Ensayo sobre la tragedia

Visceral obra de teatro, que aúna psicoanálisis, tragedia y algún puntito de humor que los desacraliza. Cuando se programe en Sevilla habrá que acudir al teatro

02 dic 2018 / 11:37 h - Actualizado: 02 dic 2018 / 12:03 h.
"Teatro","Teatro Aladar"
  • Un momento de la representación de «Bienvenido a casa». / Fotografía de valenciaplaza.com
    Un momento de la representación de «Bienvenido a casa». / Fotografía de valenciaplaza.com

Una obra pequeña de presupuesto y ambiciosa de proyección.

La compañía valenciana Dacsa -una directora escénica y tres actores son suficientes para llenarnos de emoción con un texto en dos actos (el primero con varias escenas)- nos presenta «Bienvenido a casa». El texto, de primeras y dada su intensidad dramática con tintes de tragedia, se resiste; nos cuesta entrar. Empezamos a descubrir el poder de esas variaciones Goldberg en forma de diálogo, cuando de hecho tanto la dramaturgia (Manuel Valls, al alimón con Alejandra Mandli) como la dirección y ese pequeño escenario que tanto da de sí, nos embaucan y sorprenden a partes iguales.

La obra trata sobre desavenencias familiares entre padres, hijos y hermanos; y nos habla de un modo a veces atronador y bestial (el esfuerzo en este sentido vocal y corporal de Mandli y Valls es titánico) y cuando debe, mesurado y tranquilo, de una pareja de hermanos, cuya orfandad de padre les ha marcado profundamente; primero desde la separación con la madre, después y a la postre, desde la muerte elidida también de ella. El tema de la emigración entre Argentina y España está igualmente muy conseguido, con la idea desde un principio de meternos en ese viaje transoceánico, que resulta tener como punto de partida y de llegada el mismo infierno entre ellos, un infierno que propicia la muerte en el sentido más shakespeariano del término.

Ensayo sobre la tragedia
Intensa, sobria y poderosa es como se puede describir esta obra. / / Fotografía de valenciaplaza.com

La sobriedad escénica y la imaginación compositiva hacen que el público participe desde la reflexión sobre lo que pudiera tener en su propia casa, sobre la paternidad, sobre relaciones extremas (algunas de ellas más o menos exageradas) y sobre la soledad (ese gran tema tan presente y que bien desde el grito o la calma chicha del reproche, impacta desde los registros corporales y de voz de los tres personajes). Ernesto, ese hijo dócil aunque en el fondo caprichoso y su hermana, la rebelde Mar, ya nos hacen ver a través del viaje del que hablábamos, como los conflictos de hoy y de siempre están presentes en nuestra vida por más kilómetros que pongamos de por medio. La presencia por otro lado de un padre, interpretado por el también argentino Juan Mandli, nos transporta a aquellos personajes tan bien definidos de la serie de Campanella, «Vientos de agua», salvando las lógicas distancias en cuanto a producción de aquella maravillosa ficción que aquí en España dejó de emitir Telecinco. Un viaje por tanto, de no retorno, o de retorno zombi, donde la firma de un papel será decisiva.

Intensa, sobria y poderosa son, por tanto, los tres adjetivos que mejor definen una experiencia que debería llevarse a las grandes salas de Sevilla. Al menos los aficionados al teatro lo agradeceríamos. Los puntos de comedia, que los tiene, vienen dados por momentos de improvisación o taller teatral y tampoco son pocos aquellos en que emulando a Pimpinela o simulando un dramático incesto en la representación del cuento infantil «Hansel y Gretel», finalmente todo se desvanece en un intercambio de roles que podrían hacernos ver que todo no es más que una farsa.

El trabajo de dirección de Eva Zapico sabe manejar la intensidad y mesura de la que hablábamos y el técnico de Carlos Molina, David Sánchez y Luis Crespo está muy bien compenetrado, los dos primeros en luces y el tercero en escenografía, quedando muchas veces estas ímprobas tareas, y más en este tipo de espectáculos, relegadas al bajo presupuesto que en este caso no está reñido con la profesionalidad.

Estrenada en la Comunidad Valenciana en 2017, esta obra (la segunda tras «El último viaje de Cary Grant») escrita mayormente por Manuel Valls, ha viajado por Sevilla (Atalaya TNT), Ciudad Real y Albacete y desde esta página le deseamos larga vida.