Mereció la pena

Volqué mis ilusiones en conseguir para Andalucía el progreso y la justicia social que se nos había negado durante tanto tiempo. No lo que nos habían contado, sino lo que vimos en las manos y en los ojos de nuestros padres y madres

03 dic 2017 / 11:11 h - Actualizado: 03 dic 2017 / 11:12 h.
"4D: Autonomía andaluza","Autonomía por derecho"
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Una de las pocas ventajas que te va dando la edad es haber sido testigo directo de la historia, haberla vivido en primera persona y no tenerla que conocer tamizada por las versiones más o menos interesadas que nos cuenten.

Yo viví el proceso autonómico de Andalucía: desde la manifestación del 4 de diciembre de 1977 al Referéndum del 28 de febrero de 1980, pasando por los principales hitos de la preautonomía y prolongando aquel 28F hasta la gran concentración en Antequera, donde tanto lloramos y celebramos aquella victoria del pueblo andaluz.

Es más, en ese proceso se pudiera decir que están los primeros golpes de mi humilde forja política. Mis primeros mítines, caravanas interminables de coches con la clanca y verde, movilizaciones estudiantiles... Volqué mis ilusiones, como tantos jóvenes, en conseguir para Andalucía el progreso y la justicia social que se nos había negado durante tanto tiempo. No lo que nos habían contado, sino lo que vimos en las manos y en los ojos de nuestros propios padres y madres.

En condiciones ya, por mi edad y la del propio proceso, de poder hacer balance, afirmo con absoluto convencimiento: por una parte, que aquel camino nunca lo vivimos como un desafío al Estado de Derecho ni a la Constitución, como quieren hacernos creer algunos advenedizos a la causa.

Por otra, que mereció la pena.

Si en aquellos momentos a mí me hubieran dicho que la comunidad con más alto índice de analfabetismo iba hoy a disfrutar de matrículas prácticamente gratuitas para los jóvenes que aprueban; que nuestros hospitales iban a ser pioneros en la cura de enfermedades o en investigación biomédica; que nuestras personas impedidas, esas que en aquellos años se morían sin la ayuda del Estado, disfrutarían de ayuda a domicilio... No lo hubiera creído.

O, tal vez sí. Porque con aquella ilusión y esa ansia de igualdad, estábamos seguros –tal vez ingenuamente– de que iniciábamos un camino en el que nada ni nadie nos podría parar.

Con los años también he aprendido que las conquistas no son para siempre. Que la lucha continúa, frente a los que quieren aprovechar las crisis para retroceder en estos logros. Frente a los que buscan una involución que nos devuelva a esa España de dos velocidades.

Una España de dos velocidades sería una España de muchas desigualdades. Esa que diseñaron algunos y que, con las movilizaciones de 4 de diciembre y el Referéndum totalmente legal de 28 de Febrero, millones de andaluces y andaluzas no consentimos.

Y como todas y todos somos depositarios de aquel legado, estoy seguro que haremos honor a aquel mandato del pueblo andaluz, defendiendo la Igualdad que un día conquistamos no sólo para Andalucía, sino para todos los españoles, nacieran donde nacieran.