Con toda seguridad

Florencia del Campo, escritora argentina afincada en Madrid, entrega su novela ‘Madre mía’, un relato profundo, descarnado, intenso y, muchas veces, conmovedor. La autora tiene publicados tres libros infantiles en España y en 2016 publicó ‘La huésped’ en Base Editorial. Llegan las navidades y conviene ir teniendo a mano distintas posibilidades para hacer un regalo. Esta es una de ellas

25 nov 2017 / 08:58 h - Actualizado: 27 nov 2017 / 19:17 h.
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  • Portada de ‘Madre mía’, última novela de Florencia del Campo, hasta el momento. La portada es azul y en el centro se ve la ilustración de un avión de color blanco que representa ese viaje al que nos invita la autora y que estructura el texto. / El Correo
    Portada de ‘Madre mía’, última novela de Florencia del Campo, hasta el momento. La portada es azul y en el centro se ve la ilustración de un avión de color blanco que representa ese viaje al que nos invita la autora y que estructura el texto. / El Correo
  • Florencia del Campo, una autora joven, de mirada profunda y gesto amable. / E Correo
    Florencia del Campo, una autora joven, de mirada profunda y gesto amable. / E Correo

Florencia del Campo es una escritora que comienza a arrancar definitivamente. Quiere ser escritora y con esta novela publicada por la editorial Caballo de Troya, «Madre mía», demuestra que puede hacerlo y situarse en un lugar de preferencia entre los jóvenes autores que intentan hacerse un hueco dentro un mundo editorial difícil y, muchas veces, hostil con todo aquello que no represente unos ingresos desproporcionados. Hoy, muchas de las novelas que han marcado un antes y un después en la historia de la literatura, no hubieran sido publicadas. ¿Alguien cree que algún editor hubiera apostado, en estos tiempos que corren, por «Ulises» de James Joyce? Ya les digo yo que no. Con toda seguridad.

«Madre mía» es un relato excelente. Toma profundidad desde la primera página, los personajes se dibujan con tanta pulcritud como perturbadores resultan al lector, los diálogos están bien medidos y deja, al que tiene el libro abierto entre las manos, clavado al sillón durante la lectura. Aunque lo importante es que después, una vez cerrado el ejemplar, ataca la reflexión, la necesidad de contestar preguntas que no tienen solución clara. Si una novela consigue que el lector piense sobre sí mismo, uno de los objetivos del autor se cumple. Con toda seguridad, también.

Florencia del Campo hace un ejercicio narrativo más que interesante en el que prima la elección de un recurso sobre la propia trama. Informes médicos, prescripciones facultativas y el camino hacia un final inevitable y anunciado desde el principio, enumerado, narrado por extraños que sólo son capaces de percibir síntomas, de entregar pastillas de colores y detallar un proceso que nos arrastra a la zona más amarga de la realidad. Una realidad que, por otra parte, encontramos como experiencia del personaje principal y que hace saltar en mil pedazos lo que es, lo que ha sido, lo que quiso ser y lo imposible. Así son las cosas y si hablamos de padres e hijos nada cambia.

No quisiera revelar nada de lo que el lector se puede encontrar dentro de este libro de tapa azul celeste con ilustración de avión invitando a un viaje correoso, duro, difícil de digerir, que nos lleva hasta las cloacas propias que son las ajenas. Un personaje que nos dice que su cara es «sangre de cáncer goteando de mis ojos» es peligroso. Que sea «un sticker de mariposa pegado a la ventana» que no puede escapar, causa miedo. Que quiera descubrir que el rostro de su madre es más que una calavera, perturba. Que borre «el grafiti de la pared de la esquina y descubrir que sigue habiendo pared. Pared que no sea paja», resulta conmovedor. Porque todos somos así, nos sentimos así, tenemos las mismas esperanzas. Al menos, alguna vez.

Técnicamente, el relato de Florencia del Campo es impecable. La trama se presenta con un ritmo estupendo que no deja descansar al lector puesto que necesita saber. De eso va la literatura moderna. Bien editado, también.

La autora se ha hecho mayor como escritora y ahora debe elegir entre hacerse vieja o seguir siendo una jovencita que desea tener las letras a sus pies para mostrarles su cetro y que se ordenen como sólo una escritora de raza, de las de verdad, puede elegir. La primera opción es la buena. Con toda seguridad.

«Madre mía» es un libro que hay que leer. Con toda seguridad.