Menú

La vecindad universal

Escrita y dirigida por Juan Carlos Rubio, Histrión Teatro presenta Arizona, una obra en la que la frontera entre la comedia y el drama se derrumba. No hay nadie impidiendo el paso de un género a otro, más bien este desplazamiento se da casi sin que nos demos cuenta.

05 mar 2016 / 12:39 h - Actualizado: 02 mar 2016 / 17:57 h.
"Teatro Aladar"
  • Arizona es una obra que habla sobre igualdad, otredad y muros. / El Correo
    Arizona es una obra que habla sobre igualdad, otredad y muros. / El Correo
  • David García Intriago y Gema Matarranz están espléndidos sobre el escenario. / El Correo
    David García Intriago y Gema Matarranz están espléndidos sobre el escenario. / El Correo

Comienza la obra y hay que armarlo todo de cero y en escena. La escenografía es lo que se va generando desde dentro de la ficción. En cualquier universo es normal armar la mesa para el picnic, pero aquí se planta hasta el suelo. Lo que ya está armado, por otra parte, hay que resignificarlo porque puede que sea otra cosa diferente a lo evidente. El vestuario, en este caso, refiere a los cincuenta pero resulta que es hoy.

Arizona es América. Y año dos mil y pico, al final.

Pero es cualquier otro tiempo y podría ser otro lugar. Cualquier lugar con fronteras, es decir, cualquier lugar, todos los lugares. Calor, las luces son el sol. Desierto con puerta. Música y radio, matrimonio americano y el American Way of Life. Idioma: español de traducción. Conversaciones robóticas con lenguaje-artefacto y acento prototípico de ficción en un doblaje al español. El hombre dominante y la mujer sometida. No se discute, se aprende la lección. No se pide opinión ni se relativiza, se explican verdades absolutas.

El matrimonio americano, con esta dinámica de pareja, se dispone a la guardia. Como voluntarios de un proyecto nacionalista, cargan un arma para defenderse y defender toda una nación. Esperan la aparición del otro para eliminarlo y proteger el país. Su misión: «vigilar a nuestro vecinos y reflexionar sobre las fronteras».

Ha empezado, parece que es comedia, pero esto es América (toda América) y nada es solamente lo que parece.

Cuando Colón llegó a América parecía que quería oro. Pero nada es solamente lo que parece. No iba la cosa sólo de riquezas, iba de cultura, iba de religión.

Cuando Todorov escribió sobre la experiencia de la alteridad, habló del asimilacionismo (proyección de los propios valores en los demás) y de la diferencia, que siempre funciona en términos de superioridad-inferioridad. Dijo, refiriéndose a Colón: «En su caso, evidentemente, los inferiores son los indios». Pero Todorov sigue hablando y la cosa empeora.

Es como esta obra de teatro, que avanza y tal vez deje de ser solamente comedia. Lo que la mujer primero acepta, luego empieza a cuestionarlo, aunque no sin miedo y reparo en sus palabras. Y aunque lo disimule frente al marido, nosotros espectadores sí que lo sabemos. Le vemos la cara, está haciéndose polvo, está aterrada.

Todorov nos dice que Colón pasa del asimilacionismo a la ideología esclavista. Pues sí que empeoraba. La guerre est déclarée. Ring a bell? Se pudrió todo, también se dice. Estamos ante un drama. Cambió la clave. Más vale que sepamos defendernos. El otro es inferior y probablemente también sea un monstruo.

Cuando aparece la palabra «muros» en un parlamento de él, poco puede dejar de relacionarse esta obra con el documental español Muros de Pablo Iraburu y Migueltxo Molina, que se ocupa de la frontera entre Estados Unidos y México, entre muchos otros muros del mundo. Muros que vigilan a los vecinos. A los otros, que no son nosotros, que son «extranjeros cuya lengua y costumbres no entiendo, tan extranjeros que, en el caso límite, dudo en reconocer nuestra pertenencia común a una misma especie», dice Todorov.

Gema Matarranz interpreta a esa mujer americana sometida que poco a poco va saliendo de la aceptación hacia la búsqueda de una verdad y una posición ética. Obtuvo el Premio a Mejor Actriz de Andalucía en 2015 y no hay ni un minuto en Arizona que no nos parezca que evidencie ese talento. Es estupenda hasta cuando canta y baila, porque antes de que el drama explote la mujer todavía tiene tiempo para eso.

David García Intriago está impecable en su papel de hombre americano al que tan fácil se le hace eso de las armas y los disparos. Brillante en todos sus repertorios y audaz en la escena de sexo que resulta mucho más trágica que erótica.

La música y la iluminación son precisas y acompañan de maravillas a la ambientación de la puesta en escena.

Y sigue Todorov en La conquista de América. El problema del otro... «La diferencia se degrada en desigualdad; la igualdad, en identidad; esas son las dos grandes figuras de la relación con el otro, que dibujan su espacio inevitable».

Estamos ante una obra sobre el problema de ahora. Sobre los muros. Sobre igualdad y otredad. Sí, lo de siempre. Pero hoy más que nunca. Pero no solamente.