‘A house in Asia’ o de cómo el medio no tiene por qué ser el mensaje

Del 25 al 28 de enero en la Sala José Luis Alonso del madrileño Teatro de La Abadía, y como parte de un especialísimo ciclo sobre nuevos lenguajes escénicos, se exhibe este apabullante espectáculo ejecutado con un reseñable virtuosismo técnico. El Teatro de La Abadía es una parada obligada para todos los que visiten Madrid y tengan inquietudes artísticas.

28 ene 2017 / 12:49 h - Actualizado: 26 ene 2017 / 18:58 h.
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  • ‘A house in Asia’ o de cómo el medio no tiene por qué ser el mensaje
  • ‘A house in Asia’ o de cómo el medio no tiene por qué ser el mensaje
  • Técnicamente el espectáculo es estupendo. / Fotografía Nacho Gómez
    Técnicamente el espectáculo es estupendo. / Fotografía Nacho Gómez

A partir de mimbres atrevidos, pero no por ello menos reales, la idea en torno a la que gira este montaje transmedia más cercano a la performance, el happening o el videoarte, que al teatro al que nos tiene acostumbrados La Abadía, es la existencia de la casa donde estuvo recluido el terrorista islámico Bin Laden tras atacar las dos Torres Gemelas neoyorkinas el 11 de septiembre de 2001. En realidad las casas que aparecen en el espectáculo como marco multirreferencial son tres: la que fue el refugio del miembro de Al-Qaeda, construida en Abbottabad (Pakistán), gracias a la que asistimos a la denominada operación Neptune Spear, comandada en este caso por un ejército de Apaches y cuyo objetivo recibe el nombre de Gerónimo (explicado aquí a través del western interpretado por Anthony Quinn), la provisional construida por Columbia Pictures en Jordania, cerca del mar Muerto que se utilizó consiguientemente para el rodaje de Zero Dark Thirty, en Estados Unidos, película de Kathryn Bigelow que a pesar de optar a cinco estatuillas no obtuvo al contrario que En tierra hostil ningún premio de la Academia de Hollywood y que sirve para hablarnos críticamente del gobierno de Obama, y la utilizada en esta gran nación como prueba para los mandos militares. Se juega a que hay una cuarta que no es otra que la utilizada para la implementación del espectáculo, iniciándose así una sinécdoque (la parte por el todo), plagada de metáforas.

Ejecutado técnicamente con gran pericia por parte de Álex Serrano, Pau Palacios y Alberto Barberá, tanto en el manejo de cámaras digitales como en la selección de imágenes ajenas de apropiación (pasamos de ver a Gregory Peck de vaquero a capitán Ahab en la película de Huston, Moby Dick). El espectáculo trata de mostrarnos una gran disconformidad con las actitudes y poses del pueblo norteamericano frente a los temas que les preocupan como sociedad. El maniqueísmo así como una actitud entre épica, doliente y oscura se deja ver bajo el impacto ridículo de las imágenes (vemos soldaditos de plástico y también réplicas de videojuegos) definiendo a los Estados Unidos desde cierto infantilismo propio del abuso de un consumo que les viene grande, e ignorando cómo los musulmanes a los que están enfrentados pueden sufrir y ser igualmente dolientes que ellos. Al fin y al cabo, quien no está por ello parece que no vive en este mundo.

Varias son las ideas con las que se trabaja de un modo algo caótico; se habla de reflejos a través de la voz en off de un perdedor típico, para quedar éste a la altura dramática de un comediante surreal como es Groucho Marx en pijama delante del espejo. Por otro lado, los caballos que luchan contra apaches y los soldados de la Navy Seals terminan en un número esta vez sí puramente escénico con bailarinas a las que no se les ve la cara en torno y por mor de un personaje que podría erigirse en salvador del desastre y que no es otro que el cantante de Take That, grupo musical de adolescentes cuya canción Whatever seguramente resultaría un éxito de ventas como tantos otros. Este número musical se nos representa a estos efectos banal y en él se pone la mayor carga para ironizar acerca de ese maniqueísmo del que hablábamos.

Son abrumadoras la gran cantidad de referencias existentes y el objetivo parece ser el cuestionar desde una estética bélica todo intento de llevar razón; de hecho Trump (que también aparece) es producto de todo lo vivido anteriormente y no sólo y como muchos analistas dejan ver un hecho aislado y populista, sino un fenómeno explorado en el continuum que es la historia.

Presentado en inglés con sobretítulos en castellano, el espectáculo producido y realizado por el colectivo catalán Agrupación Señor Serrano fue galardonado en 2015 con el León de Plata de la Bienal de Venecia. No son novatos sus artífices en estas lides con ocho montajes anteriores entre los que destacan Birdie, Katastrophe o Mil tristes tigres.

Por otro lado, el espectáculo forma parte de un nuevo ciclo en torno a nuevos lenguajes escénicos que comenzó el pasado mes de octubre y culminará en julio con el show El hijo que quiero tener.

Montaje transmedia más cercano a la performance, el happening o el videoarte, que al teatro. Técnicamente sobresaliente y lleno de aristas que dejan un poso para reflexionar.

El maniqueísmo así como una actitud entre épica, doliente y oscura se deja ver bajo el impacto ridículo de las imágenes. / Fotografía Nacho Gómez

El espectáculo producido y realizado por el colectivo catalán Agrupación Señor Serrano fue galardonado en 2015 con el León de Plata de la Bienal de Venecia. / Fotografía Nacho Gómez