Cultural revolución

La Habana se mueve. La juventud ha tomado las riendas de la contestación para intentar un cambio de la sociedad desde dentro. Olvidándose de las rencillas políticas que no han conducido a nada, buscan un soplo de aire fresco, un cambio. Necesitan avances en la calidad de vida, mejoras en los procesos democráticos que conserven los valores más significativos de la Revolución. Un equilibrio difícil de mantener entre la vieja guardia, y la penetración inevitable de la era digital.

27 ene 2018 / 08:53 h - Actualizado: 23 ene 2018 / 19:33 h.
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  • Maqueta para un monumento a Fidel Castro. / Augusto F. Prieto
    Maqueta para un monumento a Fidel Castro. / Augusto F. Prieto
  • Muro en el que aparecen los nombres de los participantes en un crowfounding para financiar los proyectos de Tania Bruguera. / Augusto F. Prieto
    Muro en el que aparecen los nombres de los participantes en un crowfounding para financiar los proyectos de Tania Bruguera. / Augusto F. Prieto
  • Espacio de Tania Bruguera. / Augusto F. Prieto
    Espacio de Tania Bruguera. / Augusto F. Prieto
  • Asistentes al evento. / Augusto F. Prieto
    Asistentes al evento. / Augusto F. Prieto
  • Florian Malzacher. / Augusto F. Prieto
    Florian Malzacher. / Augusto F. Prieto
  • Tania Bruguera. / Augusto F.Prieto
    Tania Bruguera. / Augusto F.Prieto
  • Luis Manuel Otero. / Augusto F. Prieto
    Luis Manuel Otero. / Augusto F. Prieto
  • Joanna Warsza. / Augusto F. Prieto
    Joanna Warsza. / Augusto F. Prieto

OTRO TRATADO

La acción «Otro tratado de París», que el artista Luis Manuel Otero Alcántara y la comisaria Yanelis Núñez Leyva han presentado en el Centre Pompidou de París, el pasado miércoles 24 de enero, dentro del ciclo «La nación y sus ficciones», busca provocar un lugar de encuentro para los cubanos, y lo hace desde la transgresión. Ha sido con la presentación del testamento de Fidel Castro, en el que este reconoce los errores cometidos y asume la responsabilidad por el caudal de confianza malversada. Un mensaje entrañable y patético, cuya voz ha sido recibida como una redención.

La obra es otro proyecto del Museo de la Disidencia en Cuba, fundado por ambos activistas en 2016, que funciona como laboratorio de conciencias. Estas iniciativas son combatidas por el Gobierno, dentro de un juego del gato y el ratón sobre los límites de lo tolerado. Otero ha pasado ya dos veces por los calabozos en los últimos meses, la última de ellas cuando la Seguridad del Estado interrumpió su peregrinación al santuario de San Lázaro en Rincón, cargando con una piedra, acto con el que –perdida quizás toda esperanza- acudía al santo, solicitando libertad y democracia para el país.

El camino a recorrer en este año es, como el de San Lázaro, arduo. Otero y Núñez están organizando la #00 Bienal, una muestra alternativa que reacciona a la suspensión de la 13 Bienal de La Habana, programada para octubre de 2018. El Consejo Nacional de las Artes Plásticas ha alegado la situación económica de la isla tras el paso del huracán Irma, y la necesidad de destinar los recursos a la recuperación nacional. Pero está claro que los motivos para cancelar una exposición que abarca la ciudad entera, y que se ha mantenido viva durante 25 años, son otros. Sobre todo, el miedo por parte del Estado de que las críticas levantadas por la escena artística utilicen el escaparate internacional, y las protestas se escapen de todo control.

Estas acciones inciden en la desesperanza que viven los jóvenes en Cuba, la mayoría de los cuales solo piensa en emigrar y, los que no pueden irse, frustrados por abrirse al mundo con la ventana de las nuevas tecnologías, lentas y restringidas. Sobre la desilusión de no ver ya en el horizonte ese proyecto de nación por el que lucharon sus padres, y en el que tantos se dejaron la vida con penurias y guerras idealistas. Conscientes de que no va a ser Trump, ni el Papa, ni el exilio de Miami, ni el capitalismo rampante, los que solucionen un futuro que solo les pertenece a ellos.

Para superar esta transición que ya no se puede parar, Otero juega a trasladar a la escala humana a los que han sido manufacturados como gigantes de la Revolución, reconvirtiéndoles y reconviniéndoles con su juego. Lo ha hecho con el testamento. También con su «Proyecto para un monumento imposible», una maqueta del monumento funerario que Fidel Castro prohibió que se levantara en su memoria, con el que el artista pretende desacralizar al personaje, y recuperar el derecho a manejar la memoria, instrumento básico para componer otro futuro. Porque una vez que los mitos vuelvan a ser humanos –afirma el artista- regresará la capacidad de corregirlos y criticarlos.

ACTIVISMO

Tania Bruguera es una de las más destacadas creadoras cubanas contemporáneas. Reside en los Estados Unidos, pero nunca ha dejado de tener Cuba como referente, como lugar al que volver, para cambiarlo, y sobre el que reflexionar, como eje de su obra. Ha sido detenida en la isla en varias ocasiones, quizás la que tuvo más repercusión internacional fue durante la performance «El susurro de Tatlin #6» en la que situó un micrófono en la Plaza de la Revolución, para que los ciudadanos pudieran expresar sus sentimientos sobre la situación creada tras la reanudación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos durante el mandato de Barak Obama. La acción fue desactivada por la policía, una vez que la gente comenzó a tomar confianza y las críticas al régimen elevaron el tono. Por acciones como esta, o la famosa de la Tate Modern de 2008, en la que dos policías a caballo hostigaban al público de la institución, está considerada como uno de los referentes del activismo artístico. Ha acuñado para su obra el concepto de «arte de conducta».

En 2011 creó la Asociación de Arte Útil para desarrollar sus proyectos. Durante la primera quincena de enero, Bruguera ha promovido en La Habana un taller con algunos de los más interesantes actores de los medios artísticos cubanos, entre ellos Yanelis Sánchez, Luis Manuel Otero, Adonis Milán, o José Ernesto Alonso. Los encuentros, que se desarrollaron en lugares mantenidos en secreto para evitar la interferencia del Estado, tuvieron su conclusión en el espacio de la activista en la calle Tejadillo, en cuya puerta se hacía notar la presión policial el pasado 8 de enero, bajo el epígrafe «¿Cómo estar preparado para lo (im)predecible?». Dirigieron las ponencias Joanna Warsza y Florian Malzacher, comisarios artísticos, teóricos y editores.

El conversatorio ha incidido en la historia y posibilidades del activismo artístico, bajo la intuición y el deseo de un cambio político y social en la isla, para el que se intentan buscar alternativas, siempre bajo la pregunta de «qué es lo que se quiere salvar» de todo ese acervo de criterios morales y logros sociales que provocó la Revolución. Este es el concepto más valido de lo que sucede en los medios intelectuales cubanos, la Revolución dentro de la Revolución, que incluye el mantenimiento de lo conseguido con esfuerzo, la ética del compañerismo y de la solidaridad, la aprensión contra el capitalismo salvaje, y la necesidad de contar, en una tarea común de reconstrucción y reencuentro, con ese exilio inmenso que está esparcido por el mundo, pero sobre todo en Miami, a escasas doscientas millas de la capital cubana.