Antonio Mercero, un Spielberg donostiarra

La desaparición en Guipúzcoa de uno de los grandes personajes españoles que se pusieron tras la cámara de cine y televisión, Antonio Mercero, ha hecho que paradójicamente la hayan salido amigos de debajo del subsuelo en gran cantidad de obituarios. Desde Aladar le recordamos en la que fue una carrera dilatada y fructífera

19 may 2018 / 08:39 h - Actualizado: 17 may 2018 / 18:06 h.
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  • Antonio Mercero. / El Correo
    Antonio Mercero. / El Correo
  • Escena de ‘La cabina’. / El Correo
    Escena de ‘La cabina’. / El Correo
  • Protagonistas de la serie ‘Verano Azul’. / El Correo
    Protagonistas de la serie ‘Verano Azul’. / El Correo

Desde el pasado 12 de mayo, fecha en que el mal de Alzheimer acabó con sus días, a Mercero como a Chanquete, el viejo marinero amigo de los chavales de «Verano azul» encarnado por su tocayo Ferrándiz, le han salido amigos que, como donuts imaginarios, han querido formar parte de un legado que, como tal le pertenece a menos personas, siempre, de las que seguimos llorando, riendo y abrazando con nostalgia sus obras de televisión y cine. Y eso que Mercero pertenece a esa rara estirpe de los profetas en su tierra. Aprovechando además su desaparición, prolifera en change.org una petición popular por la que se pide que se reconstruya en la ciudad de Madrid esa terrorífica cabina que tanto hizo sufrir al personaje encarnado por José Luis López Vázquez. Pienso en Javier Krahe y en cómo vaticinó en forma de canción cómo no le gustaría que le dedicaran un busto o estatua que finalmente obtuvo sin permiso alguno, pero en cualquier caso no sé como le sentarían este tipo de bromas al finado que nos ocupa.

Nacido en marzo de 1936 en Lasarte y tras estudiar primero Derecho, parte a Madrid para formarse como cineasta, graduándose en la Escuela Oficial de Cinematografía allá por 1962, destacando anteriormente por su cortometraje «La oveja negra» de 1960. Tras rodar sus dos primeras películas en celuloide («Lección de arte» y «Se necesita chico») consigue un empleo en televisión como lo que hoy llamaríamos showrunner de grandes series de la época, donde llevó a cabo una larga y dilatada trayectoria.

Pero, ¿dónde queda «La cabina», ese clásico de terror de un realizador al que por sus últimos films podríamos emparentar sobre todo con Steven Spielberg?. Pues fue una de esas producciones pensadas para televisión que tras la serie «Crónicas de un pueblo», Mercero se empeñó en producir a pesar de que José Luis Garci y Horacio Valcárcel desistieron de convertirla en idea para serie, una rara avis, que si entendemos su obra desde la óptica soñadora y melodramática del rey Midas de Hollywood, acabó convirtiéndose en clásico como le ocurrió a «El diablo sobre ruedas».

Lo cierto es que la mirada de Mercero no siempre fue tan entrañable a la hora de trabajar con según qué historias, de hecho en los 70 su mirada de la infancia tenía rasgos de crueldad parecidos a los que practicaba Narciso Ibáñez Serrador en esa «¿Quién puede matar a un niño?»; de esta época son «Tobi», «Las delicias de los verdes años» o «La guerra de papá».

Si Ibáñez Serrador como Mercero fueron populares, la razón se encuentra más quizás en el «Un, dos, tres» y en «Verano azul» o «Farmacia de guardia» que a lo que muchos hoy consideran sus caprichos cinematográficos; este rasgo les permitió además cierta versatilidad en sus trabajos y, en concreto a Mercero hacer factible el hecho de que rodar con niños fuese menos complicado de lo que en un principio presuponía Alfred Hitchcock. «Verano azul» sigue reuniendo a nuevas y viejas generaciones junto al televisor en torno a esa pandilla de ciclistas que veraneaban en Nerja (alguno de ellos malogrado por el éxito a pesar del relumbrón que obtuvo) y jugaban cerca de la playa; por otro lado, si a alguien también le vino bien el éxito de «Farmacia de guardia» fue al entonces galán de teatro Carlos Larrañaga, aquí convertido en donjuán trasnochado y ligón.

Es gracias a estas series con las que empezamos a ver ese lado tierno por lo que algunos le recordamos, sobre todo en cuatro películas que se cuentan entre las favoritas: «Don Juan, mi querido fantasma», «La hora de los valientes», «Planta 4ª» e «¿Y tú quién eres?». En la primera sobrevuela la sombra de ese Larrañaga del que hablábamos. «La hora de los valientes», dirigida con enorme pulso dramático cuenta el empeñó por rescatar ante los nacionales gran parte de las obras del Museo del Prado. Por otro lado, «Planta 4ª» contó en primera persona con el apoyo en guión de Albert Espinosa, a quién acabábamos de ver en la serie «Abuela de verano» como actor y aporta una visión más que empática sobre los hospitales oncológicos y los niños que los pueblan. Por último, «¿Y tú quién eres?» podría funcionar como «The Dead» de Huston como triste obra profética de su situación personal, que le sobrevino al poco tiempo de dejar de rodar.

De un mismo modo, nos hacemos eco de su labor escénica en teatro en dos obras: «Isabel, reina de corazones» en 1983 y «Los verdes campos del Edén» para el Teatro María Guerrero.

Fue asimismo sucesor de Jesús Hermida en la presidencia de la ATV hasta el año 2000.