The Quintessential English

El Brexit, los atentados, el separatismo escocés, el Nobel a Ishiguro, ponen en primera línea el concepto de «lo inglés», que el escritor representa: una identidad propia, hoy felizmente transversal a razas, culturas, e influencias. Un crisol, cuya permanencia se destaca en la publicación, por primera vez en español, de algunos autores imprescindibles, aunque debamos seguir buscando a otros en su lengua nativa, o en viejas ediciones descatalogadas. Bienvenidos al campo.

21 oct 2017 / 08:59 h - Actualizado: 19 oct 2017 / 20:41 h.
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  • Kazuo Ishiguro. / El Correo
    Kazuo Ishiguro. / El Correo
  • English countryside. / El Correo
    English countryside. / El Correo
  • Interior de una mansión inglesa. / El Correo
    Interior de una mansión inglesa. / El Correo

Kazuo Ishiguro. LO QUE QUEDA DEL DÍA

El retrato de un monstruo, preso de las convenciones y los deberes, obligado con una sociedad muy injusta que se perpetúo gracias a personajes como él, terriblemente snobs y conservadores a ultranza. La última avanzadilla del Imperio, el tuerto entre los ciegos, la cúspide de los criados, el mayordomo, figura indispensable en cualquier novela inglesa digna de ese calificativo.

Desde el inicio nos damos cuenta de que nos encontramos ante la historia de un amor imposible, devastador, que va a destrozar dos vidas, y cuyo trasfondo es el mundo que provocó la Guerra, y desapareció. Habla de la aristocracia, de sus esfuerzos por manejar los hilos hasta el final. Transmite algo de ese polvo de alas de mariposa, brillante, efímero, sutil, por el que dominaron el mundo.

Es muy posible que la mayor parte de los lectores no puedan disociar a Anthony Hopkins y Emma Thompson de los personajes, debido a la película de James Ivory, cuya identificación con la novela es absoluta.

Son determinantes la construcción de una voz, el relato de ese mensajero parcial que no se puede engañar a sí mismo, la crueldad de las situaciones por las que ha de pasar, y el empeño en conseguir algo que su vida demuestra que fue fallido, la dignidad.

Lo que queda del día es un rescoldo, una sensación, una tristeza si estamos en la campiña inglesa, la sensación de una jornada que se ha ido para siempre y que si no la hemos vivido con plenitud –algo dificultoso fuera de la fuerza de la luz del sol, o el cromatismo de los trópicos- lo debemos de dar por perdido, por gastado, por amortizado.

Nancy Mitford. A LA CAZA DEL AMOR

Nancy Mitford fue una escritora perteneciente a la alta sociedad. Se dedicó a estudiar sus usos y costumbres. Utilizó la historia de sus amores y de su familia para crear algunas de sus novelas, y esta es la primera de una trilogía.

Siempre se destaca de su escritura la ambientación de los escenarios. La encuentra, por supuesto, en la atmósfera en la que se crió, pero destaca al hacerlo porque la interiorizó, la criticó con astucia, la diseccionó, retorció sus bondades convirtiéndolas en vicios, y sus paradigmas de elegancia que no eran más que excentricidades.

El otro detalle por el que se la cita en las recensiones es el sentido del humor, extraño, brillante, oscuro, psicoanalítico y catártico, que se concentra en buscar los modus operandi de sus personajes –sus amigos y su familia- para explicar las perturbaciones que provocan cuando comienzan a moverse.

Bienvenidos al campo, a la Inglaterra rural anterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando la aristocracia entonaba un canto del cisne que ahora comprobamos que no ha terminado de emitirse. Por algo será que todos la admiran y la toman por ejemplo, y es, sobre todo, por su perspectiva de la vida, y la ironía con la que se defiende de la mediocridad.

Daphne du Maurier. MI PRIMA RACHEL

En una evolución inesperada, la escritora produce al final de la narración una circularidad que la convierte en un bucle.

Mi prima Rachel presenta similitudes con la gran novela de Daphne de Maurier, Rebeca: Cornualles, la vida en el campo, las clases ociosas, el hombre y la mujer, investigados milimétricamente sus caracteres, pretendiendo alterarlos en la ficción, engañándonos y engañándose. El hombre cándido e inconsciente presa de una arpía manipuladora. Sin embargo las heroínas de Du Maurier se van revelando como lo que son, seres inocentes, presas de su género y su época –quizás como ella misma- mientras que el género masculino termina cumpliendo con su sino resolutivo. En el fondo pensamos que no hay un narrador masculino creíble, sino que hay una mujer agazapada, interpretando la fantasía de un jovenzuelo improbable, acosado por la fémina que termina absuelta contra todo pronóstico. Justificando su rol de género con un mensaje bastante convencional.

La trama de Rachel no es maquiavélica, se alarga demasiado, lo suficiente para que la duda nos desequilibre y nos desinterese. No hay tanta fuerza como en Rebeca. Nos aburre lo rural, su diminuta sociedad previsible. Lo extranjero se desliza como un tópico y como una amenaza, dejando un mensaje chauvinista y provinciano.

La trampa de esconder información al lector no funciona tan bien como en Rebeca, y se lo reprochamos, a pesar de que la historia fluye, de que mantiene cierta intriga, funcionando en la espera de lo que pasará, a falta de una estructura notable, de un mensaje trascendente, o de un tema destacado o innovador.

Mi prima Rachel es otra novela romántica, no es deleznable, pero tampoco capaz de sobrevolar el género para ir más allá. Si tenemos en cuenta el año de su publicación, 1950, criticaremos a una escritora que huyó de la realidad de los tiempos que le tocó vivir, del mundo de las ideas, y se refugió en una fantasía que había claudicado cuarenta años atrás.

Vita Sackville-West. TODA PASIÓN APAGADA

Algunos escritores definen el mundo desde la posición en la que les ha tocado vivirlo, y este es el caso de Vita Sackville-West, aristócrata, vividora, y viajera, a caballo entre un siglo romántico, y otro pleno de avances y de guerras.

Toda pasión apagada es la crónica de la vejez, cuando, si la fortuna acompaña, la viudedad y la huida de toda convención familiar y social otorgan una libertad casi infantil. Es un concepto extraño porque la autora era aún joven cuando publicó la novela, pero con total seguridad que no le faltarían ejemplos en los ambientes aristocráticos en los que se movió y que ponen el escenario en el que se desarrolla la acción.

La novela busca esa “habitación propia” que la amiga de Vita, Virginia Wolf, quiso para cada mujer y que solo los desastres de la modernidad conseguirían en parte.

La familia como trampa, el transcurrir de las generaciones como redención, el apartamiento de la sociedad como espacio de reflexión, y el valor de los excéntricos –un asunto este último muy inglés- son los temas sobre los que nos hacen reflexionar las páginas de un libro cuyos capítulos se superponen, un poco irregularmente entre la narración, la reflexión, y un final tan convencional como el de la vida, y el de los relatos que buscan mostrarnos una verdad sin que nos quedemos con la boca amarga.

Las pasiones se apagan, y se encienden las luces de los demás sentidos, al tiempo que se descubre lo inefable de existir.

Unas pocas imágenes hermosas adornan la producción -un huerto de melocotoneros, búcaros de cristal esparcidos sobre una alfombra antigua, la mezquita de Fatehpur Sikri, una bolsa llena de joyas, el londinense Hampsted Head- de una novela peculiar.

Evelyn Waugh. UN PUÑADO DE POLVO

Una novela muy rara porque engancha tres episodios completamente extraños y difíciles de cohesionar, tanto que rechinan como unas bisagras mal enganchadas.

La primera parte es un estudio malévolo y sutil de la convencional zona baja de la clase alta y de sus resabios. De repente la novela se rompe con un acontecimiento terrible, por el que sin embargo pasan todos de puntillas –el primero el autor- como si tal cosa. En ese momento es cuando empezamos a no creernos nada de lo que estamos leyendo y nos damos cuenta de que Evelyn Waugh ha cometido un error, habitual en muchos otros autores: seguir escribiendo cuando se podía haber estado quieto, así si bien no hubiera concluido una obra maestra, tampoco hubiera destrozado una mediana ficción. El final resulta demencial, como si se hubiera perdido y fuera dando palos de ciego, sin gracia, sin sarcasmo, y sin más motivación que destacar como la vanidad finalmente triunfa sobre todo y sobre todos, para perjuicio de la raza humana.

Una historia de deslealtades, de frivolidad, de mundanidad vacía, que se desalma según va transcurriendo.