Objetivo: Birmania: La batalla desde la inocencia patriótica

Los norteamericanos tienen una clara tendencia hacia la exaltación de lo propio. De igual potencia que cuando se trata de dibujar a sus enemigos (reales o imaginarios) como monstruos tenebrosos. Y el cine, casi siempre lo han utilizado como vehículo difusor de esas tendencias tan patrióticas. A pesar de todo, alguna vez, y con esta premisa por delante, han logrado películas muy meritorias e inolvidables.

23 oct 2016 / 08:00 h - Actualizado: 13 oct 2016 / 18:32 h.
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  • Raoul Walsh, logró una cinta que podría ser una de las tres mejores rodadas inmediatamente después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. / El Correo
    Raoul Walsh, logró una cinta que podría ser una de las tres mejores rodadas inmediatamente después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. / El Correo
  • En Objetivo: Birmania la atracción de la violencia disfrazada de inocencia funciona
    En Objetivo: Birmania la atracción de la violencia disfrazada de inocencia funciona
  • Errol Flynn, con su papel de Capitán Nelson, el que acapara toda la atención. / El Correo
    Errol Flynn, con su papel de Capitán Nelson, el que acapara toda la atención. / El Correo
  • Cartel de la película Objetivo: Birmania. / El Correo
    Cartel de la película Objetivo: Birmania. / El Correo

Objetivo: Birmania (Objective, Burma!) es una de esas cintas sobre las que se puede volver sabiendo que el disfrute está asegurado.

Es importante echar un vistazo a la película en versión original. La traducción que se realizó en España es espantosa. No sólo los diálogos se modificaron de forma absurda; la banda sonora perdió calidad en cada nota de la partitura y los efectos de sonido se diluyeron e incluso desaparecieron sin dejar rastro. Habrá que pensar que la censura fue radical y torpe, que el traductor era experto en latín y griego o algo así.

Objetivo: Birmania es una película bélica. Pero fue rodada en 1945. Eso significa que es más inocente que maliciosa o dura o violenta. Inocente en todos su ángulos, casi infantil en algunos aspectos. Ni gota de sangre, ni una sola escena en la que podamos ver algo horrible. Muchos muertos, eso sí. Matanzas en toda regla que, entre otras cosas, comienzan con una realizada por el ejército de EEUU. Lo que ocurre es que se ve compensada con otra mucho más brutal y sangrienta por parte del ejército japonés. En esta película se enfrenta la bondad, heroicidad y glamour de los soldados norteamericanos con la cara de mal genio, los gritos terribles (hasta para dar las gracias) y la maldad de los japoneses. La lealtad ciega, el patriotismo o la valentía de unos queda bien clara. El salvajismo, fealdad y traición de otros es patente.

Norteamérica se dibuja como la gran nación que salva al mundo. Tanto es así que la película se prohibió en el Reino Unido tras el estreno. Los británicos se sintieron insultados al comprobar que, según este guión, sólo el ejército de EEUU recuperó Birmania o eso podía parecer.

La película se presenta sobre la base de un espléndido montaje en el que se elimina lo superfluo y convierte la trama (lineal de principio a fin) en algo perfectamente comprensible y atractivo.

El guión busca desarrollar las psicologías de los personajes aunque no deja cabos sueltos al centrarse en la misión militar. En conjunto es un trabajo minucioso, ofrece una gran cantidad de información y deja sugerido todo lo que puede herir sensibilidades.

Objetivo: Birmania se rodó en las marismas de Orange County (California) y, algunas cosas, en el Jardín Botánico de Los Ángeles. Los escenarios están muy bien conseguidos y el tratamiento del fotógrafo James Wong Howe es extraordinario. Wong saca todo el jugo posible a un blanco y negro que resalta lo frondoso de esa vegetación haciendo creer al espectador que se trata de una jungla verdadera. Se intercalan secuencias aéreas reales que refuerzan la idea de credibilidad escénica. Son muy destacables los efectos sonoros que incluyen cantos de aves, movimientos de agua o ruidos procedentes de la jungla mezclados inteligentemente.

Entre unas cosas y otras, la sensación de verdad es total. Se suma una partitura extraordinaria firmada por Franz Waxman que incide con ímpetu en los picos de tensión o aporta continuidad a las secuencias que muestran el penoso movimiento de los militares.

Pues, con todo esto, el realizador Raoul Walsh, logró una cinta que podría ser una de las tres mejores rodadas inmediatamente después de finalizar la Segunda Guerra Mundial.

La película está bien narrada y muy bien dirigida; astutamente, dosificado el material. El trabajo con los actores es espléndido. George Tobias, William Prince o Henry Hull, por ejemplo, defienden sus papeles con solvencia. Pero, claro, es Errol Flynn, con su papel de Capitán Nelson, el que acapara toda la atención. Su personaje condensa el grueso de los valores que se defienden en la película. Es buen jefe, es bondadoso, no duda en llorar si es necesario, es buen estratega, duro en el combate. Todo lo que representa el ejército de los EEUU para los norteamericános. Flynn hace un buen trabajo. Además, cuentan las crónicas que era estupendo trabajar a su lado. Sólo si estaba de buen humor.

La película contiene buenas dosis de moralina. El mal menor antes que un desastre; el fin justificando los medios; pero tratado desde el patriotismo más radical, desde los buenos muy buenos y los malos perversos hasta más no poder. Y eso convierte cualquier idea moral en moralina pura.

El que escribe pudo ver esta película hace muchísimos años, siendo un crío. Resultó inolvidable. A pesar de las pegas descubiertas más tarde, de algún cambio en el punto de vista imposible; a pesar de todo, sigue siendo una película difícil de aparcar para siempre. Debe ser que la atracción de la violencia disfrazada de inocencia funciona.

Prueben. Merece la pena.