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Blancanieves: Atrevimiento cañí

30 jun 2018 / 08:11 h - Actualizado: 29 jun 2018 / 11:28 h.
"Cine","Cine español","Cine - Aladar"
  • La fotografía y los muertos fue un asunto recurrente en la época durante la que se ambienta la película. / El Correo
    La fotografía y los muertos fue un asunto recurrente en la época durante la que se ambienta la película. / El Correo
  • Cartel de la película. / El Correo
    Cartel de la película. / El Correo
  • Maribel Verdú consiguió una interpretación sobresaliente. / El Correo
    Maribel Verdú consiguió una interpretación sobresaliente. / El Correo
  • Macarena García no fue la mejor elección para interpretar el papel que le tocó. / El Correo
    Macarena García no fue la mejor elección para interpretar el papel que le tocó. / El Correo

Las críticas excelentes, las nominaciones a premios o el atrevimiento de un director, no hacen que una película sea mejor o peor. Se puede entender que la industria cinematográfica española esté falta de un título de relumbrón, se entiende la búsqueda de soluciones a un panorama algo desalentador, pero no tanto alboroto cuando esta Blancanieves no aportaba casi nada al cine.

La película no tiene un ritmo que la haga, ni siquiera, entretenida. Salta de un lado a otro en la trama sin que exista continuidad entre lo visto y lo que se ha de ver. El director juega a que esta historia se la sabe cualquiera y abusa de ello. Por si era poco los intertítulos están elegidos francamente mal. Donde la expresión del personaje lo dice todo aparece un cartelito. Donde no está clara la cosa no aparece. No se remata bien el guión y el paralelismo con el cuento es, a veces, difícil de encontrar o explicar. Los personajes, dado que no se profundiza en ellos, tienden a quedar planos. Por ejemplo, los enanos toreros son eso, enanos; eso es lo que marca a los personajes. El único que parece destacar por uno de sus rasgos (el que odia a Blancanieves) modifica su actitud sin venir a cuento por lo que ese rasgo se viene abajo y queda al descubierto que no es más que un truco narrativo para intentar dar una continuidad imposible a la trama. La música, a ratos, se hace insoportable. Las zonas en las que las palmas y el flamenco quieren asomar son una tortura para cualquiera. Repetitivas, blandas. La película está rodada en blanco y negro. Muy bien. Pero ¿podría contarse esto mismo en color? Desde luego que sí. La elección del blanco y negro no tiene nada de artístico. Pero, ya que tenía que ser muda, pegaba lo de la falta de color.

La película plantea un drama que se convierte en comedia cuando uno de los personajes crece. El peso dramático cede ante una ironía bastante dudosa, ante un humor casposo (la madrastra posando ante el pintor con su mascota, por ejemplo). Pero es igual puesto que no termina de interesar ni lo dramático ni lo cómico. Si aparecen algunas cosas que resultan graciosas aunque en el guión no están para serlo. Eso de aprender a torear con una sábana y porque el personaje lo lleva en la sangre resulta hasta doloroso. Si no fuera por el papel de Maribél Verdú, el desastre sería absoluto. Es una madrastra imponente. Macarena García (es la protagonista de la única escena sobresaliente por estética y sentido; la última de la película) está bien aunque no parece que sea la mejor de las elecciones para interpretar el papel. Mi admirada Ángela Molina enseña su parte más descontrolada. Es verdad que en el cine mudo manda la expresión corporal del actor o de la actriz y el matiz musical. Eso es verdad. Pero a la señora Molina se le va la mano y el director, Pablo Bergér, no pone remedio. El resto del elenco no está mal. A secas.

La fotografía es otra cosa. Expresionista y muy cuidada. Francamente bien. Ahora, no es ningún descubrimiento. Esto es algo que parece no tener en cuenta nadie al ver el trabajo de Pablo Bergér. No hay nada nuevo después de Blancanieves. El vestuario notable. El maquillaje, especialmente el de Maribél Verdú, excelente.

Del mismo modo que ocurriera en The Artist, un animal (esta vez un gallo) tiene cierto protagonismo. Ni mucho menos que el del perro de la película de Michel Hazanavicius. En Blancanieves todo es cañí, todo se llena de tópicos que, si bien sirven para intentar una crítica social, se hacen cansinos.

¿Es, en realidad, una película atrevida? Desde luego, se renueva el cuento tradicional, pero no se inventa nada. La única cosa que se hace es trasladar de lugar la acción y ambientarla en un tiempo distinto (otra de las cosas buenas de la película es esa ambientación que logran entre el director y el fotógrafo Kiko de la Rica). Del resto de los elementos técnicos se puede decir lo mismo. Ese atrevimiento del que tanto se habla no aparece por ningún sitio.

Como ven, no se trata de una mala película y como experimento es aceptable. Pero esto significa que el metraje es excesivo porque los experimentos son lo que son. Y por mucho que se envuelva el trabajo en papel de seda será lo que es. Una película más.