«Al primero que tengo que ganarme es al ilustrador»

Varios de los mejores ilustradores actuales han participado en las obras del escritor francés Sébastien Perez, que visita ahora Sevilla para presentar sus dos últimos títulos con Edelvives: ‘Elisa’, junto a Ana Juan, e ‘Hijo de dragones’, con Justine Brax

17 dic 2017 / 18:18 h - Actualizado: 17 dic 2017 / 21:43 h.
"Libros"
  • «Al primero que tengo que ganarme es al ilustrador»
  • «Al primero que tengo que ganarme es al ilustrador»
  • «Al primero que tengo que ganarme es al ilustrador»

{Bajo su apariencia tímida, discreta y reservada, Sébastien Perez esconde un mundo exuberante que estalla en sus libros dejándolo todo lleno de magia, de mitología, de conflicto interior, de ensoñación, de humor y de pesadumbre también, de colores y formas que varios reputados ilustradores –empezando por su compatriota Benjamin Lacombe– ponen a su servicio para extraer todo el potencial expresivo de sus ideas. Este pasado fin de semana, durante su estancia en Sevilla para presentar sus últimas obras editadas por Edelvives –Hijo de dragones, con imágenes de Justine Brax, y Elisa, junto a Ana Juan–, aprovechó para explicar cómo se alcanza esa extraña aleación que permite a dos personas, un escritor y un ilustrador, contar una misma y única historia para convertir un libro no solo en una visión compleja y enriquecida de un mismo relato, sino también en una obra de arte de la edición. Que es uno de los pocos terrenos donde el papel todavía se impone sobre las nuevas tecnologías.

—¿Ha echado usted de menos a su ilustrador habitual, Benjamin Lacombe, en estos dos últimos títulos? ¿Qué han aportado Justine Brax y Ana Juan a sus textos?

—No es que lo haya echado de menos: él siempre está detrás de cada proyecto, de cada libro, por motivos diversos. Para Hijo de dragones, que es un libro publicado en Francia en primera instancia, fue precisamente Benjamin Lacombe quien hizo la dirección artística, por eso no lo eché de menos. Y en cuanto a Elisa, es una obra que solo se ha publicado en castellano, en España; se trata de un texto que yo escribí hace mucho tiempo, que presenté a Ana Juan cuando nos encontramos de gira por México... y que no le había gustado. Maticemos: me dijo muy gentilmente que ella no era la ilustradora para este texto. Entonces estaba un pelín desalentado cuando me dijo esto, y Benjamin, que estaba ahí tan lejos, me dijo: venga, tienes que reescribirlo y adaptarlo para ella. Y entonces ahí me dio pistas Benjamin para reescribirlo. Y empezamos a trabajar Ana y yo, le empecé a mandar capítulo por capítulo hasta que al final sí abrazó el texto y consiguió ilustrarlo.

—Siendo muy diferentes entre sí, ambos libros tienen en común el estar protagonizados por sendos niños, Elisa y Yomón, que se enfrentan a situaciones críticas y determinantes que cambiarán sus vidas.

—En los dos casos es una búsqueda de la identidad. Una solución para llegar a la felicidad. Ambos dos son muy diferentes, pero están enfrentados a la realidad de la vida, y se trata de problemáticas muy actuales que acechan a los jóvenes: buscar la identidad y encontrar su lugar en el mundo, frente a las dificultades que les presenta la sociedad, incluso sus propias familias y la sociedad.

—¿Se considera un autor romántico?

—Sí, romántico. Mi personalidad aparece en los libros. No es algo medido, calculado, premeditado. Simplemente, cuando escribo una historia intento hacer una proyección como si fuera yo el personaje contando mi propia historia. Lo hago constantemente. Incluso con Frida es así como abordé el proceso. Es algo que también se plasma en los ilustradores con los que trabajo. Los que me conocen bien me reconocen en las imágenes de los ilustradores.

—¿Hay mucha diferencia entre escribir un libro tal cual y escribir un libro para ser ilustrado?

—Imagino que sí. Realmente, a quien tengo que ganarme en primera instancia es al ilustrador, antes que a nadie más, porque ilustrar es arrojar cierta luz sobre el texto, aclararlo, y mi función es iluminar a los ilustradores para que puedan ayudar a la acompañar al texto. La idea es que no sea una pura redundancia, parafrasear el texto, sino que aporte algo. Cuando ves las imágenes de Ana, realmente añaden un componente adicional a la historia. Y ese es el impulso que nos dan los ilustradores. Por eso es para mí tan importante conocer a los ilustradores antes de ponernos a trabajar, saber qué es lo que vamos a hacer.

—¿Qué cosas le interesa contar?

—No es que tenga un estilo particular. Encuentro el placer en la escritura, sin importancia del tema, sin importancia de nada realmente. Se trata de un auténtico desafío donde lo que intento es enfrentarme al hecho de escribir. Y por ejemplo, el próximo proyecto que estoy escribiendo para Benjamin es algo que no había hecho jamás: vamos a empezar un proyecto sobre El mago de Oz, reescribir la historia, porque tras releer el texto he encontrado un punto de vista diferente. Creo que todos tenemos una visión diferente de lo que leemos. Lo interesante es dar una visión desde un punto de vista nuevo.

Elisa es un libro que alguien podría comparar con Alicia, pero vista desde el lado oscuro...

—Totalmente de acuerdo. Es un lado superoscuro, sombrío, en el que se habla de tradiciones familiares que son un poco duras, como los matrimonios forzados. Pero es algo que he escrito para Ana. Ana quería adentrarse en ese lado un poquito sombrío. Ella estaba de acuerdo con todos los capítulos a excepción del último, donde faltaba algo oscuro, y es ahí donde me adentré en una escritura un poco más difícil que era precisamente lo que ella quería. Porque ella es la que me ha empujado a ese lado más sombrío.