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4 meses, 3 semanas, 2 días: El desasosiego irremediable

Desasosegante y bella en su feismo. Esta película del realizador rumano Cristian Mungiu fue todo un descubrimiento al resultar un trabajo neutro en su planteamiento aunque profundo y bien armado. A pesar de los pocos medios con los que contó Mungiu es un trabajo que todo aficionado al cine debe ver.

24 sep 2016 / 12:09 h - Actualizado: 23 sep 2016 / 09:10 h.
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  • La última escena de la película de Cristian Mungiu es perturbadora y apela directamente al espectador. / El Correo
    La última escena de la película de Cristian Mungiu es perturbadora y apela directamente al espectador. / El Correo
  • Los personajes protagonistas de la película son dos mujeres que deben aprender a vivir en un entorno casi siniestro. / El Correo
    Los personajes protagonistas de la película son dos mujeres que deben aprender a vivir en un entorno casi siniestro. / El Correo
  • Anamaria Marinca resultó ser un descubrimiento muy a tener en cuenta. / El Correo
    Anamaria Marinca resultó ser un descubrimiento muy a tener en cuenta. / El Correo
  • Cartel de la película 4 meses, 3 semanas, 2 días. / El Correo
    Cartel de la película 4 meses, 3 semanas, 2 días. / El Correo
  • En 4 meses, 3 semanas, 2 días la denuncia de diferencias entre hombres y mujeres se expone de una forma brutal. / El Correo
    En 4 meses, 3 semanas, 2 días la denuncia de diferencias entre hombres y mujeres se expone de una forma brutal. / El Correo

En 4 meses, 3 semanas, 2 días (4 luni, 3 saptamini si 2 zite) se cuenta una historia tan sencilla como brutal. Además, queda demostrado, otra vez, que no son necesarios guiones llenos de meandros narrativos, vericuetos argumentales o trampas facilonas para que una película funcione.

La cinta del realizador Cristian Mungiu es, como decía, brutal. Abruma desde su sencillez, desde los escasos medios con los que contó, desde esa habilidad para sugerir o dejar fuera de campo lo esencial. Y porque va mucho más allá de lo que parece. Esta película no habla del aborto y solo de eso. La falta de libertad, la imposibilidad de vivir con el miedo a las espaldas, las diferencias entre clases y una insoportable desigualdad entre hombres y mujeres, son todas las aristas con las que el espectador va a encontrarse.

La película de Mungiu se acerca al cine de Michael Haneke. En las formas y en el fondo. Planos larguísimos en los que el universo parece ajeno a lo que pasa y nada parece reaccionar ante nada de lo ocurra. Una neutralidad desasosegante al plantear cada tema. Mungiu utiliza elipsis con gran maestría como lo hace el propio Haneke y aprovecha los recursos (mucho más escasos que los que tiene a su disposición el realizador austriaco) hasta exprimirlos sin compasión.

Arranca la película con un embarazo no deseado. Arranca con ello el dibujo de lo que fue Rumania durante los últimos años de comunismo. Arranca un viaje de pesadilla para dos mujeres.

Una de ellas no sabe ni qué hacer ni cómo y carga sobre su amiga el peso del problema. Esa amiga nada en un mar de problemas ajenos que no deberían formar parte de su realidad. Este papel es interpretado por una bellísima Anamaria Marinca. La actriz hace suyo todo el peso argumental y de sentido, logrando un trabajo de gran nivel. Es ella la que protagoniza las tres escenas más relevantes de la cinta (en la realidad las interpreta todas). La cena con la familia de su prometido en la que intentan dar lecciones de vida cuando ella ha destrozado la suya veinte minutos antes; el caminar por las calles oscuras buscando un lugar en el que deshacerse de su máximo problema (que le ha caído en suerte sin comerlo ni beberlo) y la escena final en la que mirará a cámara interpelando al espectador; son esas tres escenas fundamentales.

Todo es oscuro, agobiante, triste. La fotografía de Oleg Mutu logra esos efectos con rotundidad.

Música no hay. Tan solo cuando aparecen los créditos finales escuchamos una canción que están bailando en una boda. Eso es lo que parece. Escuchamos y tenemos en la retina la imagen, tozuda, de las dos amigas sentadas a la mesa. Resulta grotesca y ridícula.

Es de agradecer que esa neutralidad a la que me refería se imponga desde el principio. El aborto no se presenta como algo bueno o malo. Rumania no se perfila como esto o aquello. Nada aparece desde lugares que nos empujen a pensar de una forma concreta. El realizador cuenta la historia para que cada uno haga lo que quiera.

Hay que decir que Mungiu utiliza algunos trucos muy simples para elevar la tensión narrativa. Por ejemplo, aparece una navaja en pantalla que termina en manos de la protagonista, pero no será utilizada para matar a nadie. Ya saben que siempre se dijo que si en un relato aparece una pistola algún personaje tiene que disparar. Eso sí, la situación planteada es para que alguien cometa una verdadera masacre.

Desasosegante y bella en su feismo. Una película muy recomendable.