Carmen del Conte: Apostarlo todo y ganar

Carmen del Conte es una actriz joven que intenta abrirse camino dentro del mundo del teatro. Desde muy joven ha querido ser artista, sigue con las ilusiones intactas y viendo cómo se mueve sobre las tablas, es posible que consiga sus objetivos. Al hablar, mueve las manos intentando encontrar ese matiz tan pequeño como definitivo; es capaz de emocionarse con las cosas corrientes y resulta ser una conversadora estupenda. Nació en Barcelona y en menos de un año alcanzará la edad de los protagonistas.

27 feb 2016 / 12:15 h - Actualizado: 22 feb 2016 / 11:12 h.
"Entrevista - Aladar","Teatro Aladar"
  • Carmen del Conte nació en Barcelona. Desde niña quiso ser artista. / Fotografía: Pablo Rodrigo
    Carmen del Conte nació en Barcelona. Desde niña quiso ser artista. / Fotografía: Pablo Rodrigo
  • Carmen del Conte apuesta por el esfuerzo y la perseverancia en su trabajo. / Fotografía: Pablo Rodrigo
    Carmen del Conte apuesta por el esfuerzo y la perseverancia en su trabajo. / Fotografía: Pablo Rodrigo
  • Carmen del Conte fundó, poco después de llegar a Madrid, la compañía teatral La Xirgu. / Fotografía: Pablo Rodrigo
    Carmen del Conte fundó, poco después de llegar a Madrid, la compañía teatral La Xirgu. / Fotografía: Pablo Rodrigo

No soy de los que creen en las casualidades. Todo tiene un porqué. Por muy escondido que esté, por extraño que pueda resultar, el azar nos ofrece oportunidades que parecen imposibles y son, desde luego improbables, aunque son. Aparecen y sirven para hacer de la vida algo un poco mejor. Este encuentro con Carmen del Conte es un ejemplo.

Carmen es una actriz joven, extraordinariamente atractiva y, por si era poco, comparto con ella una anécdota más que curiosa. Resumiendo muchísimo, y sin entrar en detalles, deberíamos habernos conocido de una forma y nos encontramos de otra completamente casual con cierta carga de extravagancia. En medio de la planta de alimentación de unos grandes almacenes. Ambos despistados y buscando cualquier cosa sin importancia.

Ella pide un té. Un cortado para mí. Le regalo el paquetito de tres dulces de chocolate que acompaña el café. Lo deja a un lado aunque sé que se los terminará comiendo.

Mientras charlamos sobre su trabajo en Danzad Malditos, la obra que se representó con enorme éxito hace unas fechas en Matadero de Madrid, Carmen me mira con curiosidad, como lo hacen los niños. Abre la pequeña bolsa de plástico y come un dulce.

«Se me abrieron muchas puertas con esta obra porque era un proyecto potente, importante. Yo venía de tener un trabajo de supervivencia como muchos que nos dedicamos a esto del teatro, pero necesitaba apostarlo todo, sentía que no me estaba comprometiendo totalmente con mi vocación de actriz, que no podía dejar escapar la oportunidad. Es muy difícil dividir los esfuerzos y que no se resientan ambas cosas: trabajo y el deseo de dedicarme por completo al teatro. Al final, eso resulta ser la mitad de todo. Decidí, aunque fuera durante un periodo de tiempo concreto, centrar todo mis esfuerzos en mi carrera artística. Y aquí estoy; más que satisfecha con el resultado».

Tienes toda la vida por delante, Carmen, le digo y hace una mueca que significa que no está demasiado de acuerdo con lo que digo. Pero yo sé que es verdad porque con los años se aprende que todo tiene su momento. También se lo digo.

Carmen del Conte nació en Barcelona aunque ha vivido, por cuestiones familiares, en varias ciudades. Su padre era italiano, su madre sevillana. Una señora guapísima que, también, fue artista.

«Mi madre trabajó en El Molino de Barcelona como vedette. Mi abuela quiso ser artista aunque la vida no se lo permitió. Por eso dedicó todos sus esfuerzos a que mi madre lograra subirse a los escenarios. Y yo, desde niña, he vivido con esos recuerdos en mi casa, las experiencias de mi madre, las revistas en las que aparecían sus fotos... Porque ella lo dejó al casarse; consideraba incompatible ser artista y madre o esposa. Por eso siempre digo que a mí lo de ser artista me viene desde muy niña. Veía el escenario, las fotos y quería estar ahí. Aunque mi madre me advirtió de que la profesión era muy dura, algo que no he entendido hasta ser bien mayor. Cuando ya era tarde; porque ser actriz es mi único objetivo».

Carmen del Conte fundó, poco después de llegar a Madrid, la compañía teatral La Xirgu. Me habla de ese periodo con cierta emoción, recordando cómo cada cosa que hacían era toda una alegría.

«Estuvimos seis años realizando teatro independiente, con los bártulos de aquí para allá. Era muy emocionante. Cada pequeña cosa que hacíamos era todo un acontecimiento. No cambiaría por nada esa época de mi vida».

Nos tomamos un descanso. Al fin y cabo, antes de actriz o escritor o cualquier otra cosa, somos personas. Y eso significa que hacemos cosas de lo más normal, prosaico o ridículo. Hablamos de nuestras cosas, de nuestras preocupaciones, de eso que no aparece nunca en las entrevistas. Descubro, poco a poco, la mujer entrañable, la persona que disfruta jugando con los niños o que afronta la realidad con los pies en el suelo, sabiendo que nada es fácil. Segundo dulce.

Pero volvemos a lo que toca.

Tienes mucho duende al actuar ¿no?

«En lo que hago hay muchas ganas de seguir adelante, mucho trabajo corporal, mucho estudio. Siempre trato de mejorar la técnica. Muchas, muchas, ganas de ser actriz, de creer en mí sin reparos».

Sí, sí, pero mucho duende también. Por cierto ¿eres muy buena llorando en el escenario? Carmen me mira con esa expresión que sirve para pedir explicaciones por la pregunta. Contesto enarcando las cejas, esa expresión que significa que no se ha podido evitar. Tercer dulce. Sabía que terminaría comiendo todos.

«Si logro emocionarme lloro de maravilla. Ese es el juego. Me emociono y lloro. Si no es así todo es mucho más aburrido. Es siempre mucho mejor sentir que fingir. Al menos sobre un escenario. Me lo paso muy bien cuando logro expresar emociones encarnando al personaje, no interpretándolo. Te decía antes que he aprendido siendo mayor que esta profesión es muy dura. Ni siquiera te puede gustar que gustes. Me explico. Todo es el resultado de un trabajo de años y no puedes creer que lo que haces es lo más de lo más porque eso puede estancarte. Hay que tener el ego bien controlado. En el teatro no valen los excesos de éxito. He trabajado mucho y lo he hecho para tener seguridad al salir al escenario. No quiero echarlo a perder».

Carmen afirma no haber dejado atrás nada en la vida.

«He ido encontrando. Perder, creo que nada. Todo ha ido sumando. De hecho estoy dispuesta a llegar hasta el final porque sé que hay mucho por encontrar. Lo que sí puede ser es que comienzo a notar la falta de algunas cosas relacionadas con la familia. Ya sabes, los niños y esas cosas. La ansiedad de la juventud la he perdido definitivamente. Debe ser que como mi abuela y mi madre renunciaron pronto, yo negaba la posibilidad de algo que no fuera trabajar en un teatro. Pero, ahora, veo con claridad que es necesario asentar la vida entera para que todo tenga el recorrido necesario”.

Bueno, mientras no te pierdas tú, la cosa irá bien. Por ejemplo, si no pierdes ese punto de niña que conservas intacto...

«Te haré caso. Pero es difícil de conseguir. Mira, el personaje que he interpretado en Danzad malditos, es alguien que se siente mejor pensando que está en otro lugar, que no sabe bien lo que hace allí. Pues, a veces, pienso en mí misma de la misma forma. Todavía me hago preguntas que me llevan a preguntarme si he elegido bien, si el futuro será generoso con mi esfuerzo».

Carmen, no te pierdas por el camino, digo. Y has elegido muy bien. Ya te lo digo yo.

«Que sí, que sí, que te haré caso».

Caminamos con tranquilidad antes de despedirnos, hablando de nuestras cosas, de las pasiones que nos mueven y sirven de aduana para llegar al territorio de la felicidad. Un abrazo y un hasta pronto sincero. Porque muy despistado tengo que andar yo si esta chica no logra triunfar sobre las tablas de cualquier teatro. Y nos servirá de excusa para volver a encontrarnos, tomar un té, un cortado y unos dulces minúsculos.