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Sexo, mentiras y Hollywood

Más que interesante obra de un periodista que conoce la industria de Hollywood con la que intenta desgranar lo que ha sido el cine independiente norteamericano de los años 90

19 may 2018 / 08:03 h - Actualizado: 13 may 2018 / 21:39 h.
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  • Peter Biskind. / Fotografía de Elizabeth Hess
    Peter Biskind. / Fotografía de Elizabeth Hess
  • Portada de ‘Sexo, mentiras y Hollywood’. / El Correo
    Portada de ‘Sexo, mentiras y Hollywood’. / El Correo

A principios de año la prensa empezó a mostrar el cáncer, previamente incubado, del acoso sexual y los malos tratos sexistas en el cine a través de una figura, la de Harvey Weinstein (productor, distribuidor, así como fundador junto a su hermano Bob, de Miramax) cuánto menos polémica y que en Sexo, mentiras y Hollywood el autor, Peter Biskind, desgrana para ilustrar, en cuanto a películas se refiere, el cine independiente de los 90 que a raíz y previos antecedentes del festival comandado por Robert Redford de Sundance (una especie de cajón desastre donde cabía todo), tuvo como principal detonante el film de 1989, «Sexo, mentiras y cintas de vídeo» de Steven Soderbergh, una película que hizo concebir el Séptimo Arte de una forma más falsamente democrática, pues al final business is business y en este sentido la realidad puede ser muy testaruda.

Harvey y Bob eran a finales de los 80 dos directores de cine frustrados que tras el calamitoso rodaje de lo que se considera un engendro (el film «Playing for Keeps») y dado que habían acumulado riqueza por otros motivos, decidieron concebir el cine, a veces, desde el encargo de lo que querían ver (traían locos a guionistas y directores), otras desde el hecho de ofrecer un producto artístico con lo que venía siendo el acabado de la casa, siempre ganando poco dinero el equipo creativo contratado.

Soderbergh, Tarantino, Kevin Smith, Jim Sheridan, Hal Hartley, Alex Rockwell (realizador de la mítica «En la sopa», desaparecido tras su participación en «Four Rooms») y una larga nómina de directores de todo tipo pueblan unas páginas llenas de decisiones y poder abusivo por parte de ambos hermanos, que más voluntaria que inconscientemente creían estar refundando, en parte desde el concepto de arte y ensayo, algo que ya existía desde hacía tiempo.

Anécdotas y broncas como la que tuvieron con Quentin en el montaje de «Reservoir dogs», por la que finalmente Tarantino no dio su brazo a torcer en la demanda insistente de eliminar la secuencia de la oreja cortada por la que hoy su cine es lo que es, el ninguneo a figuras clave en Europa como Billy Bob Thornton, relegado de realizador a actor en parte también por su affaire con Angelina Jolie, o Jim Jarmusch, cuya «Dead man» fue prácticamente defenestrada de catálogo, así como las relaciones con Redford que terminaron haciéndose invisibles cuando en Miramax entró Disney, todo ello y mucho más convierte este ensayo en un pozo de sabiduría vivido desde dentro de la industria.

En un momento dado se dice que más que los actores y directores, los que peor hablaban de los Weinstein eran los propios ejecutivos, en quienes debido a sus actitudes más que a sus probadas destrezas, se cebaron particularmente. Con la crisis económica Miramax se convierte en un rastro espectral de lo que fue, quedando como esencia y producto de tanta hibridación la idea de negocio que parece que atonta por su banalidad al espectador, algo más próximo al tradicional Hollywood de lo que, sin duda, antes nadie pudiera imaginar.

Calificación: Muy interesante.

Tipo de lector: Desprejuiciado, no sólo en el sentido sexista.

Tipo de lectura: Muy bien documentada.

Argumento: Entresijos del otro Hollywood.

Personajes: Gran cantidad de ellos.

¿Dónde leerlo?: En una de esas piscinas que Orson Welles tanto odiaba por otras razones de Beverly Hills.