«A los niños del Polígono Sur nunca nos preguntaron»

El escritor y periodista debuta como novelista con ‘La Zúa’ (Libros en Huida), una mirada al Polígono Sur desde la perspectiva de los niños que crecieron en esta zona marginal

05 jul 2015 / 22:30 h - Actualizado: 05 jul 2015 / 22:31 h.
"Libros"
  • El escritor Antonio Ortega posa durante el acto de presentación de ‘La Zúa’. / Pepo Herrera
    El escritor Antonio Ortega posa durante el acto de presentación de ‘La Zúa’. / Pepo Herrera

Después de publicar varios ensayos y un poemario, a Antonio Ortega (Sevilla, 1971) le pedía el cuerpo probar con la ficción. Aunque afirma que tiene varios títulos inéditos, ha sido La Zúa (Ediciones en Huida) el libro con el que ha debutado como novelista, una historia ambientada en el Polígono Sur con una mirada infantil que tiene mucho de las vivencias del autor.

«La historia del niño protagonista está construida desde mi propia experiencia, tiene un punto de partida biográfico, pero el personaje es un niño hecho de muchos niños», comenta Ortega. «Aquella fue una sociedad de marginación planificada por las administraciones públicas. Crearon un gueto, lo encerraron entre muros, nos aislaron de la ciudad y crearon una concentración de personas que procedían de situaciones sociales muy determinadas, con un bajo perfil educacional, gente con poca capacidad para quejarse, a los que les ofrecieron una vivienda que mejoraba notablemente lo que anteriormente tenían, ya que muchos de ellos procedían de chabolas, y otros de casas de vecinos en las que tenían que compartir hasta el cuarto de baño. Nos pusieron la miel en los labios, pero no nos dijeron que allí nos abandonarían», recuerda.

Y sin embargo, hay momentos para la nostalgia en el relato. «Los niños, pese a las circunstancias, éramos felices, porque no teníamos más referentes que el de nosotros mismos, creíamos que la vida era así para todo el mundo, menos para los que vivían fuera de nuestros muros», afirma. «A los niños del Polígono Sur nunca nos han preguntado, y muchos sufrieron la crueldad de la pobreza, el desprecio social de la Sevilla oficialista, y la lacra de la droga. Somos la generación perdida, la que sufrió las peores consecuencias de la marginalidad, y nadie nos preguntó qué sentíamos, nada, pero sí juzgaron a todos aquellos chavales a los que la heroína volvió delincuentes, cuando en realidad fueron víctimas de un sistema que sigue sin funcionar».

«No voy a volver a escribir más libros de flamenco, ni biografías, al menos por iniciativa propia», concluye el autor. «Estoy trabajando en una novela basada en un personaje, un damnificado que ha pasado casi inadvertido en el proceso dictatorial de Argentina. Pero, seguramente, publique antes algunos de mis cuentos», concluye. ~