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Isaac Peral, de la gloria a la traición

Un complot de mafiosos y corruptos echó por tierra el mérito del inventor del submarino, un patriota negado por su propio Gobierno. Es la tesis del libro que ahora publica el bisnieto de Isaac Peral

23 feb 2016 / 23:37 h - Actualizado: 23 feb 2016 / 23:37 h.
"Historia"
  • El submarino Peral, obra cumbre de los ingenios tecnológicos españoles, saliendo del arsenal de La Carraca, en San Fernando (Cádiz).
    El submarino Peral, obra cumbre de los ingenios tecnológicos españoles, saliendo del arsenal de La Carraca, en San Fernando (Cádiz).
  • Cubierta del libro de Javier Sanmateo, descendiente de Isaac Peral.
    Cubierta del libro de Javier Sanmateo, descendiente de Isaac Peral.

El pasado 3 de febrero, la reputada y conocida periodista sevillana Cristina Martín Jiménez presentó en el Ateneo de Sevilla la que puede ser definitiva y más completa biografía publicada hasta la fecha del inventor del submarino, obra de su propio bisnieto, Javier Sanmateo: El submarino Peral, de la gloriaa la traición. Una biografía controvertida aún hoy. Una hazaña menospreciada y jamás reconocida. Un documento histórico sorprendente, una investigación que dará que hablar y no dejará indiferente a quien se adentre en el meollo de la misma.

La vida de un inventor fuera de lo común, capaz de lograr lo que el premio Nobel Echegaray definió como el invento más completo y complejo de los realizados por el hombre hasta esa fecha; pero también la de un marino esforzado y un patriota abnegado, irreductible e insobornable que tuvo enfrente a una camarilla corrupta, dispuesta, sin demasiados escrúpulos, a traicionar a España por una miserable sed de lucro; en un entorno de decadencia moral asumida por una parte de las élites políticas y económicas resignadas o, tal vez, involucradas para su propio provecho y en perjuicio del conjunto de la nación.

El libro repasa la vida, misiones, aventuras, logros y proezas del inventor del submarino, Isaac Peral, a la par que expone, con todo el detalle que es menester, sus empresas, tanto militares como civiles; en especial, la invención del submarino y su contribución al desarrollo en España de la Segunda Revolución Industrial, de la que fue pionero a nivel mundial. Pero no se limita a ello; además, revela las verdaderas claves, hasta ahora inéditas, sobre el complot del que fue víctima, sus causas y sus auténticos protagonistas, despejando de una vez todas las absurdas interpretaciones falaces que se venían afirmando desde hace más de un siglo acerca del rechazo gubernamental a su invento. Concretando e identificando a todos los autores y los distintos colaboradores de la trama de espionaje y traición urdida contra el inventor y su obra, vinculados en su mayoría con turbios e inconfesables negocios supeditados a la entonces hegemónica industria naval y militar británica, que condicionaron, con certeza, decisiones clave para la seguridad nacional.

El invento fue desarrollado durante los años 1884 y 1885, comunicado al Ministerio de Marina en septiembre de ese mismo año. Tras los trámites preceptivos y con la tradicional parsimonia de la administración decimonónica española, fue finalmente aprobado en abril de 1887. Construido a lo largo del año 1887 y parte del 1888, fue botado en septiembre de ese mismo año. Durante los años 1889 y 1890, Isaac Peral junto con los otros diez tripulantes del submarino efectuaron, y muy satisfactoriamente, cuantas pruebas se le exigieron: navegó dentro y fuera del agua, en la bahía y en alta mar, disparó torpedos sumergido y sin sumergir, realizó ejercicios tácticos de ataque y defensa; diurnos y nocturnos. De todos salió exitoso regresando siempre a puerto con toda la tripulación sana y salva. A presenciar las pruebas en la bahía de Cádiz acudieron periodistas españoles y extranjeros y asistieron buques de guerra de todas las marinas del mundo que saludaron con honores militares la gesta. Pero, extrañamente, ninguna autoridad civil ni militar española se dignó a visitar Cádiz en aquellos días. El submarino presentaba elementos totalmente novedosos y que luego han incorporado todos los submarinos convencionales posteriores. Todos los testigos de esta hazaña enmudecieron de asombro.

Para comprender la magnitud de su logro debemos situarla en su entorno histórico y nos puede servir de referencia la invención del automóvil. Los primeros automóviles son construidos y patentados por Daimler y Benz, respectivamente y casi al mismo tiempo, entre los años de 1886 a 1889, contemporáneos por tanto del submarino de Peral. Pues bien, mientras sus rudimentarios ensayos apenas desarrollaban una potencia superior al caballo y medio y distaban bastante de parecerse a los automóviles de 20 años después, por el contrario el submarino de Peral desarrollaba una potencia de 60 cv y tenía incorporados la mayoría de los elementos que caracterizan al submarino y que le permiten realizar su misión: motores eléctricos, 600 baterías, periscopio con telémetro y aparato de punterías, aguja compensada para el gobierno del buque (diseñó y fabricó un giroscopio eléctrico –el primero de la historia– que pensaba incorporar en ulteriores desarrollos), corredera eléctrica –sistema que se ha seguido utilizando en todos los submarinos– para estimar la velocidad del buque en inmersión, sistema de regeneración del aire similar a los actuales, tubo lanzatorpedos acoplado en el interior del submarino con un sistema específico para poder ser disparado por debajo del mar sin que entrara el agua dentro y un sistema de compensación para evitar las perturbaciones ocasionadas por la maniobra, etc. Se trata, por tanto, de un invento complejo con soluciones politécnicas.

El submarino Peral fue el primero de la historia, puesto que fue el primero en navegar sumergido con absoluta seguridad e hizo todas las maniobras propias de estos buques, incluidas las de disparo de torpedos. Antes de él, ninguno de los muchos ensayos que le precedieron lograron nada parecido ni, mucho menos, pudieron navegar en inmersión; se limitaron a pequeñas zambullidas, al abrigo de puertos o ríos, de corta duración y escasa profundidad, con medios muy rudimentarios, pero nada semejante a la navegación propiamente dicha. De hecho, lo que espuria e interesadamente se presentan como supuestos precursores del submarino fueron en realidad meros medios auxiliares del buceo; cuyo principal objetivo era, precisamente, facilitar las labores que hacían habitualmente los buzos: la recolección de coral, de perlas o el rescate de tesoros de los pecios, jamás se propusieron la navegación submarina propiamente dicha. Y fue Isaac Peral el primero que se lo propuso y el primero en lograrlo en la práctica.

Javier Sanmateo, bisnieto del inventor y que conoce de primera mano, gracias a que convivió con su abuelo, el único hijo del inventor que llegó a provecta edad, muchos detalles íntimos de la vida del mismo, rastrea el origen del complot que se remonta al espionaje británico y el norteamericano, centrándose en la turbia influencia del hombre clave para ambos intereses, que coincidía con los suyos personales: la figura del pérfido Basil Zaharoff, espía, empresario y traficante de armas de origen desconocido, pero que llegó a ser el hombre más rico e influyente del mundo. Personaje ciertamente siniestro, su personalidad y sus maléficas habilidades se habían forjado, durante sus primeros años de vida, en el mundo del hampa, tratando de salir adelante en los bajos fondos de Estambul. Tras una larga trayectoria criminal, fue reclutado por los servicios secretos británicos en 1877. Se introdujo en el mundo del negocio de las armas en el que llegó a ser, pocos años después, el principal magnate a nivel mundial, por lo que fue rebautizado con el sobrenombre de el Mercader de la Muerte. El autor investiga el origen de su meteórica y fabulosa carrera que arranca con sus primeros y turbios negocios en España, coincidiendo, además, con el desarrollo de la invención del submarino. Algo que era por completo desconocido hasta la publicación de la presente obra. Sanmateo enumera las estrategias del negociante para impedir el éxito de Peral, desde sabotajes y boicots a sobornos y tráfico de influencias, ayudado por agentes del espionaje norteamericano y por las actividades encubiertas de ciertos masones con peso político en el momento.

La vida del que puede ser considerado el mayor criminal de la historia y sus fechorías inspiraron a más de un escritor. Por ejemplo, Ray Bradbury, el autor de Crónicas marcianas y Fahrenheit 451, famoso escritor de ciencia ficción. En un relato corto perteneciente al libro de cuentos Más rápido que el ojo, con el significativo título de Zaharoff/Richter grado ocho, narra como un grupo de desaprensivos y poderosos malhechores, miembros todos ellos de una sociedad secreta, traman guerras, revoluciones y masacres de todo tipo, para beneficiarse con la venta de armas y la reconstrucción de las ciudades, que previamente han ayudado a desolar. También el célebre autor de best sellers, Morris West lo sitúa como protagonista de su libro El mundo es de cristal, dirigiendo una trama siniestra de espionaje, chantajes, tráficos de influencias y asesinatos, a través de un burdel de su propiedad en París, especializado en aberrantes prácticas sexuales (negocio en el que, por lo demás, parece probado que fue un experto). Otro que se inspiró fue Hergé, en el cómic de Tintín La oreja rota, aparece un personaje basado en la figura de Sir Basil Zaharoff. Se trata de un vendedor de armas, llamado Basil Bazaroff, que en Sudamérica las vende a las dos partes de un conflicto que él mismo ha contribuido a provocar. También sirvió de inspiración a George Bernard Shaw, Ezra Pound y Upton Sinclair, como encarnación del mal emboscado e impune. Orson Wells se sirvió del personaje para escribir el guion de Mr. Arkadin. Apenas existen trabajos biográficos sobre él y extrañamente, los pocos que existen nunca se han traducido al español. Es sorprendente que un personaje tan influyente en la historia de Europa y con relaciones importantes en España, sea un perfecto desconocido en nuestro país.