Creyendo lo imposible

Este artículo trata de magia y de magos. De aquellos capaces de transformar, aunque sea por unos instantes, la realidad, y volverla hermosa. De quienes consiguen hacer creer que todo es posible. Hay magos mundialmente famosos. Magos que forman parte de la misma historia de la magia, como los diez que se han incluido en esta pequeña selección. Y hay también magos increíbles, cuyo nombre no es tan conocido que hacen magia sin trucos.

02 mar 2016 / 09:00 h - Actualizado: 02 mar 2016 / 09:00 h.
"Teatro Aladar","Magia"
  • Juan Tamariz. / El Correo
    Juan Tamariz. / El Correo
  • Robert-Houdin. / El Correo
    Robert-Houdin. / El Correo
  • Dai Vernon (el profesor). / El Correo
    Dai Vernon (el profesor). / El Correo
  • Selbit. / El Correo
    Selbit. / El Correo
  • David Copperfield. / El Correo
    David Copperfield. / El Correo
  • Fu Manchú. / El Correo
    Fu Manchú. / El Correo
  • Slydini. / El Correo
    Slydini. / El Correo
  • René Lavand. / El Correo
    René Lavand. / El Correo
  • Willy Tidona. / El Correo
    Willy Tidona. / El Correo
  • Houdini. / El Correo
    Houdini. / El Correo

Hace un par de semanas, asistí a un espectáculo de magia que no me gustó nada. Por más que lo intenté, por más predisposición a dejarme envolver, por más que hice todo lo posible por tratar de sentirla, la magia no estaba allí. Había un señor haciendo (tengo que reconocer que bastante bien, eso sí), trucos. Y, pasado el disgusto (si hay algo que busco y encuentro constantemente en la vida, es la magia, que, como la poesía, se esconde en cualquier parte), me di cuenta de dónde había estado el fallo. Mi fallo. En haber dado por sentado que esa tarde, iba a vivirla. Porque, hasta ese momento, era lo que había ocurrido. Todo mago con el que he tenido la suerte de toparme, bien sobre un escenario, bien en un viaje de tren, sacando unas monedas del bolsillo y haciéndolas aparecer y desaparecer ante mis ojos antes de llegar a mi estación, o incluso en un bar, cuando resulta que uno de los presentes va por la vida con una baraja encima, presto a ilusionar, me ha hecho sonreír y creer que todo es posible. Conozco incluso a un mago que lo hace con palabras. No sé si vuelve mágica la realidad, o es que esta ya lo era. Cuando salí del espectáculo que mencionaba, la sensación de desconcierto era grande. Creo que derivaba del hecho de haber supuesto siempre que magia y trucos iban unidos. Que todo aquel que se dedicaba a ello, especialmente si hace de la misma su profesión, es porque lo siente así. Porque cree en la magia. No se puede transmitir algo en lo que uno no cree. Se nota la impostura, y la falta de emoción. Así que, en realidad, fue una suerte descubrir que, en ocasiones (las menos, estoy segura), no es así. Ahora, admiro y aprecio aún más a quienes son capaces de crearla, vivirla y, lo que es más increíble, hacer que los demás la vivamos. Sentir la nieve en la cara, volver a la infancia, en donde el mundo ha de ser un lugar repleto de sorpresas a cuál más maravillosa, ver cómo se esfuma un paquidermo, o aparece una paloma, es algo indecible. Y no basta saber hacer el truco para lograrlo. Afortunadamente, los más son auténticos magos. Extraordinarios. Como Jorge Blass, que nos acompañó en el primer número de esta andadura. Haga lo que haga, transgreda la ley física que transgreda, lo tengo claro: es magia. Porque (no voy a poner los grandes, ya que no creo que los pueda haber pequeños) la grandeza de un mago estriba en ir un paso más allá de transformar la realidad en ilusión. Está en ser capaz de crear una realidad ilusionante. Y eso es algo grandioso. Hay, y ha habido, magos estupendos, magníficos. Entendamos magos como neutro, por supuesto. Hay y ha habido, también, magníficas magas. De todos ellos, unos serán conocidos por el gran público. Otros, por el mediano. Y puede que muchos, por el pequeño. Y, de entre ellos, algunos forman parte, bien por su manera de hacerlo, de innovar, de crear nuevos trucos, efectos y/o rutinas, a la historia de la magia. Estos diez son parte de estos últimos.

Juan Tamariz

No solo tenía claro que Juan Tamariz formaba parte de estos diez, sino, también, que tenía que encabezar la lista. Por orden cronológico, claro. El mío. En mi amor a la magia, el primer recuerdo es verle con su violín imaginario, haciéndome abrir la boca de asombro, y reír a carcajadas, todo al tiempo. Más que muchos años después, lo sigue haciendo. Uno de los mejores – y más queridos- magos del mundo, especializado en cartomagia y magia de cerca, y un magnífico humorista. Premio Internacional de Cartomagia, autor de numerosos libros, y creador de infinidad de rutinas, juegos y técnicas, utilizados por magos de todo el mundo, como su baraja mnemónica. Además, ha estudiado y hecho grandes aportes al estudio de la teoría de la psicología del espectador, como su método de las pistas falsas. El mismo Dai Vernon aseguraba que nadie, en 80 años de profesión, le había engañado como Tamariz. Ahí es nada.

Robert-Houdin

Conocido como el padre de la magia moderna, Jean Eugène Robert (el Houdin era el apellido de su esposa, que solicitó formalmente utilizar tras el suyo), fue un grandísimo ilusionista francés del s.XIX. Combinando sus conocimientos de relojería y su interés por la magia, fue capaz de crear una serie de autómatas maravillosos, como el naranjo fantástico. Fue también quien popularizó la magia, sacándola de los salones y abriendo el que sería el primer teatro dedicado a ella, que acabaría en manos de Gerge Meliès. Además de eso, fue capaz, cuando fue enviado a Argelia para ayudar a sofocar la rebelión de 1856, de convencer a los árabes de que su magia y su poder eran superiores a las de sus hechiceros, haciendo cosas como atrapar balas con los dientes. Con razón el mayor escapista de todos los tiempos, Erik Weisz, estaba tan impresionado que adoptó su apellido como seudónimo, pasando a la historia como el gran Harry Houdini.

Dai Vernon (el profesor)

Sí, aquel a quien Tamariz había conseguido engañar como nadie, y que, a su vez, fue conocido por haber sido quien logró engañar a nada menos que Houdini. Se preciaba este de ser capaz de averiguar cualquier truco, con tal de que se lo repitieran tres veces. Hasta que llegó Dai Vernon y le hizo ocho veces seguidas el juego de la carta ambiciosa, sin conseguirlo. Uno de los magos más legendarios, sin duda, que tuvo mala suerte con los tiempos, que no eran los más propicios, a excepción de los años 20, para las artes mágicas. La I Guerra Mundial lo mandó al frente, la crisis de los 30, le hizo dejar la magia y volver a recortar siluetas (en lo que era un maestro), tiempo que aprovechó para investigar y crear nuevos efectos, como el número del Arlequín o la nieve china, que, si bien desde el punto de vista artístico eran magníficos, no dieron el resultado necesario a nivel económico, por lo que se retiró de la actuación para trabajar como revisor de herramientas en los años 50, sufriendo un accidente del que tardó mucho en recuperarse. De este modo, en los 50, se dedicó a dar conferencias y charlas a otros magos, hasta encontrar al fin su sitio en el Castillo Mágico de Hollywood, ya en 1963, en donde estuvo hasta su fallecimiento.

Selbit

El primero que, como bien precisa Ángel Idígoras en 51 historias de magos y un fakir de Cuenca, no es que partiera a una persona por la mitad, que ya se había hecho antes, sino que la recompuso tras partirla. Tuvo que ser algo impresionante cuando, allá por 1921, Selbit cogió a una mujer por primera vez en un escenario, la amarró por la nuca, tobillos y manos, dejó las cuerdas en manos de los espectadores, para que no se moviera, la metió en una caja de madera, y a base de enormes planchas metálicas dividió esta en ocho trozos. Tanto, que no estoy segura de que el público resistiese tanta emoción, y no hubiese desmayos que impidieran ver cómo la dama salía sin un rasguño de la caja.

David Copperfield

Uno de los magos más conocidos del mundo, es, sin duda, David Copperfield. El más mediático, y más espectacular, con shows televisivos emitidos en todo el planeta. Tiene en su haber hacer desaparecer la Estatua de la Libertad, el Orient Exprés, o atravesar la Muralla China. El mago de los grandes efectos. Muy cuestionado, también. No es universal entre la comunidad mágica que se trate de uno de los grandes. Pero de pequeña, disfrutaba de su show cuando lo ponían en la televisión como de pocas cosas. Y, sin duda, forma parte de la historia de la magia. Además, es el fundador del Proyecto Mágico, un programa de rehabilitación para ayudar a pacientes minusválidos a recuperar la destreza y habilidad perdidas, utilizado en muchos hospitales. Solo por eso, merece el sitio.

Fu Manchú

El mago, por supuesto, no el personaje de ficción del que tomó el nombre (y al que tuvo que renunciar, tras una demanda por parte de la editorial) Hijo del genial Okyto, descendiente de una larga saga de ilusionistas, creó un espectáculo completo, alejado del mago frente a la mesa, en el que había decorados, vestuario, y un enorme abanico de participantes, entre magos, acróbatas y actores, Bazar de Magia, con el que recorrió el mundo. Todo muy oriental, a pesar de ser genuinamente británico. Magia teatralizada, de enorme éxito, tanto por lo soberbio de sus efectos, como por el humor que lo impregnaba. Experto también en el uso de las sombras chinescas, podía presumir de haber tenido como ayudante, en su primera actuación pública, con cinco años, nada menos que a Houdini.

Slydini

Hijo de un mago aficionado, le atrajo especialmente el aspecto psicológico dentro de la magia, dedicándose a desarrollar especialmente el arte de la distracción o misdirection, de la que es conocido unánimemente como el rey. Fue también muy relevante a la hora de elevar la magia de cerca a categoría propia dentro del universo mágico, en vez de utilizarla para pasar de unos efectos a otros, siendo el primero en basar la actuación en el close up.

René Lavand

Una frase define el arte de René Lavand: no se puede hacer más lento. Elegante, prodigioso, cartomago reconocido mundialmente, tanto por el público como por los magos (posiblemente, incluso más aún por estos), es fascinante verlo en acción. Con una sola mano, la izquierda, debido a la pérdida de la mano derecha tras un accidente. Lo que ha supuesto tener que adaptar todas las rutinas, creadas para magos utilizando ambas extremidades. Por si fuera poco, es capaz de manejar las cartas y recitar versos o a Borges a la vez. El genio de la lentidigitación.

Willy Tidona

Si la magia consiste en que la mano sea más rápida que la vista, a Willy Tidona no le sirve. O no le sirve desde que, tras un espectáculo en una escuela, se acercó una profesora acompañando a una niña, para preguntarle si esta podía tocar la paloma, ya que Mara, que así se llamaba la niña, era ciega. En ese momento, cuenta él mismo, tuvo una sensación enorme de fracaso, ya que no había sido capaz de llegar con su magia a todos los niños allí presentes. Nace ahí el Proyecto Mara, magia dirigida a invidentes y discapacitados visuales, al que Willy Tidona lleva dedicándose desde 1991. Eso sí que es magia.

Houdini

..., claro.