El relato

Difícil y árido texto que se encuentra a caballo entre la ficción y el ensayo. Ursula K.Le Guin escribe desde lo obsesivo. Partiendo de la premisa que afirma que todo está inventado, la autora hace un recorrido por todo lo que supone el conocimiento

30 jun 2018 / 08:20 h - Actualizado: 26 jun 2018 / 08:42 h.
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  • Ursula K. LeGuin. / Portland Art Museum’s Online Collections
    Ursula K. LeGuin. / Portland Art Museum’s Online Collections
  • Portada de ‘El relato’. / El Correo
    Portada de ‘El relato’. / El Correo

Feminista, ecologista y autora de renombre, en esta ocasión, Le Guin nos entrega otra distopía basada en el Tao chino, una filosofía o religión que convierte aquí a sus habitantes en meros archiveros del considerado Saber Universal, que incorpora no solamente el conocimiento necesario para sobrevivir, sino otro denominado impío, que no tiene ningún reparo en hacer ver cómo a través de un ZIP o mecanismo cerebral adaptado, todos somos iguales en el sentido más atomizado, pero no por ello peyorativo del término.

Que la humanidad está en guerra ya venía de mucho antes. Aquí nos encontramos con que el enemigo de los protagonistas de el Relato es todo afán ante alguien o algo invisible e intocable que puede estar dentro de nosotros.

La narración avanza a tirones, como negación a lo fructífero de una necesidad de Sherezade y «Las mil y una noches» que no llega. Y plantea qué es de nosotros sin ese germen de la ficción, quedando la realidad tan bellamente descrita aquí como una masa amorfa que obvia tan bello ejercicio: el de escuchar y contar historias, ese oficio que García Márquez definió en su día como el más hermoso e inútil del mundo, y sin el que no existiría ni germen de emoción siquiera.

Y el mundo permanece, pues lo que parece inherente al ser humano es la esperanza de cambio, una esperanza que una vez arrebatada, configura el Relato hermoso, breve y sucinto. El Relato como fábula sencilla que por el totalitarismo es imposible y donde el ser o lo que respira queda atrapado desde un principio. Todo ello a medias entre la ficción y el ensayo, y en el que la imaginación en el cómo no falta.

Desde el principio vivimos en una era tecnológica no tan disímil de la actual; en ella, la supervivencia se rige por la torpeza de movimientos y la suma obediencia a la Nada.

Es así como partiendo de una mirada de registro casi cero, el hombre, la mujer, su familia desarrollan necesidades tan obvias que no parecen de ese mundo. Le Guin parte de esa realidad que tantos opinadores exagerados creen que es cierta por desmotivadora: todo está inventado, por lo que si cualquier emoción nos sobrecoge, sólo queda consultarla en esa especie de vademécum gigante, donde figuran todos los poemas e historias que en el mundo han sido.

No hace falta ser muy listo como para entender que el hecho de unir un mundo tan apocalípticamente personal a la voz narradora hace que se resienta terriblemente también la labor lectora. En este universo o microcosmos excesivo por un lado y claustrofóbico siempre es en el que encuentra apoyatura para narrar desde lo obsesivo.

Calificación: Difícil.

Tipo de lector: Acostumbrado al universo de K. LeGuin.

Tipo de lectura: Atomizada.

Argumento: Atmosférico.

Personajes: No es lo mejor.

¿Dónde leerlo?: En una gran biblioteca.