La improvisación frente al abismo

María Vázquez es una actriz gallega que, después de veinte años sobre los escenarios, ha logrado llegar a su plenitud como profesional de la interpretación. Participa, hasta el 18 de junio, en la obra dirigida por Andrés Lima, ‘Sueño’, que se representa en el Teatro de la Abadía de Madrid. Vive intensamente el teatro, le divierte el teatro, está entregada a él porque no sabría interpretar de otra forma

20 may 2017 / 13:00 h - Actualizado: 18 may 2017 / 21:09 h.
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  • María Vázquez. / Fotografía cortesía de Trama Films
    María Vázquez. / Fotografía cortesía de Trama Films
  • María Vázquez. / Fotografía cortesía de Trama Films
    María Vázquez. / Fotografía cortesía de Trama Films

En esta época del año en la que uno no sabe si se está achicharrando de calor o va a pasar un frío horrible, lo mejor es hablar con gente que te hace olvidar ese pequeño frenesí que altera tanto los estados de ánimo. María Vázquez es una de esas personas. Simpática, sencilla, excelente conversadora y, además, honesta en su discurso, algo que no es tan habitual como uno quisiera en los tiempos que corren.

Es gallega de nacimiento (Chantada, hace 38 años) y vive en Santiago de Compostela. Dice encontrarse feliz, muy feliz, con el trabajo que está realizando en la obra teatral, dirigida por Andrés Lima, ‘Sueño’, que se representa en el Teatro de la Abadía de Madrid hasta el próximo 18 de junio. Y se siente feliz a pesar de tener que buscar la dichosa conciliación familiar que con las actrices es especialmente esquiva.

Charlemos, le digo. «Me tienes que guiar que soy muy parlanchina», replica. Empezamos y ya veremos qué sale de aquí. Tranquila, le advierto.

«Sí, conciliar la vida laboral y profesional es imposible. Yo tengo suerte porque con mi pareja, que también es actor, vamos compaginando los trabajos que van apareciendo. Vamos estudiando lo que nos llega y ya decidimos qué hacer para que siempre esté libre uno de los dos. Pero es muy complicado y no siempre ocurre. Menos mal que los abuelos ayudan mucho. Pero se necesita mucho dinero para que otros se hagan cargo de los niños y eso de ganar mucho es cosa de pocos y a nosotros no nos ha tocado. Se hace todo cuesta arriba».

Vives en Santiago, ahora trabajas en Madrid...

«Claro, es otra complicación. Tenemos la base en Santiago, pero no nos libramos de traslados de colegios, cambios apresurados...».

Comprendo muy bien lo que dices, pero esto lo has elegido tú, querida.

«Eso es verdad. Te cuento como fue la cosa. Quería ser bailarina. Comencé a hacer teatro con 18 años para completar la expresión corporal en la danza. Pero descubrí que estaba equivocada, que lo que me gustaba de verdad era el teatro. De hecho, en ballet siempre tenía unas notas maravillosas en expresión y aprobaba a secas en técnica. Aquello, algo quería decir».

Si se habla de danza se habla de otros códigos. Queremos que todo tenga el mismo para interpretar cada cosa (danza, teatro, ópera, cine...) y eso no funciona. ¿Cómo es posible que no comprendamos esas claves de algo tan ancestral como es la danza?

«No estoy segura. Tal vez en el teatro se busca más un hilo conductor que deje todo más claro y en la danza se hacen las cosas ‘por derecho’, se dice ‘ahora hago esto porque es lo que hay que hacer’. Ten en cuenta que en la danza se juega más con las sensaciones. Y, por supuesto, la danza moderna se ha salido de ese código del que hablas para contar las cosas desde otro sitio, desde donde se puede contar este mundo tan extraño en el que vivimos. Pina Bausch, por ejemplo, cambió todo. En el teatro nos enseñan que lo importante es la historia y no uno mismo o lo que siente el actor. Creo que es esa la gran diferencia».

¿Es eso cierto?

«Claro que sí. Y es bueno para acabar con los egos desproporcionados. Lo importante es lo que quieres contar y no tu propio cuerpo o tu propio yo».

Planteo a María una duda que asalta. ¿Por qué un mismo papel cambia tanto en manos de un actor u otro? Supongamos que los dos tienen un nivel técnico parecido. Suben al escenario y la cosa cambia radicalmente. Si lo importante es la historia y no el actor o su cuerpo o lo que siente; no termino de entender dónde se encuentran la diferencias.

«Es que, creo yo, tiene que ver con quien se entrega a la historia. A ver, yo soy un poco friki y te voy a hablar de una cosa muy interesante. Existe algo que se inventó Bert Hellinger que se llama Constelaciones familiares y que resulta muy impresionante. Descubrí, haciendo esa terapia, que si un actor fuera un canal real de ese personaje, es decir, si no tuviera los filtros de sus miedos o de sus inquietudes, todos podríamos actuar de maravilla. Por eso, los actores más entregados, los que hacen su papel con cierta locura, casi en trance, llegan más y mejor al público. A veces me digo que debo estar más loca (risas) para conseguir encarnar mejor al personaje. El control es muy malo para interpretar; tener miedo al abismo, al vacío o a cualquier otra cosa es muy malo. Me gusta improvisar; siempre dentro de los límites que marca la escena; pero dejando lugar a que pase algo nuevo que convierta ese abismo del que hablaba en algo inofensivo».

A lo loco, a lo loco. Sin filtros, bromeo.

«Me divierte mucho actuar y, además, no me falta trabajo. En Galicia se escribe mucho para las mujeres. Es una suerte. Además, creo que estoy en un muy buen momento. Me soporto más que antes; no me juzgo tanto como lo hacía antes. He aprendido que, a veces, el trabajo en el que más te has esforzado es el que le parece peor a la crítica, pero que de eso hay que sacar cosas positivas y no martirizarte».

Te queda mucho por delante, María.

«Ya lo sé, pero en la sociedad actual, tener más de 30 años y ser madre te convierte en una persona mayor. Te hacen dudar».

Si tú eres mayor creo que yo soy Matusalén. ¿Qué has necesitado para ser actriz?

«Para ser actriz hay que trabajar la mente. Hay que ser listo para poder trabajar bien. Leer, saber estructurar, pensar sobre lo que vives, entender lo que dicen los textos... Te lo digo por experiencia porque yo he sido muy descerebrada. No hay otro camino que no sea trabajar mucho en todos los aspectos. Se suele hablar del trabajo técnico y se olvida esto otro. Sin embargo es fundamental».

María ha logrado que me olvide de los cambios de tiempo que me tienen subido a la montaña rusa de los estados de ánimo. Sin embargo, el reloj es obstinado y no perdona nunca. Nos despedimos con el compromiso, por mi parte de ir a ver ‘Sueño’ al teatro. María sonríe y comienza a caminar. No vuelve la vista atrás.