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Las alas de la memoria

La sociedad civil está devolviendo la dignidad al vencido retirando símbolos o monumentos que recuerden la victoria sobre la otra España. En la actualidad, nuestras fuerzas armadas mantienen emblemas heredados de una aviación franquista que se impuso a sangre y fuego sobre nuestro cielo

08 feb 2016 / 13:04 h - Actualizado: 08 feb 2016 / 13:12 h.
"Memoria histórica"
  • El emblema del ala 11 pintado en el estabilizador vertical de un Eurofighter Typhoon de la base aérea de Morón. / Efe
    El emblema del ala 11 pintado en el estabilizador vertical de un Eurofighter Typhoon de la base aérea de Morón. / Efe
  • Pilotos de la primera Escuadrilla Azul en Rusia. / El Correo
    Pilotos de la primera Escuadrilla Azul en Rusia. / El Correo

Dentro de pocos meses se cumplirán 80 años del inicio de la Guerra Civil. La guadaña del tiempo no tiene piedad y hoy día quedan entre nosotros pocos de aquellos veinteañeros que en el 36 se enfrentaron en la que se considera última guerra ideológica. Aquella conflagración se prolongó casi cuatro años, el ejército nacional contó con el apoyo técnico y humano de la División Cóndor, una unidad militar de voluntarios alemanes cuya ayuda fue decisiva para la victoria de Franco. Las nuevas tácticas y armas –sobre todo la aviación– pudieron ejercitarse en nuestro suelo y contra nuestra población. Bombardeos contra civiles indefensos como en Guernica o en Durango y el aún peor de Alicante, fueron obra de esta unidad de voluntarios y de sus colegas de la Aviación Legionaria italiana, que por cierto tuvo su primera base en el aeródromo de Tablada en Sevilla.

Las escuadrillas de ambos bandos solían utilizar emblemas que pintaban en el fuselaje. En el bando nacional destacó una: la Escuadrilla Azul. Su diseño consistía en un círculo blanco rodeado de una franja de color azul y en su centro tres aves que simbolizaban a sus tres capitanes pilotos: Joaquín García Morato representado por un halcón, símbolo del arrojo y gallardía; la avutarda para Narciso Bermúdez de Castro por su corpulencia y para Salvador Díaz Benjumea un mirlo como alegoría del color negro de su pelo. El lema que fue usado Vista, suerte y al toro... García Morato lo describe así en sus memorias: «Era una frase usada por los toreros, al entrar en el ruedo a afrontar la inseguridad de su suerte. Nunca sabían si saldrían de allí con vida. Mucho dependía de su vista, de su suerte y de su decisión. Nosotros los pilotos teníamos que afrontar una situación similar...».

Al terminar nuestra contienda civil, la sombra de la guerra se extendió por Europa y dos años después casi todo el viejo continente se hallaba bajo la bota nazi. La invasión alemana de la URSS en el verano de 1941 fue la gran oportunidad de revancha para el gobierno español de entonces. El ministro de asuntos exteriores, Ramón Serrano Suñer, pronunció desde el balcón de la calle Alcalá 44 de Madrid aquella famosa frase de «Rusia es culpable» aplaudida y vitoreada por la multitud enfervorecida allí congregada. El gobierno organizó la llamada División Azul, administrativamente llamada División de Voluntarios Españoles que se lanzaron con entusiasmo a luchar contra el bolchevismo de aquella Rusia soviética que tanto apoyó política y militarmente al gobierno republicano.

A la División Azul se unirá también la llamada Escuadrilla Azul, una unidad de pilotos voluntarios que en su mayoría eran veteranos de la Guerra Civil y que bajo este nombre, rendían homenaje a esta unidad que tantos éxitos militares cosechó. El Ejército del Aire buscaba como contrapartida modernizar nuestra maltrecha fuerza aérea, actualizar sus tácticas y revitalizar la industria aeronáutica de manos de la que, en aquella época, era considerada la más moderna y eficaz aviación militar del mundo.

Con objeto de que el mayor número de pilotos adquiriesen experiencia y conocimientos, las escuadrillas azules contaron con un periodo de rotación en el frente ruso. La primera de las cinco que se organizaron marchó para Alemania a primeros de julio mandada por el entonces comandante Ángel Salas Larrazábal. Como curiosidad, la banda de música que los recibió a su llegada en el aeródromo de la escuela de caza de Werneuchen, cerca de Berlín, interpretó ante los asombrados pilotos el himno de la II República (el himno de Riego).

El emblema de la Escuadrilla Azul se pintó en los aviones durante los combates aéreos que mantuvo en Rusia hasta que la quinta y última escuadrilla regresó a España en 1944.

Con la llegada de la ayuda militar de los EEUU en 1954, la antigua costumbre de utilizar emblemas en las unidades se recuperó y se sustituyeron todos menos el del Grupo García Morato. El mundo se encontraba en plena Guerra Fría, el enemigo era el Pacto de Varsovia con la URSS a la cabeza y los nuevos aliados de nuestro país corrieron un tupido velo respecto a la historia de esta unidad en la Rusia de Stalin.

En la actualidad, el Ala 11 de la base aérea de Morón es una unidad militar puntera no solo de España, también de la OTAN. Hoy sigue manteniendo aquel emblema que la aviación franquista utilizó en la que llamaron Cruzada antibolchevique, parece que el Ejército se resiste a la desaparición en su seno de símbolos de otro tiempo. Los pilotos de la Gloriosa (denominación de la aviación republicana) verían con estupor que se utilizase hoy distintivos que tuvieron su origen en nuestra Guerra Civil. Este emblema no es el único distintivo que se ha conservado, también nuestros aviones militares han heredado la llamada Cruz de San Andrés. La ordenó pintar el general Franco sobre los timones de dirección de los aviones con objeto de borrar la bandera tricolor de la República el día 8 de agosto de 1936. El día anterior un Breguet XIX fue confundido de bando y realizó un accidentado aterrizaje en Sevilla.

Hace algunos años que desaparecieron del callejero de Sevilla algunos nombres de pilotos muy ligados a la aviación nacional, otros mantienen sus calles y hasta un colegio público lleva el nombre de un capitán que favoreció el golpe militar. El Ejército parece mirar para otro lado, se mantiene al margen de una sociedad civil que desea terminar de curar sus heridas haciendo desaparecer símbolos que recuerdan qué bando se impuso sobre el otro. Un episodio de nuestra historia cuyos ecos continúan resonando en nuestra memoria.