El síndrome del prisionero

Si mezclamos un texto adecuado con el dibujo adecuado tenemos un buen cómic. Y este es un ejemplo de ello. La vida de un dibujante que pudiera ser una vida cualquiera se transforma es algo muy especial, divertido o inquietante.

18 feb 2017 / 12:00 h - Actualizado: 16 feb 2017 / 19:25 h.
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  • Viñeta de ‘El síndrome del prisionero’. / El Correo
    Viñeta de ‘El síndrome del prisionero’. / El Correo
  • El síndrome del prisionero

Los profesionales de la narración encuentran una excusa para hacer su trabajo en cuanto abren los ojos. Cualquier cosa puede ser un relato. Otra asunto bien distinto es que, finalmente, el artista desprecie eso que observa porque las prioridades sean otras.
Lewis Trondheim es de los que miran y, por muy enana que sea la cosa, por muy cotidiano que le pudiera parecer a cualquiera, encuentra un anclaje para lanzarse a dibujar y escribir con el fin de contarlo. Y, encima, lo hace con una maestría fuera de lo normal. Sus preocupaciones inventadas, sus conversaciones irrelevantes o un gesto insignificante se convierte en una página que mezcla un trazo elegante y detallista con el texto justo, el que es exacto para formar un conjunto delicioso. En este volumen, la acuarela es la protagonista y sus colores los que matizan cada estado de ánimo del personaje.
En El síndrome del prisionero nos encontramos con la vida de un dibujante, con los problemas de serlo, satisfacciones o frustraciones, falta de libertad para decir lo que uno ve aunque termina diciéndolo. Con la obra de un narrador.
En el volumen se pueden encontrar momentos más que divertidos, tristes o inquietantes. Eso que nos pasa a cualquiera de nosotros y dejamos pasar por ser lo que le sucede a todo ser humano.
Merece la pena acercarse al cómic y disfrutarlo.

Calificación: Excelente.
Tipo de lectura: Divertida y mucho más impactante de lo que uno puede llegar a imaginar.
Tipo de lector: Cualquiera que esté vivo.
Argumento: El día a día de todos.
Personajes: Él y usted.
¿Dónde puede leerse?: En cualquier lugar, a cualquier hora.

Lewis Trondheim. / El Correo