La conjura de los necios

01 abr 2017 / 12:49 h - Actualizado: 29 mar 2017 / 23:36 h.
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  • Portada de la novela ‘La conjura de los necios’. / El Correo
    Portada de la novela ‘La conjura de los necios’. / El Correo

John Kennedy Toole escribió ‘La conjura de los necios’ y no fue capaz de hacer que se interesaran por ella en las editoriales. Su madre sí lo consiguió aunque él no llegó a saberlo porque, tiempo antes, se había suicidado. Esta es una novela que unos aman y otros detestan

El tipo éste se pasó un par de años escribiendo una novela. Y después de eso todavía algunos más corrigiéndola. Es lo normal, supongo. El hecho es que John Kennedy Toole no era cualquier hijo de vecino sino todo un profesor de literatura, cosa que de algún modo le confería un aura especial. Cuando, por fin, terminó su ladrillo, La conjura de los necios, el autor empezó un largo peregrinaje que lo llevaría a presentar su original en un sinfín de editoriales. Como es lo usual, y al contrario de lo que él creía que pasaría, los rechazos no tardarían en llegar. Tampoco los portazos en la cara. Los editores se lo peloteaban como jugadores calentando en la cancha antes de un partido de fútbol. Hubo uno en especial que lo meció durante años y que en el colmo de su insensible divertimiento hizo que Toole corrigiera una y otra vez determinados pasajes de su novela, dándole vanas esperanzas de verla publicada, de por fin terminar de parir a su mofletudo y misántropo anti-héroe Ignatius J. Really.

Un día, sin decirle nada a nadie, el escritor de 32 años condujo su auto desde su Nueva Orleáns natal hasta Biloxi, Mississippi, donde paró en un descampado. De la maletera sacó una manguera y conectó uno de los extremos al tubo de escape. Por la ventana del lado del conductor introdujo el otro extremo en el habitáculo del auto. Abrió la puerta y se acomodó en el asiento, subió la ventanilla y encendió el motor.

Se suicidó.

Así, de pronto, muerto por las letras... Se diría incluso que a manos del mismísimo Ignatius.

No hubo otra razón aparente, al menos a primera vista.

Pero alrededor de diez años después, mientras ordenaba la habitación de su difunto hijo, la madre de John Kennedy Toole encontró un casi ilegible manuscrito. Lo leyó y le pareció una obra maestra. En ese momento la buena señora Toole se impuso la tarea de hacer que la novela que empujara a su hijo al suicidio fuera publicada. Empezó entonces un extenso y particular calvario que la llevó a presentar el manuscrito en infinidad de editoriales, sin resultados, como pasó con su hijo; sin embargo, a diferencia de John, ella tuvo el tesón necesario para agotar todas las posibilidades y finalmente tocar la puerta del escritor Walker Percy.

Percy no sólo leyó la novela sino que la devoró, cada vez más entusiasmado. Él mismo presentó el manuscrito en la editorial de la universidad donde impartía clases, la estatal de Luisiana. La conjura de los necios vio la luz, al fin, en 1980. En 1981, a John Kennedy Toole le fue concedido el premio Pulitzer de manera póstuma.

Dicen que se trata de una inteligentísima, ácida y disparatada novela. Muchos no dudan en comparar con Don Quijote al personaje principal, el desmesurado gordo Ignatius J. Really. Incluso hay una estatua de Ignatius en la calle Iberville, de Nueva Orleáns.

Aunque, sinceramente, no sé por qué.

Calificación: Ladrillo para unos, obra maestra para otros.

Tipo de lector: Genios. Y los que se conjuran contra ellos. Es decir, todos.

Tipo de lectura: Amable.

Engancha desde el principio. O no.

Argumento: Un gordo infame en el mundo.

Personajes: Lo mejor de la novela.

¿Dónde puede leerse? En el Burguer King.