Big Fish: Vidas extraordinarias

El mundo es, finalmente, el dibujo que logramos hacer de nuestro paso por él. Podemos pasar de puntillas o podemos intentar hacer algo grande con lo que somos, con el entorno, con el sentido que tiene estar vivos. Tim Burton, un realizador algo irregular, logra con esta película un resultado sugerente, poético y lleno de mensajes que, bien tratados, se convierten es algo extraordinario.

04 feb 2017 / 12:28 h - Actualizado: 03 feb 2017 / 09:36 h.
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  • Convertir la vida en algo único es la propuesta de Tim Burton en ‘Big Fish’. / El Correo
    Convertir la vida en algo único es la propuesta de Tim Burton en ‘Big Fish’. / El Correo
  • Big Fish: Vidas extraordinarias
  • Big Fish: Vidas extraordinarias
  • Cartel de la película ‘Big Fish’. / El Correo
    Cartel de la película ‘Big Fish’. / El Correo
  • Tim Burton fabula y nos envía un mensaje: la vida esta pegada a la muerte
    Tim Burton fabula y nos envía un mensaje: la vida esta pegada a la muerte

Cualquier manifestación artística debe conseguir que los sentidos funcionen al máximo para que las emociones hagan saltar por los aires lo cotidiano. De nada sirve retorcer la realidad, una y otra vez, si el efecto que se logra no tiene que ver con un entendimiento modificado del cosmos. El arte no es algo que contemplamos para pensar que el mundo es muy bonito o cualquier cursilería insoportable. El arte es algo que nos cambia la vida por completo sin demasiados adornos.

Hacer de la vida; de una vida cualquiera, una vida de esas que todos tenemos; algo inolvidable para el que la vive, es cuestión de mantener las emociones en constante movimiento. Sólo así nos podemos sentir únicos y exclusivos, sólo así nos recordarán como seres especiales los que se sintieron del mismo modo mientras compartieron con nosotros cada minuto apasionado y apasionante.

Que yo sepa, la única forma de conseguirlo es fabulando, creyendo que lo inventado es cosa normal y lo normal cosa de sueños. Que yo sepa, la única forma de conseguir una vida extraordinaria es convirtiéndola en obra de arte. Parece cosa de escritores lo de inventarse vidas. Y no, los inventores lo que hacen es contarse, una y otra vez, la suya propia sin el pudor añadido de hacerla pública. Es algo que cualquiera puede hacer sin intentar vender libros. Esto sirve para los directores de cine, los escultores, los pintores o los artistas callejeros.

Tim Burton siempre me ha parecido un director irregular. A una película más que notable le puede seguir un pestiño absoluto, y a un pestiño una obra genial. Big Fish está entre las maravillosas. Por lo bien que describe el proceso creativo y su importancia, por lo bien que muestra cómo cualquier vida corriente puede ser extraordinaria, por lo bien que están los actores en sus papeles (Ewan Mcgregor, Albert Finney y Jesicca Lange especialmente), por lo claro que deja el espacio que ocupan realidad y ficción y el espacio que comparten ambas, por lo emocionante que es.

La película está llena de lugares fantásticos muy propios del cine de Burton, lugares fronterizos con la realidad y que pueden ser modificados si alguien cree que eso es posible. La película está llena de historias de amor y de amistad que se colocan, también, en la frontera en la que todo es importante o nada. La película está llena de aventuras que vivimos cada día, pero que no nos parecen nada del otro mundo, que se ven como insulsas y descargadas de cualquier emoción posible.

Algunos dicen que la película es un pastel lacrimógeno. Esta vez, me temo que están en un error. Hay que mirar desde la emoción cuando nos hablan de eso mismo. Plantarse ante cualquier cosa con una carga intelectual inapropiada por delante se convierte en un filtro imposible de sobrepasar. Lo intelectual puede quedarse escondido y no pasa nada. Y es una virtud saber hacer que desaparezca cuando toca. Además, ¿quién dijo alguna vez que la razón y el pensamiento (por profundo que sea) están reñidos con la emoción? Es al contrario.

Sería una pena dar pistas sobre la trama, sobre lo que representa ser un pez impescable, sobre donde deja Burton colocados los límites de una cosa u otra. Sería una pena que alguien (después de ver la película) se negara a plantearse que la muerte está pegada a la vida, que la alegría se arrima a la nostalgia o que el mundo es distinto a como lo vemos si hacemos un pequeño esfuerzo.

Una mínima capacidad de fabulación o ver una película tan exquisita como Big Fish nos permite convertir nuestra vida en algo colosal, en una obra de arte. Da igual lo que vean otros. Una obra de arte. Qué cosa tan grande.

Albert Finney y Jesicca Lange defienden sus personajes con absoluta solvencia. / El Correo

Ewan Mcgregor en un escena de la película en la que se enfrenta al ‘pez impescable’. / El Correo