Las mejores películas del siglo XXI (II)

El año 2000 se estrenaron en las salas de cine películas extraordinarias. Desde ‘Yi Yi’ hasta ‘Bailar en la oscuridad’ pasando por ‘Memento’. Sin embargo, es posible que la mejor de las películas que se estrenaron ese año fuera ‘In the Mood for Love’ del realizador Wong Kar-Wai, una historia de amor abrumadora por triste

10 dic 2018 / 23:08 h - Actualizado: 11 dic 2018 / 00:07 h.
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  • Tony Leung Chiu-Wai y Maggie Cheung protagonizan ‘In the Mood for Love’. / El Correo
    Tony Leung Chiu-Wai y Maggie Cheung protagonizan ‘In the Mood for Love’. / El Correo

La mejor película del año 2000 fue, con casi total seguridad, Fa yeung nin wa (In the Mood for Love) y ese año ese honor se disputó con fuerza. Wong Kar-Wai (Shanghai, 1958) realizaba una cinta poética, profunda, delicada y, al mismo tiempo, salvaje en su autenticidad. Era su séptima película y el guion era, también, cosa suya.

Lo que cuenta esta película es una historia de amor. Pero se hace sin querer ir más allá de lo que acabaría con la intimidad de los personajes. Por esa razón, en los momentos más intensos que vive la pareja protagonista, la cámara siempre queda por detrás de una verja, de un visillo o de algo que separa la acción de nuestra mirada.

Chu Mo-wan (personaje encarnado por un espléndido Tony Leung Chiu-Wai) es redactor jefe de un periódico local de Hong-Kong. Coincide con Su Li-zhen, una secretaria de una empresa dedicada al transporte marítimo (¡qué buen trabajo de la actriz Maggie Cheung!) al alquilar una habitación en un edificio de viviendas decadente. Sus respectivos cónyuges terminan formando una pareja. Los protagonistas ya estaban muy solos y terminan abandonados. Sin embargo, ambos tendrán remordimientos cuando se acercan y comienzan a fijarse el uno en el otro, ambos tenderán a confundir la realidad con lo que quisieran que estuviese ocurriendo.

Las mejores películas del siglo XXI (II)
La cámara procura no pisar territorios que solo deberían compartir los protagonistas. / El Correo

La cámara del realizador busca cualquier gesto que nos pueda decir algo que se encuentre más allá de lo que vemos. Queda colocada debajo de una mesa o con el foco cegado parcialmente por cualquier obstáculo. La mirada perdida, un ademán rabioso, la ocultación del deseo tras el gesto contrario al que debería aparecer, son los detalles que se buscan con el objetivo detallista y delicado de Wong Kar-Wai. La fotografía de Christopher Doyle tiende al perfeccionismo, a lo fácil; busca la imagen elegante y preciosista.

Es importante señalar que el montaje es atrevido y obliga al espectador a no perder la concentración puesto que ese montaje desvela cómo se produce la acción que se presenta fragmentada y sin una estructura espacio temporal lineal.

Y más importante es destacar una banda sonora impresionante por estar elegida de forma primorosa. La partitura original es cosa de Michael Galasso. Son 20 cortes y destacan el que se titula Cassanova’s Flaute y el emotivo Li-zhen’s Dialogue. Cuando suenan los temas interpretados por Nat King Cole se produce un auténtico terremoto. El contraste entre la moda o las costumbres asiáticas y la música occidental de los años 60 es brutal. Suenan Aquellos ojos verdes, Quizás, quizás, quizás y Te quiero, dijiste. La acción dramática tiene lugar en Hong-Kong, Singapur y Camboya, en 1962, 1963 y 1966. Por ello, la elección de Galasso, además de ser perfecta desde el punto de vista artístico, casa a la perfección con la narrativa de la cinta.

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Póster de la película. / El Correo

El guion es escueto y no se escribió. Tal vez, se echa en falta algo más de profundidad en algunos diálogos que, aunque el realizador trata de compensar con música recurrente en algunos casos, quedan algo deslavazados. Son pocos y no afectan de forma rotunda al conjunto del trabajo.

In the Mood for Love se habla del amor y del amor como barrera insuperable para amar, de lo que queda en el camino y nunca podrá recuperarse, de lo que no se dijo y retumba en la consciencia por siempre jamás. Pero también de la amistad, de la necesidad de lo cotidiano para poder sobrevivir, de la elegancia frente al fracaso. Esta es una de esas cintas en las que se demuestra que la lírica y el cine son novios y lucen muy bonitos si se besan.