rafael, después del 25 de mayo de 1960. Los tres hermanos –Enrique, Carlos y Florentina- murieron sin descendencia y cedieron todas esas reliquias a las hermanas Adela, Juana y Carmen Pastrana Rodríguez que habían formado parte de su entorno doméstico más íntimo. Ellas, solteras también, pasaron aquella fotografía de la Esperanza Macarena junto a la extensa colección de reliquias y recuerdos de Rafael a su hermana Felisa, germen de la familia Lozano Pastrana que sigue siendo la propietaria de esa impresionante colección de recuerdos gallistas que aún no han dictado su último capítulo. La fotografía de la Macarena que fue propiedad de Rafael formará parte de la exposición que prepara la cátedra Sánchez Mejías en colaboración con la Hermandad de la Macarena dentro del programa de actos que servirá para conmemorar el centenario de la muerte del coloso de Gelves. Es una imagen pequeña. Pero cuenta muchas cosas...