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De Europa también vienen a rescatarlos

Desde Alemania, Francia e Italia cientos de personas vienen a Andalucía no en busca de sol, sino tras la huella de los miles de perros que cada año son torturados y abandonados en las calles. Son sus ángeles

04 nov 2015 / 22:47 h - Actualizado: 04 nov 2015 / 22:49 h.
"Maltrato animal","Animales"
  • Los galgos y podencos constituyen una raza que cada vez es tenida más en cuenta a la hora de una adopción. / El Blog de Neska
    Los galgos y podencos constituyen una raza que cada vez es tenida más en cuenta a la hora de una adopción. / El Blog de Neska
  • Clara, la podenca tirada en una carretera de Cádiz y que hoy vive en Francia.
    Clara, la podenca tirada en una carretera de Cádiz y que hoy vive en Francia.

Dos de la madrugada. De regreso a Sevilla realizamos una parada en el área de servicio El Mojo Gallardo, en las inmediaciones de Medina Sidonia (Cádiz). Entre dos surtidores de gasolina se adivina la mirada huidiza de un perro. «Lleva por aquí un par de semanas, hubo una batida [de cacería] y a ella la debieron de soltar porque no servía (...) Le ponemos comida cuando podemos», indica lacónicamente la dependienta de la gasolinera. Ahora sabemos su sexo, es una hembra. Persiguiéndola con la mirada comprobamos también que su raza es podenca. Al aproximarnos agacha la cabeza, esconde la cola y al ir a cogerla se tumba en el suelo. Pero muda el pánico en euforia en segundos. En el asiento trasero del coche da saltos de alegría. No sabe dónde está, ni cuál es su destino, pero intuye que, por fin, algo bueno ha de venir. Pasará dos meses acogida en las instalaciones de la Fundación Benjamin Mehnert, en Alcalá de Guadaíra. Hoy, mientras lee estas líneas, Clara, que así es como se llama, corretea en casa de Nadine, su adoptante, en Mortagne-au-Perche, una encantadora localidad de Normandía. Ha recorrido 2.149 kilómetros hasta encontrar su hogar. Ella es solo una entre los más de 1.500 galgos y podencos que se abandonan –en el mejor de los casos– o se sacrifican (eutanasiándolos con menos de tres años de vida, ahorcándolos o arrojándolos a pozos) cada año en Sevilla. Si sumáramos otras razas y mestizos la cifra, en 2014, rozaría los 4.500 animales dejados a su suerte.

Que la vida de Clara pasara de no valer nada a valerlo todo no es una carambola del azar. Por medio se cruzaron sus primeros rescatadores, una organización modélica y una asociación francesa que trabajó para llevarla lejos del horror del abandono. «Somos solamente 40 personas, pero 40 personas que nos dejamos la piel en ayudar a los galgos y podencos que maltratan en Andalucía», dice Laetitia Ribot, presidenta de Celtiques Lévriers, que medió para que aquella podenca gaditana hoy tenga un hogar en Francia.

«Andalucía es una región en la que los animales lo pasan muy mal. Encabeza el ranking de abandonos en España y, además, la tauromaquia está muy enraizada», lamenta. Su triste dibujo de esta tierra es común al que realizan otras organizaciones análogas a la suya como Greyhounds Rescue (Bélgica), Espanjan Koirat (Finlandia) o Greyhound Rescue (Holanda). Todas ellas miran a España, y a Sevilla en particular, a la hora de prestar ayuda.

Hay quienes recelan del interés de estas organizaciones en determinadas razas: galgos y podencos, fundamentalmente. Recientemente también empiezan a gustar allende las fronteras los perros de agua y los mastines. «La razón es que son perros desconocidos en Europa, y de los que tenemos muchos, muchísimos, abandonados, maltratados. Además, galgos y podencos son perros de sofá, animales muy tranquilos y que precisan poco mantenimiento», explica el veterinario Javier Arola, de la Clínica CaniVet. Porque mestizos y otras razas buscando un hogar hay en todos sitios. Aunque no en la misma medida. Tomemos un ejemplo. El Centro Zoosanitario (...ese eufemismo de perrera) de Sevilla –una ciudad con casi 700.000 habitantes– contabilizó en 2013 4.564 animales recogidos o entregados. Si miramos a Colonia, en Alemania, donde viven un millón de personas, la cifra de animales que albergaron las instalaciones municipales se situó, en el mismo año, en tan solo 149.

La vida de Gisella Mehnert en Nüremberg era muy cómoda. Pero justo cuando la jubilación comenzaba a ser una posibilidad más que plausible, decidió invertir dinero en Andalucía. Y no precisamente en un chalet con vistas en Torrox. «Siempre he dedicado una parte de mi vida a los animales. Y ahora lo hago en cuerpo y alma. Por eso he elegido el sitio donde he creído que podía ser más útil: Sevilla», confirma poniendo de nuevo a la bella Híspalis en el brete del maltrato animal. «Decidí hacer una gran inversión para crear un proyecto de futuro, una fundación que los cuidara y les diera la atención precisa mientras encontraban su casa definitiva», detalla. En el centro de acogida conviven hoy 500 perros, medio centenar de gatos y hasta animales de granja decomisados por el Seprona que acabarán sus días repartidos en santuarios, lugares en los que se plantea si es más conveniente mirar al cerdo a los ojos y «descubrir que son seres sintientes como nosotros» antes que ponerlos en un plato.

«Los niños crecen en este país pensando que los perros son herramientas de caza; y ponen la tele y contemplan como algo normal la matanza de un toro en una plaza. Las escuelas taurinas reciben subvenciones públicas. Nosotros no», prosigue indignada. Estos días se encuentra en la Fundación Mehnert Gaston Benedetto, de la asociación Insieme per FBM-Proteggiamo i levrieri. Porque también de Italia vienen a por ellos, que en todos los casos marchan esterilizados, para evitar cualquier tentación de generar más problemas en el lugar de destino.

«Venimos aquí cada cierto tiempo, vemos qué animales son más sociables, trabajamos con ellos y, en Italia, tenemos ya un puñado de familias que los aguardan», detalla. Cuando vuelvan a tener un número determinado de adoptantes volverán a por más. «Si no fuera por estas organizaciones internacionales no daríamos abasto, nuestras instalaciones se llenarían y sería terrible. Aunque cada vez hay más sensibilidad, las adopciones en el extranjero siguen siendo mucho más numerosas», reconoce la directora de la Fundación, Isabel Paiva. De aquí a finales de año todavía realizarán cuatro viajes a Francia, Bélgica y Holanda para escribir finales felices. En todos los casos el objetivo es el mismo, «encontrar la combinación perfecta entre el adoptante y el animal para que ambos formen parte de un hogar estable y equilibrado».

Como ellos, todas las organizaciones más modestas que recogen perros en Sevilla cuentan el mismo relato. «Fuera de nuestras fronteras hay más cultura sobre los animales, está muy mal visto la compra de uno», dice Paiva. «El mercadeo con seres vivos es uno de los agravantes del problema social de abandono de animales en nuestro país», añade.

No todos, sin embargo, corren la misma suerte. La mayoría ni siquiera llegan a atisbar una posibilidad de salir adelante. «Una vez que la temporada de caza ha acabado, los galgos y podencos que han dado un peor rendimiento son exterminados de forma atroz», sentencia Jacqueline Viard, de la organización gala Crel. «Semiahorcados –por el llamado método del pianista, de forma que las patas traseras tocan el suelo y el perro sufre una lentísima agonía–, quemados con ácido, arrastrados con coches, abandonados tras haberles disparado con balas de plomillo o amputados. El objetivo de estas torturas es castigar a los malos corredores», prosigue contando. Lo que cuenta no son historias de miedo. Ojalá.

«...Es la realidad que vemos cada día y que hace que nos avergüence tanto esta tierra», concluye Paiva. El pasado mes de julio rescataron de una alcantarilla en Las Cabezas de San Juan a ocho crías de galgo. Sobrevivían junto a su madre muerta, que había sido arrojada embarazada. Allí habían nacido y allí estaban destinadas a perecer. Y todavía recuerdan el caso de Estefanía, arrastrada viva. Su pecado más probable, no cazar una liebre. Quisieron que muriera despellejada, quemada viva por las rozaduras. Tres operaciones de injerto de piel hicieron falta para sacarla adelante. Otras tantas precisó Kiko, cuyo dueño decidió abandonarlo no sin antes atravesarle el cuello con un cuchillo para quitarle el chip que le pudiera identificar. Hoy, todos ellos olvidan lo vivido y contemplan la vida desde un sofá en Alemania, Holanda... Ya saben, el primer mundo.

UN ASUNTO QUE PREOCUPA EN LA PROPIA UNIÓN

La situación de los galgos y podencos en España ha llegado hasta en tres ocasiones al Intergrupo por el Bienestar Animal del Parlamento Europeo, que ha pedido reiteradas explicaciones a España sin una respuesta por parte de esta. Desde la Unión recuerdan a nuestro país que el Tratado de Lisboa compromete a los estados firmantes a garantizar el bienestar de los animales y han pedido un refuerzo de las leyes nacionales al respecto para poder poner fin a estas atrocidades. El pasado 20 de octubre entró en prisión el primer condenado en España por maltrato animal, lo que sienta un precedente importante. Esto y la creciente movilización social por el tema permite cierta esperanza.