Laocoonte y las serpientes

13 ene 2018 / 09:35 h - Actualizado: 12 ene 2018 / 17:58 h.
"Arte","Historia","Arte - Aladar","Historia"
  • Grupo escultórico ‘El Laocoonte y sus hijos’. / El Correo
    Grupo escultórico ‘El Laocoonte y sus hijos’. / El Correo
  • Detalle del grupo escultórico ‘El Laoconte y sus hijos’. / El Correo
    Detalle del grupo escultórico ‘El Laoconte y sus hijos’. / El Correo
  • Publio Virgilio Marone, 15.10.70 a.C. – 21.09.19 a.C. / El Correo
    Publio Virgilio Marone, 15.10.70 a.C. – 21.09.19 a.C. / El Correo

‘Laocoonte y sus hijos’ es un conjunto escultórico que no ha sido datado con exactitud y del que se desconoce su autoría. Es una obra de arte imponente. La expresividad y fuerza del sacerdote y de sus hijos mientras son atacados por las serpientes es extraordinariamente dramática. Pero detrás de esa escultura hay una historia fascinante que se cuenta en la ‘Eneida’ de Virgilio. Griegos y troyanos, un caballo gigante de madera, serpientes al ataque...

¿Habéis intentado meter un edredón nórdico dentro de una funda? ¿Lo habéis hecho? Yo en muchas ocasiones y siempre tengo la sensación de que me parezco a Laocoonte atacado por las serpientes. No sé dónde meter cada punta de las dichosas mantas, parece que se rebelan contra mí y acaban atacándome hasta que, bien pido ayuda, bien abandono la lucha contra un enemigo tan desigual. En serio, es todo un espectáculo (cómico). Creo que, en realidad, es una maldición contra todos los que hemos abandonado los pesados cobertores tradicionales, en busca del calor, la suavidad y ligereza que dan las plumas (o el relleno sintético, a mí se me rebelan todos los edredones). Cobran vida propia y se niegan a meterse dentro de la funda. A mí marido le hace mucha gracia, dice que un día va a filmarme y subirlo a Facebook y justo en ese instante es cuando le paso la manta y él también parece un poco Laocoonte (pero menos que yo porque es más grande y tiene los brazos más largos). ¿No sabéis quien era Laocoonte? Puede que no, pero seguro que en alguna ocasión habéis visto la escultura que lo representa atacado por serpientes marinas (a él y sus hijos) o la representación que hizo el Greco.

Laocoonte era un troyano, sacerdote de Apolo en las fechas en las que Troya estaba inmersa en la guerra con los griegos. El origen de la guerra se produjo porque Paris (príncipe troyano) había tenido la genial idea de enamorarse de la bellísima Helena (casada con el rey Menelao) y huir. Esta fuga provocó que todos los griegos se unieran en una guerra contra Troya que duró diez años y que trajo desgracias a muchos e historias legendarias por toda la eternidad: la Ilíada, Odisea o Eneida, están relacionadas de una forma u otra con esta guerra.

Laocoonte compaginaba sus funciones como sacerdote de Apolo y Poseidón, porque antes del inicio de la guerra los troyanos lapidaron al anterior sacerdote que, al parecer, no cumplía bien con sus funciones y no realizaba los ritos correctamente. La formalidad a la hora de realizar ritos era algo esencial para tener a los fieles contentos, si no se hacían bien, los creyentes podían sufrir todo tipo de desgracias. Sin embargo, nuestro amigo Laocoonte, tampoco se avino a cumplir con la castidad impuesta a los que servían a Apolo, se casó con Antiopa y era padre de dos hijos. Decían las malas lenguas que el dios no veía con buenos ojos este matrimonio, ni mucho menos que yacieran en templos ante figuras sagradas.

Como después de diez años los griegos no habían podido tomar Troya a las bravas, Odiseo inspirado tal vez por Afrodita, decidió que lo mejor era acudir a la astucia. Convenció al resto de griegos de que lo mejor era construir un caballo de madera hueco, destruir el campamento y esconder los barcos cerca, pero ocultos de la vista de los troyanos, para que creyeran que se habían rendido. Una vez que consiguieran introducirse en la ciudad dentro del regalo envenenado, esperarían el momento oportuno, abrirían las puertas de la ciudad y avisarían para terminar con la contienda. Al mismo tiempo, convenció a su primo Sinón, para organizar un engaño. Lo encadenarían y fingirían que iba a ser objeto de su sacrificio. Así podría decir que se había vuelto contra los suyos al sentirse traicionado y contarles que el caballo era un regalo de la propia Atenea y si lo destruían serían castigados por la diosa. Ni que decir tiene que a Odiseo (Ulises para los seguidores de la mitología romana) le salió redondo el plan.

Así, una mañana cualquiera, cuando el cuerpo se había acostumbrado a la guerra, los troyanos encontraron la playa desierta y sólo un caballo de madera de enormes dimensiones que había aparecido como por arte de magia; un auténtico regalo de los dioses.

Lo metieron (como pudieron) en la ciudad y comenzaron a discutir sobre qué debían hacer con el caballo. Unos decían que debían conservarlo y agradecer el regalo de la diosa, pero otros como Laocoonte no se fiaban un pelo. De hecho a él se le atribuye la frase «Timeo Danaos et dona ferentes» que viene a ser «desconfío de los griegos hasta cuando traen regalos» y razón no le faltaba. Arrojó su lanza contra el caballo que lo rompió levemente (para pavor de los griegos escondidos allí) y aunque pedía una y otra vez que quemasen el caballo o lo tirasen por la muralla, no le hicieron caso. Además, en ese momento apareció Sinón que puso en marcha la treta e hizo creer a los troyanos que odiaba a Odiseo y sus compañeros porque habían estado a punto de sacrificarlo en honor al dios Apolo y que lo habían dejado vivo de milagro.

Laocoonte no se explicaba como sus paisanos podían ser tan tontos, y pedía al rey que no lo creyese, que eran mentiras. Se fue a sacrificar un toro a Poseidón y dijo que al volver esperaba que el caballo hubiera sido destruido. Cuando el sacerdote se fue a preparar el altar junto con sus hijos, aparecieron dos serpientes marinas que salieron a tierra y se enroscaron alrededor de los miembros de Laocoonte y sus hijos (como hacen el edredón y la funda nórdica conmigo), y los estrujaron hasta que murieron. Algunas versiones dicen que en realidad sólo fue Laocoonte y uno de sus hijos los que murieron. En general se proponen diferentes dioses como candidatos a provocar la muerte del pobre Laocoonte. Personalmente creo que fue Atenea, no le veo mucho sentido a que ninguno de los otros dos dioses a los que servía lo atacasen de esta manera.

Lo cierto es que este terrible hecho sirvió para convencer a los troyanos de que Sinón había dicho la verdad y que Atenea les enviaba ese regalo y debían respetarlo. Todo a pesar de que la adivina Casandra se esforzaba en gritar a los cuatro vientos que aquel caballo sería la perdición de Troya, pero como la pobre había sido condenada a que nadie la creyese a pesar de que sus predicciones eran ciertas ... pues pasó lo que pasó. Los troyanos celebraron la victoria por todo lo alto, se emborracharon hasta caer inconscientes y los griegos comandados por Odiseo aprovecharon para finalizar la guerra a su favor, terminando con casi todo bicho viviente que existiera en Troya.

Sin embargo, la historia de Laocoonte no dejaría de ser una historia menor si no fuera por el conjunto escultórico de un tamaño aproximado de dos metros y medio de altura y ejecutada en mármol blanco. Su datación y autoría es controvertida, llegándose atribuir a diferentes autores, incluso al propio Miguel Ángel. La obra fue encontrada en Roma en el siglo XVI cuando ya se tenía por desaparecida. La expresividad y fuerza del sacerdote y de sus hijos mientras son atacados por las serpientes es extraordinariamente dramática. Se ve que aunque usan toda su fuerza no van a poder librarse de la muerte por asfixia que les provocarán los dos monstruos. Uno de los niños pide ayuda, mientras que el otro está casi desmayado y su padre permanece luchando hasta el último momento, con un gesto de dolor en su rostro. ¿La escupieron en el siglo primero? ¿Pudo permanecer tantos años oculta una escultura de dimensiones tan espectaculares o fue realmente obra de Miguel Ángel? Lo desconozco, pero su belleza y expresividad son los que han hecho llegar el mito de Laocoonte a nuestros días. Recordad, la mitología no ataca, salvo que seas Laocoonte.

Laocoonte y sus hijos fueron atacados por serpientes marinas. Y su historia forma parte de uno de los capítulos más formidables de la literatura universal.