Fighter: Cuando lo extraño y lo familiar son la misma cosa

El deporte ha servido en muchas ocasiones para narrar historias de superación. Lo que representa la práctica deportiva, su carácter competitivo, es una zona muy cómoda para que un personaje de ficción se desarrolle salvando dificultades de todo tipo y crezca para llegar allí donde las personas se sienten realizadas.

21 mar 2017 / 08:00 h - Actualizado: 20 mar 2017 / 11:45 h.
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  • Fighter: Cuando lo extraño y lo familiar son la misma cosa
  • Cartel de la película. / El Correo
    Cartel de la película. / El Correo
  • El Kung Fu se aprende para que el deportista controle sus emociones y no para pelear. / El Correo
    El Kung Fu se aprende para que el deportista controle sus emociones y no para pelear. / El Correo
  • Shaolin Master Yuan Shi Xing Wu. / El Correo
    Shaolin Master Yuan Shi Xing Wu. / El Correo

En occidente, alzamos la ceja cuando nos enfrentamos a culturas distintas a la nuestra. Desde los países de medio y lejano oriente nos miran con la misma cara a nosotros. Sin embargo, es posible que todas esas rarezas que encontramos, al echar un vistazo más allá de la raya trazada en el mapa, sean similares a las que gastamos en nuestra sociedad aunque maquilladas de esto o aquello. Por ello, sería más que importante que todos aprendiéramos a valorar lo de otros con naturalidad y sin los prejuicios que nos impiden recibir lo nuevo con cierta normalidad. Porque, finalmente, todo es lo mismo aunque mirado con un cristal de distinto color.

Fighter, 2007, es una película realizada por Natasha Arthy. Lo que nos cuenta esta directora danesa es cómo una joven de origen turco tiene que sobrevivir al choque de culturas que supone para ella y su familia vivir en una ciudad como Copenhague. Su familia, instalada en la tradición islámica, tiene sus normas de convivencia muy definidas y no coinciden con las que se encuentran en Europa. Aicha, la protagonista que es encarnada por Semra Turan, fracasa en el instituto, no se relaciona con normalidad con los chicos puesto que no puede tener un novio que no sea turco, y se encuentra desubicada. Ama el Kung Fu y esa será su vía de escape.

Las artes marciales son el eje que soporta toda la narración. Aicha es una extraordinaria deportista y gracias al Kung Fu podrá superar una serie de problemas que van a más cada minuto que pasa.

La película es muy, muy, entretenida; y el trabajo de la realizadora para lograr que los problemas sociales, personales y el Kung Fu, convivan en la cinta con cierta coherencia, da sus frutos. Ahora bien, esta propuesta deja todo el trabajo en una zona en la que el riesgo es menor. Ni tenemos crítica social con un desarrollo de gran recorrido, ni tenemos artes marciales en profundidad. Este es el problema de la película. Por esa razón solo se queda en muy entretenida.

Semra Turan está bien. Algo atacada cuando tiene que desarrollar el arco dramático de su personaje, pero bien cuando la exigen coreografiar los combates. Combates que, por cierto, no están nada mal contados. La directora abusa un poco de los planos cortos centrados en Turan, buscando una expresión que gusta, pero que empalaga cuando te la enseñan veinte o treinta veces. El compañero de reparto de Turan, Cyron Bjørn Melville, cumple y sirve de contraste en todos los sentidos. Físicamente, uno y otra son muy distintos y arrastran los rasgos que todos tenemos en el ideario común en el que encasillamos a las personas de un lugar del mundo determinado.

Natasha Arthy mueve la cámara con inteligencia tratando de no estorbar más de la cuenta. Y lo consigue. A veces logra que olvidemos que estamos viendo una película de cine.

El ritmo narrativo es el adecuado y se consigue, no solo con una trama que avanza sin problemas, sino con un montaje inteligente que busca la linealidad del relato aunque inserte algunas escenas de carácter onírico. Estas se repiten con ciertos cambios para que podamos entender la evolución que está sufriendo la protagonista.

El resto de los aspectos técnicos son suficientes y con un presupuesto modesto se consigue un resultado más que aceptable.

Los amantes del Kung Fu no quedarán decepcionados. Los deportistas que doblan a los intérpretes presentan un nivel muy aceptable y algunas escenas son deslumbrantes. Los combates están muy bien, pero es sobre el tatami donde los aspectos más técnicos de este deporte se pueden percibir con claridad.

Unir en una misma película tres formas de entender las cosas tan diferentes y un drama social de cierto calado, es un reto. Y en esta película se logra.

Semra Turan encarna el papel protagonista. / El Correo