Farándula

27 mar 2019 / 21:57 h - Actualizado: 27 mar 2019 / 22:13 h.
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  • Marta Sanz. / El Correo
    Marta Sanz. / El Correo

Dícese del término por el que se unen dos palabras: faralaes y tarántula. O al menos eso es lo que descubre Daniel Valls, auténtico triunfador, gracias a una amante o esposa rica francesa a la que abandonó tras hacer lo propio con Valeria Falcón, fetiche que algunos directores consideraron sobreactuada en sus últimos trabajos. Esta es la novela de Marta Sanz

Premiada con el Herralde 2015, encontramos en Farándula a una Sanz especialmente cáustica y poco compasiva hasta en términos de autoficción; alguien que ambienta la crisis cultural, que es humana y es gente, porque a ella ya no se le permite hablar de personas. Y resulta gratificante que se hable de las bambalinas desde todo rechazo previo a ser actor, a militar en causa alguna por ser todas invisibles. Y así, Valeria Falcón, que también imaginamos hizo demasiado cine poco comercial, se quita las telarañas yendo a visitar a su amiga Ana Urrutia, a punto del desahucio en los albores del 15-M y que además padece el síndrome de Diógenes.

Liberté, egalité y frivolité en un relato que no deja títere con cabeza, y donde la anécdota o argumento nos aparecen ya de primeras encharcados y sobredimensionados. El gusto por el teatro y la interpretación nos llega desde un punto de vista nietzscheano (»El ocaso de los ídolos») para hablarnos siquiera referencialmente y como desde el ojo de una cerrradura, de juguetes que se rompieron alguna vez, algunos irredimibles como el de María Asquerino, la Chelo Miralles que engañó a tantos niños haciéndoles creer que sólo era Espinete, o una Gracita Morales drogadicta. Después también se presta de la voz de otros Danieles Valls como Banderas, un Banderas que probablemente se serviría igualmente de la Griffith para seguir trepando.

Farándula

Novela contestataria, nos cuenta cómo hace demasiado tiempo que en teatro no hace falta que cuadren las cosas como en su género, y observa cómo las soflamas y protestas sean más puramente política que en cualquier otro arte.

El triunfador Valls se nos hace particularmente pequeño cuando se concibe a sí mismo como débil mental en manos de una economista y corredora de Bolsa que le admira por poseer un mundo interior que no existe, y desde este prisma también se va invitando a pasar a toda la morralla, por ejemplo, desde una Natalia de Miguel que acepta un papel en un reality televisivo, o su partenaire Lorenzo Lucas, ante cuyo papel de artesano, se le rebotan hasta los técnicos de luces,...

La obra se desarrolla también cerca de la plaza de los Vosgos parisina, donde el montaje de «Eva al desnudo» en uno de sus más principales teatros donde participa Valls, sirve de señuelo para que el tipo firme el manifiesto desde el que se le impondrá como destino fatal, la brujería de la Falcón.