Inés Piñole: La sonrisa eterna sobre las tablas

Inés Piñole es actriz, preparadora de actores y actrices (coach lo llaman los que recurren a los anglicismos innecesarios hablando un idioma tan rico como es el castellano) y directora teatral. No deja de sonreír nunca jamás. Aunque esté seria. Le interesa el teatro y no demasiado eso que lo rodea y que tanto tiene que ver con lo estrictamente comercial. En definitiva, lo que desea es contar su universo. Actualmente prepara el estreno como directora e intérprete de La voz humana de Jean Cocteau.

12 mar 2016 / 12:31 h - Actualizado: 11 mar 2016 / 08:38 h.
"Entrevista - Aladar","Teatro Aladar"
  • Inés Piñole. / El Correo
    Inés Piñole. / El Correo
  • Cartel de La voz humana de Jean Cocteau que se estrenará el próximo mes de abril. / El Correo
    Cartel de La voz humana de Jean Cocteau que se estrenará el próximo mes de abril. / El Correo

No es habitual entrevistar a nadie dando un paseo. Lo normal es sentarse en un lugar tranquilo, tomar un café mientras se charla y evitar pasar frío. Pero esta vez, el sol invita a pasearlo. Aunque el viento es fuerte y la temperatura no es la mejor, Inés Piñol y el que escribe, caminamos entre bromas, alguna que otra profundidad literaria y complicidades para dar y tomar.

Una de las cosas que echamos de menos los que nos dedicamos a escribir o al teatro o a la escultura o al cine, y no pertenecemos al mundillo de cada ámbito; es decir, los que no estamos interesados en la industria de las artes o en el papel couché; es poder compartir un rato con alguien que no se aburra hablando de lo que nos gusta. Por esto el paseo resulta especialmente agradable.

Siempre me resulta curioso conocer los orígenes y los porqués de los que deciden, un buen día, dedicar su vida al teatro. Así que sugiero a Inés que hable sobre ello.

«En casa no se podía encontrar nada relacionado con el teatro, pero yo deseaba ser actriz. Creo que llegar hasta aquí tiene que ver con los constantes cambios de residencia que viví siendo niña. Fueron cuatro ciudades distintas. Llegaba a un lugar nuevo, no conocía a nadie, me encontraba con unos primeros momentos de soledad en los que jugaba sola e iba creando un imaginario personal. Y, a partir de ahí, todo evolucionó hasta que decidí, finalmente, ser actriz. Y, no creas, no a todo el mundo le ocurre. Algunos terminan descubriendo que no quieren serlo en el camino. Comencé a estudiar en la escuela de Cristina Rota. Y pasó algo muy importante: nunca he querido o me ha interesado ser actriz para estar a la espera o a expensas de; o sin poder contar lo que necesito en cada momento. Llegó el día en que decidí colocarme en el lugar del que observa al actor; estudié ese lado y comencé a trabajar con actores para terminar en el territorio de la dirección».

Pero, entonces, ¿eres una mezcla de todo eso?

«Me considero más formadora y directora que actriz. Disfruto eligiendo eso que me permite contar; disfruto mucho con el análisis de las obras y llegar a descubrir cómo puedo hacer imaginar, primero a los actores y luego al público, eso que está escrito».

Para conseguirlo hay que tener un universo plástico muy importante ¿no?

«Creo que me sé rodear muy bien de los profesionales adecuados. Son de vital importancia para un director teatral».

Le digo a Inés que siempre he querido saber en qué consiste eso de dirigir una obra de teatro. Como nos da la risa, rectifico y le digo que sí, que ya sé de qué va la cosa, pero que, tal vez, los lectores no lo sepan y convendría comentar algo al respecto.

«Mi trabajo como directora consiste en ayudar al actor a crear el clima adecuado, crear situaciones muy concretas para lograr que todo confluya en el mismo lugar. A leer, previamente, el texto e intentar descubrir el universo que el autor ha dibujado para poder transmitir eso a todo el equipo».

La mala lectura de los textos nos lleva un tiempo. Aquí coincidimos ambos: casi nadie lee bien. Es más, casi todos leen mal y eso hace que los resultados, salvo que tengas un buen director, se vean en peligro. Comentamos la necesidad de incluir en la formación de los actores un espacio dedicado a la lectura, interpretación e, incluso, composición del texto teatral.

Y eso de entrenar actores ¿de qué va?

«Hago coaching. Alguien tiene un papel que tiene que interpretar y ayudo al profesional a descubrir al personaje, preparo con ellos las secuencias. Ten en cuenta que apenas se puede ensayar, por ejemplo, en el mundo de la televisión. Además los profesionales, dependiendo de cada campo, son excelentes técnicos en su ámbito, pero la dirección actoral no la desarrollan del todo. Ahora, parece que llega una nueva generación que sí puede traducir mejor el texto para que el actor interprete con total corrección. Yo lo que hago es ayudar para que el actor sepa qué hacer. Lógicamente, la última palabra la tiene el director con el que se encuentre posteriormente. Aunque es posible llegar a acuerdos. Los actores sugieren y los directores saben que, finalmente, es el actor el que más sabe del personaje. Salvo si la lectura que han hecho es superficial o literal en exceso. Porque lo peor de todo es que deben entender cómo colabora cada cosa (dentro del conjunto) para que el resultado sea una forma de convertir en teatro lo que dice el texto. No se puede leer pensando en uno mismo o creer que hacer tuyo el personaje es interpretarte a ti mismo».

Convendría que los actores tratasen de alcanzar una talla intelectual que les permitiera llegar a cotas de interpretación del texto aceptables. Es una pena que no sea así en algunos casos, añado.

¿Escribes?

«Me encantaría escribir mis propios textos, pero, de momento, los tomo prestados».

Oye, pues si quieres nos metemos en un proyecto. Escribimos y lo ponemos en escena, digo.

«Pero escribir lo tendrás que hacer tú».

No confiaría en nadie (que no fuera yo mismo, claro) un texto que tengo en la cabeza; ni siquiera en ti. Quería decir que yo escribo y tú diriges el cotarro.

La risa de Inés es sincera, auténtica.

Vamos con tu nuevo proyecto.

«Pues estoy con ‘La voz humana’ de Jean Cocteau. Mira, te voy a contar una cosa. Es curioso, pero me produjo un rechazo absoluto cuando la leí con 18 años. Con el paso del tiempo, de mucho tiempo, me he vuelto a encontrar con el texto estando en Nepal. Supongo que por el choque tan brutal de culturas que he experimentado, lo he visto claro. Del horror a la fascinación. Cada texto tiene un momento adecuado. Pues bien, somos tres actrices, dirijo yo y este es un proyecto que se sustenta sobre las actrices. Siempre es así. Las que contamos la historia somos nosotras. En Europa, al menos eso se dice, la cosa se apoya más en las ideas. Son los americanos los que se agarran más al actor. Y lo cierto es que Rosario Santesmases y Carmen Navarro me lo están poniendo muy fácil».

¿Vais descubriendo cosas de los personajes a medida que trabajas con tus actrices?

«Aunque tengo claro lo que dice la pieza, no sé cómo lo voy a terminar contando y ahí es donde las actrices toman importancia fundamental. Tengo una visión siendo respetuosa con lo que el autor quiere decir, lo transmito y comenzamos el trabajo para llegar a ese lugar que no conocemos de antemano».

Tal y como están las cosas, la pregunta es casi obligada y la respuesta me la sé, pero yo la hago: ¿tienes alguna esperanza que te haga pensar en no perder dinero con esta obra?

«Esperanzas económicas ninguna. Pero me hace feliz».

¿Hasta donde llega un director en el trabajo del actor?

«Yo entro en todos los campos posibles. Pero siempre con el afán colaborador por delante. Hay que entender al intérprete y que él comprenda qué esperas de su labor, cómo debe adaptarse a lo que dice el texto. Hay que evitar colocar al actor en el escenario y decirle haz esto o lo otro. Se trata de acordar, de comprender, de interiorizar la palabra para poder hacer sobre las tablas lo necesario para que la obra se vea. Por supuesto, lo mismo con escenógrafos, con coreógrafos... No puedo entenderlo de otra forma. Porque al final eso es otro personaje más, el escenario lo es. Es la magia de todo esto. Me gusta trabajar con gente que conozco y que habla mi mismo lenguaje. No me gusta lo que entendemos por montar: primero trabajo de mesa, el actor se sabe su papel, le dices como coge la taza y vas construyendo un puzzle con piezas ya cortadas. No puede funcionar».

¿Puede actuar cualquiera?

«Claro que sí. Tú no».

Me lo temía. Pero el aprendizaje es fundamental ¿no?

«Puedes haberlo desarrollado en otras áreas de la realidad y tal vez servir para interpretar. Yo creo en el trabajo y no tanto en eso que llamamos talento».

Hablamos de los textos actuales.

«Pueden ser brillantes, pero no se elaboran diálogos ni situaciones desde la dramaturgia y sí desde la narrativa. El espectador no asiste a la situación sino que se cuenta, no se da espacio al espectador, no se fían de las inteligencias. No se asumen grandes riesgos».

Inés, te recuerdo que eres actriz. Dime alguna cosita antes de terminar, anda.

«Me gusta actuar, pero prefiero la dirección. Me da mucha pereza el yo, yo y yo; mi personaje y nada más... Pero me divierte lo suficiente como para seguir subiendo a los escenarios. Por cierto, en algunos casos el desprecio por el trabajo de los actores está siendo preocupante. Hay quien no entiende que es su trabajo y debemos que tener cuidado. Y es una pena, porque la falta de oportunidades está produciendo situaciones absurdas. Por ejemplo, en las series de la tele todos trabajan igual; a todos les hacen trabajar igual. Todo se apoya en la palabra, no asistimos a ningún tipo de experiencia. Todos sentados, hablando con un tono bajito. ¡No pasa nada! Nos lo cuentan pero nos impiden asistir a eso que está ocurriendo y nos lo perdemos sin remedio».

El sol sigue en su sitio, el viento sigue soplando, Inés continúa sonriendo. Aunque el tiempo se nos ha escapado. Ya nos veremos en el teatro cualquier día de estos.