El Bécquer más mentiroso

Un documental que, de alguna forma, echa raíces en Sevilla. Su nombre, «Bécquer y las brujas». El poeta, narrador y cronista aseguró que conoció a una de las brujas de Trasmoz, a Casca. ¿Es eso verdad?

20 nov 2018 / 22:02 h - Actualizado: 20 nov 2018 / 22:37 h.
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  • Un momento del rodaje del documental. / El Correo
    Un momento del rodaje del documental. / El Correo

En la séptima de las «Cartas desde mi celda», documento periodístico a la par que literario, Gustavo Adolfo escribía a su hermano Valeriano mientras intentaba curarse de la tuberculosis que le mataría un poco más tarde. Parte de la enfermedad la pasó en el monasterio zaragozano de Veruela, a lomos del Moncayo. El poeta, narrador y cronista sevillano cuenta cómo conoció ‘de verdad’ a una de las brujas de Trasmoz (cuya leyenda se asemeja a las de Zugarramurdi), llamada Casca y cómo entre ambos surgió una poderosa y atípica relación. Perfectamente, podría formar parte de sus románticas leyendas.

El Bécquer más mentiroso

Con estos mimbres, la cortometrajista zaragozana Elena Cid ha construido un guion y película documentales en la que académicos y expertos en literatura e Historia como Rafael Montesinos; así como alguna experta en brujería e historia de las religiones que empieza hablándonos de la Inquisición para más tarde hacerlo sobre las mujeres que poblaron la sierra del Moncayo y el castillo de Trasmoz; se alternan con reconstrucciones ficcionalizadas en torno a dos personajes de lo que podría ser un conato de cuento. Estos dos personajes principales son una poetisa actual bloqueada que viaja en coche interpretada con gracia por Laura Contreras y la bruja Casca, interpretada por su tocaya Gómez Lacueva, que aparece caracterizada teniendo en cuenta la imaginería medieval propia de los pueblos aragoneses (no olvidemos que cuando Bécquer viaja allí prácticamente se acaba de terminar la Inquisición gracias a las desamortizaciones de Madoz y Mendizábal en zonas urbanas).

Los escenarios desde donde se nos cuenta el documental son los originales incluyendo tanto la figura ejecutada en piedra negra del poeta en el castillo de Trasmoz por el italiano Luigi Maráez, como el legendario conjunto escultórico sito en el Parque de María Luisa sevillano sobre las tres gracias o momentos de la mujer, realizada por Lorenzo Coullaut Valera, si bien el interior del monasterio de Veruelas podría estar reinterpretado como espacio desde la visita de la poetisa a una biblioteca que parece más moderna.

Se nos habla igualmente de la etapa madrileña de Bécquer, así como de su familia original sevillana (su padre murió cuando tenía cinco años, por lo que tuvo que abandonar la casa de Conde de Barajas para irse con su tío que vivía en el barrio de San Lorenzo). De Madrid se cuenta que tardó en dar acogida a su talento literario, llegando a ser cronista de dos periódicos primero, en uno de los cuales publicaría tanto alguna rima suelta (que por entonces y a pesar de su inmortalidad posterior se utilizaban para secciones como las actuales del corazón) como artículos, cartas... y a pesar de que por fin su atormentada vida acabó en un piso de la calle Claudio Coello en la capital a la tierna edad de los 34 años (para documentarlo se muestran las pinturas y dibujos de Vicente Palmaroli y José Casado del Alisal), al finado y homenajeado principal de esta historia, también le dio tiempo a experimentar precisamente en Trasmoz con el daguerrotipo, invento anterior a la fotografía y que con la ayuda de su amigo Jean Laurent, aprendió a manejar algo rudimentariamente.

Este proyecto; que ha llevado años de documentación y que quizás peque de deber demasiado al contexto histórico de los siglos pasados, más que a las acciones de los protagonistas; ha sido posible gracias al esfuerzo titánico (Cid ha escrito, dirigido, editado y prácticamente post-producido el material) de un equipo de profesionales como Roberto H.G. en el sonido y su diseño, Raúl Quilez en la música, Beltrán García en la fotografía o Beatriz Fernández Barahona en la producción.