Licaón o la maldición del primer hombre lobo

Licaón fue un rey culto y virtuoso, padre de cincuenta hijos, querido por su pueblo, fundador de Licosura en la que erigió un altar en honor de Zeus Lykaios. En ese altar se sacrificaban a seres humanos. Pero, por otra parte, Licaón fue un rey malo de verdad y un verdadero desastre como hostelero. En esta otra versión, Licaón y su pueblo se dedicaban a sacrificar seres humanos. En los dos relatos encontramos a los vivos comiendo carne de los sacrificados.

22 abr 2017 / 12:40 h - Actualizado: 17 abr 2017 / 23:11 h.
"Historia"
  • Representación clásica de un hombre lobo. / El Correo
    Representación clásica de un hombre lobo. / El Correo
  • François Boucher. ‘Júpiter y Calisto’ (’Jupiter et Callisto’, 1744). / Elcorreo
    François Boucher. ‘Júpiter y Calisto’ (’Jupiter et Callisto’, 1744). / Elcorreo
  • Representación moderna del hombre lobo. / El Correo
    Representación moderna del hombre lobo. / El Correo

Estaba viendo el otro día un programa de Canal Extremadura (y eso que últimamente no veo mucho la tele) en el que hablaban de la tradición extremeña de los lobisomes (hombres lobo) en determinadas zonas, sobre todo en las cercanas a Portugal y en las Hurdes. Si os interesa el tema, os remito al programa en cuestión, que se llama «Tras el mito» y a su presentadora, la periodista Israel J. Espino. Es interesante conocer estos seres fantásticos arraigados en los más oculto de nuestras tierras, figuras arcaicas que se resisten a desaparecer devorados por las culturas de masas, por mera ciencia y la modernidad. Pero a mí me llamó la atención un antropólogo que hablaba sobre el origen mitológico del hombre lobo, centrándolo en la mitología griega. Y es que podemos encontrar al primer hombre lobo de la historia en Arcadia. Concretamente fue el rey Licaón (también conocido como Lycaon). Sin embargo, dada la antigüedad y lo vago de la historia que llega a nuestros días, he encontrado dos versiones que la razón por la que este rey terminó sus días convertido en uno de los más fabulosos monstruos de la imaginería popular.

Según unos, Licaón era un rey culto y virtuoso, que tenía cincuenta hijos (el mismo número de hijos de Danáo y Egipto si os acordáis del artículo sobre las Danaides). Era muy querido por su pueblo, al que hizo abandonar la vida salvaje que habían venido llevando hasta entonces. Bueno, abandonarla hasta cierto punto. Licaón fundó una de las ciudades más antiguas de Grecia, Licosura y allí erigió un altar en honor de Zeus Lykaios en la cima de la montaña Licaón (tenía el mismo nombre que el rey). El problema es que en el altar realizaba sacrificios humanos para agradar al dios, quebrando la necesaria buena voluntad entre las personas y la ley no escrita de la hospitalidad con los extranjeros. Resulta que Zeus, que no debía tener muy claro que esta costumbre existiera, fue a hospedarse al hogar de Licaón como si fuera un peregrino cualquiera. Este se dio cuenta de que era el dios y en lugar de sacrificarlo y servirlo en pepitoria (no habría dejado de ser muy rarísimo por otro lado), prefirió invitarlo a cenar y le sirvió lo que tocaba en el menú del día: humanos mezclado con un poquito de carne de animal. Zeus enfadadísimo (los dioses tienen una facilidad para enfadarse y maldecir al personal que ya me gustaría a mí) lo convirtió en el primer hombre lobo y no sólo a él sino al resto de sus cincuenta hijos que, al parecer, eran unos impíos. Sin embargo los arcadios hicieron caso omiso a la maldición y continuaron sacrificando humanos a Zeus Lykaios en su altar anualmente. Cuando esto sucedía uno de los presentes se convertía en lobo después de probar la carne que contenía restos humano. La transformación no siempre era definitiva y si durante nueve años no consumían carne humana podían volver a recuperar su humanidad, pero si durante ese plazo contravenían la norma estaban condenados a aullar y vagar como lobos el resto de su existencia.

La otra leyenda no deja bien a Licaón ni en un primer momento, lo describe como un rey extremadamente malvado y un desastroso hostelero. Resulta que tenía una hija hermosísima (además de otros cuarenta y nueve) llamada Calisto. Ella había hecho un juramento a la diosa cazadora Artemisa, el de mantenerse virgen hasta el fin de sus días, como la propia diosa. Sin embargo Zeus puso sus ojos en ella (¡ya es mala suerte!) y comenzó a cortejarla hasta que la muchacha cayó rendida a sus encantos y es que los dioses pueden ser muy convincentes cuando se lo proponen (otra versión habla de violación, lo que todavía empeora más la situación de Calisto). Hera, la esposa de Zeus, presa de los celos (no acabo de entenderlo porque Zeus tenía líos a diestro y siniestro y era para que estuviera más que acostumbrada) buscó a la pobre muchacha para vengarse de ellas. ¿Qué sucedió? Que la maldición de tres dioses, en forma de comedia agria, la fulminó. Zeus la quiso proteger escondiéndola de su hija Artemisa y su esposa Hera y la convirtió en una osa para que no la encontraran. Artemisa enfadada por la traición al juramento prestado la convirtió en una osa (parece broma). Y Hera para dañarla y convertir a la hermosa doncella en un animal al que los hombres temieran y la convirtió en... sí, lo has adivinado, una osa. No sé si es una maldición o una broma de mal gusto olímpico. Cuando Licaón supo lo que había pasado a la pobre muchacha, la ignoró dejándola desprotegida.

Zeus que a pesar de todo debía amar de alguna forma (retorcida) a Calisto la elevo a las estrellas convirtiéndola en la Osa Mayor. Así ascendió a los cielos no sin que antes le practicaran una cesárea, para extraerle al hijo que habían concebido en su noche de pasión el nombre del niño era Arcas. No sé en qué estaba pensando Zeus, pero lo dejó bajo la custodia de su horrible abuelo Licaón que odiaba al niño.

Al cabo del tiempo Zeus, desconfiado o curioso decidió visitar la tierra para saber más cosas de los hombres. Haciéndose pasar por peregrino bajó del monte Olimpo a Grecia donde pasó a visitar a Licaón. En esta otra leyenda tenía (además de ser rey) una posada en la que sólo la mitad de las personas que entraban volvían a salir. Y no es que la comida fuera mala, es que cocinaba a la mitad (persona arriba, persona abajo) de los que entraban. Zeus que no era muy amigo de estas novedades culinarias salió espantado, pero no sólo porque sirvieran humanos, sino porque Licaón había tenido la idea de servirle Arcas como menú principal.

La reacción de Zeus no se hizo esperar y (como en la otra leyenda) convirtió a Licaón y sus 49 descendientes en hombres lobo. No os preocupéis por Arcas porque para eso su padre era Zeus y recompuso los pedazos del niño muerto. Después se lo entregó a un pastor para que lo cuidara. Con el tiempo ascendió al trono y gobernó sabiamente, enseñando a súbditos a hacer pan, que no sabemos si utilizarían en los montaditos de humano o perritos calientes (debería resistirme a hacer estos chistes tan malos, lo sé). Lo cierto es que Arcas no se convirtió en hombre lobo, así que posiblemente muchos dejarían atrás esas costumbres caníbales ancestrales.

Y es así como con cambios, mutaciones, mordiscos más o menos voluntarios y diversas variaciones ha llegado la leyenda del hombre lobo hasta nuestros días. La historia vagó primero de boca en boca, ante las hogueras para entretenimiento y horror de quienes prestaban atención. Después los hombres lobo vivieron (y viven) en los libros que tejen historias que no te permiten dormir, y por último en películas, en la que los hombres y los lobos están dispuestos a hermanarse en la maldición de la supervivencia, con o sin Zeus, con o sin Licaón.

Mientras tanto dejaremos que los lobisomes extremeños, portugueses (y seguro que hay alguno andaluz) campen a sus anchas en nuestras pesadillas de la mano de quien nos los quiera recordar. Ya ves que la mitología muerde, pero es aburrida. Mi deseo para esta semana: que Licaón, sus hijos y devotos huyan de tu presencia como del mismísimo Zeus.