Morante, historias de trastienda

El diestro de La Puebla, que acaba de romper con Toño Matilla, se ha apoyado en una amplia nómina de apoderados en las sucesivas etapas profesionales y personales de su carrera

Morante posa para la cámara en la campaña de la Feria del Pilar de 2016. Foto: Joserra Lozano

Morante posa para la cámara en la campaña de la Feria del Pilar de 2016. Foto: Joserra Lozano / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

La noticia es recentísima aunque tampoco ha sorprendido demasiado. Morante ha decidido dar un nuevo golpe de timón a su larga carrera asumiendo personalmente la dirección de la misma. Deja así atrás la relación profesional que le unía –dicen que la personal permanece intacta- al poderoso empresario y apoderado Toño Matilla, dueño y señor de las fontanerías del toreo. Matilla ha llevado su contratación desde el otoño de 2018, justo después del célebre festival benéfico de la Macarena que sirvió para despedir con todos los honores al veteranísimo mentor Manolo Lozano al que estuvo vinculado un único y peculiar año.

Morante deja atrás una larga lista de mentores y etapas profesionales. Eso sí: el diestro de La Puebla siempre ha tenido la última palabra en sus asuntos llegando a pasar por encima de la opinión de sus mentores cuando ha considerado que había que dar algún paso concreto o asumir algún reto, como el reciente empeño –aplazado al 3 de octubre- de estoquear la corrida de Miura en Sevilla. Esta última decisión, en cualquier caso, no deja de ser una nueva vuelta de tuerca a una compleja carrera en la que hay que anotar innumerables apretones de manos y no pocas salidas y entradas al escenario. Es el sino de la historia taurina de un matador y un artista necesario, imprescindible e irrepetible.

De los inicios y la fallida exclusiva

Podemos rebobinar casi 30 años, recordando las primeras andanzas del futuro torero de la mano del desaparecido taurino sevillano Leonardo Muñoz, padre del diestro Emilio Muñoz y apodado El Nazareno. Muñoz le preparó su debut con picadores en Guillena en 1994. No faltaron peripecias de todos los colores en aquellos inicios en los que Morante logró encandilar a los aficionados con su aura de torero artista. Pero fue Miguel Flores, el recordado taurino malagueño y también fallecido, el primer prócer del toro que creyó en él, más allá de las polvaredas en las que navegó con El Nazareno. Y con Flores llegó a su alternativa burgalesa el día de San Pedro de 1997, hace ya casi un cuarto de siglo. Las desavenencias con Diodoro Canorea habían alejado su doctorado del coso sevillano pero los resultados cosechados en la Feria de Abril de 1998 y su única Puerta del Príncipe en 1999 -dos temporadas en las que navegó de la mano de José Luis Marca y Álvarez Canorea- animaron al viejo empresario manchego a prepararle una millonaria exclusiva que tendría corto recorrido.

La famosa exclusiva ya hacía aguas a la muerte de don Diodoro y quedó sentenciada después de la feria de 2000, preparada por el recordado empresario manchego –que murió el 28 de enero de ese año- para la coronación de Morante. Pero el entonces jovencísimo diestro de La Puebla resultó gravísimamente herido después de alimentar todas las esperanzas, frustrando muchas cosas. Manolo Macías, amigo del torero, se hizo cargo de sus asuntos profesionales en ese tramo de transición pero la temporada 2001 la estrenó con nuevo mentor. Manolo Camará, el prestigioso apoderado cordobés también desaparecido, tomó las riendas de su carrera sucediendo a Macías, que siguió vinculado al torero. Tampoco duró mucho. Al final de aquella campaña iba a llegar un nuevo acuerdo que inauguraba otra etapa profesional.

Paula: un apoderado imposible

Morante otorgó los poderes esta vez a su amigo y paisano José Luis Peralta, con el que afrontó un largo lustro en el que no faltaron las dificultades. El diestro cigarrero estaría ausente de Sevilla en 2002 y 2004, año en el que tuvo que cortar por lo sano para afrontar y resolver unos graves problemas psiquiátricos. Aún es recordada aquella rueda de prensa de mayo de 2004 que había sido convocada para anunciar su reaparición pero acabó sirviendo para que José Antonio, a ultimísima hora, comunicara su decisión de seguir en el dique seco.

Pero el torero iba a poner a prueba la capacidad de sorpresa del toreo una vez más. Al concluir la temporada 2006, Peralta se quedaba en el camino. Ese mismo otoño volvió a convocar a los medios en el hotel Alfonso XIII para anunciar a bombo y platillo que su nuevo mentor era Rafael de Paula. Los que conocían el paño torcieron el gesto. Aquella fábula no podía durar y Morante, fiel a su vocación de Guadiana, volvió a sumergirse en un nuevo eclipse después de mandar a Jerez al diestro gitano. Antes había quemado todas sus naves en la emocionante encerrona de la Beneficencia madrileña.

Pero -la historia se repite- el alejamiento no iba a ser demasiado duradero. Su antigua e íntima amistad con Antonio Barrera le llevaría a la órbita de su suegro, el constructor y ganadero José Sánchez Benito que le aseguró un altísimo caché difícil de materializar. El asunto saltó en la famosa espantada de Roquetas -se marchó de la plaza vestido de luces y sin hacer el paseíllo por desavenencias económicas- aunque el torero aún mantuvo a Benito -y Barrera- a su lado hasta 2009.

Aparece Curro Vázquez

Lo que nadie podía suponer es que el diestro de La Puebla escogería a Curro Vázquez para que llevara sus asuntos a partir de 2010. Ambos habían chocado poco antes, a raíz de la concesión de la medalla de oro de las Bellas Artes a Francisco Rivera, sobrino de Vázquez. Pelillos a la mar: Morante y el veterano diestro de Linares afrontaron juntos las temporadas de 2010, 2011 y 2012. Ese último año reaparecería en escena su cuate Antonio Barrera, recién retirado de los ruedos.

Barrera quedaba con las manos libres para retomar la carrera de su amigo bajo la cobertura empresarial del multimillonario mexicano Alberto Bailleres, mascarón de proa de la empresa Espectáculos Taurinos de México. Algunas formas y decisiones de Barrera, investido de embajador de los asuntos taurinos del magnate azteca, también acabarían por dejarle en el camino sin abandonar la poderosa casa empresarial, reconvertida en Fusión Internacional por la Tauromaquia (FIT) a raíz de las sucesivas alianzas con José Cutiño y los hermanos Chopera. Morante escogió entonces a un hombre de trastienda, José Miguel Carvajal, para hacerse cargo del trabajo de despacho.

¿Retirada o parada técnica?

Todo volvió a saltar por los aires el 13 de agosto de 2017, a raíz de aquel mano a mano con El Juli en El Puerto de Santa María. Fue una tarde aciaga para Morante, que inició su penúltimo eclipse cerrando una nueva etapa. El diestro de La Puebla declaró entonces sentirse “cansado de la forma de proceder de presidentes y veterinarios en muchas plazas a la hora de los reconocimientos, porque van en contra del toreo de arte”, e indicó que a veces es necesario “parar” para “dar un toque de atención y retomar el camino con ilusiones renovadas”. Paralelamente arreciaban los rumores que apuntan a que Morante, apoderado aún por el magnate mexicano Alberto Bailleres, no estaba satisfecho con algunas de las decisiones y condicionantes de su entorno profesional, por lo que aquella decisión supuso un drástico golpe de timón de cara a una hipotética reaparición de la entonces no se podían atisbar plazos ni fecha.

Pronto se supo que aquella retirada no era tal. Pero sí había una reaparición: la del histórico apoderado Manolo Lozano, con casi 90 años a cuestas, dispuesto a “bordarle” una nueva temporada que demoró su inicio a la Feria del Caballo de Jerez. Pero Morante ya había rubricado su vuelta a Sevilla con Ramón Valencia, que no dudó en acudir hasta los dominios del diestro cigarrero para estampar su firma encima del escritorio que había pertenecido a Joselito El Gallo. Fue el primer contrato que firmó el torero para aquella temporada de 2018 y el último que cumplió, retrasando su retorno al ruedo de la Maestranza hasta la feria de San Miguel. Unos días después, al terminar el festival del 12 de octubre organizado para la Macarena, culminaba aquella feliz y fugaz relación con Manolo Lozano, verso suelto de la todopoderosa casa empresarial toledana. Morante, sin solución de continuidad, volvía a sorprender a propios y extraños poniéndose en manos de casa Matilla. La cosa ha durado dos temporadas y un pico; con una pandemia por medio. El asunto ya no daba para más...

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