Alemania honra al guardián

Manuel Cantos, el guarda jubilado de las ruinas de Munigua, recibe la Orden de Honor germana por sus 35 años de entrega

22 may 2015 / 12:00 h - Actualizado: 22 may 2015 / 12:17 h.
"Patrimonio","Arqueología"
  • Manuel Cantos posa con la Orden de Honor. / J. M. Fernández (Efe)
    Manuel Cantos posa con la Orden de Honor. / J. M. Fernández (Efe)

Manuel Cantos Siles, de 71 años, guarda ya jubilado de las ruinas de la ciudad romana de Munigua, en Villanueva del Río y Minas, ha recibido recientemente la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito de la República Federal Alemana por su entrega de 35 años a esta labor. Las ruinas de esta ciudad romana, muy espectaculares por integrar un grupo de templos en la cima y la falda de una montaña en tres niveles distintos conectados por rampas de piedra, son estudiadas por expertos del Instituto Arqueológico Alemán desde 1956, por lo que Manuel Cantos Siles entró como excavador para convertirse en capataz con hasta 50 obreros a su cargo en los años setenta.

Posteriormente aceptó la responsabilidad de guarda, por lo que ha pasado noches junto a los muros romanos, «envuelto en una manta y mirando a las estrellas», y estuvo presente el día del hallazgo de la escultura de mármol del emperador Domiciano, que se conserva en el Arqueológico de Sevilla, en el fondo de un pozo de agua, junto al antiguo foro de la ciudad. Munigua se encuentra a unos diez kilómetros de carril forestal del casco urbano más próximo, con tramos sólo practicables por todoterreno, y las encinas y el monte bajo de la dehesa cubren muchas de sus piedras, como sucede en las películas del arqueólogo de ficción Indiana Jones, cuyas películas Manuel Cantos confiesa haber visto, aunque son los documentales los que le gustan de verdad.

Los arqueólogos alemanes, que hace 50 años acampaban en unas tiendas junto a las ruinas para hacer sus trabajos de campo, disponen hoy de una casita que ha ido creciendo con el paso de los años, hasta alojar en su interior una docena de camastros y un par de tableros que sirven como mesas de trabajo, pero que aún carece de agua corriente y electricidad. El arqueólogo Thomas Schattner, que dirige los trabajos en Munigua desde hace casi 20 años, ha dicho sobre la condecoración a Manuel Cantos que se ha tratado de «una decisión oportuna, en el momento oportuno y al personaje oportuno».

Cantos, ahora jubilado, continúa visitando las ruinas casi todos los días, sobre todo cuando está Schattner, de quien dice que le gusta llevarlo a su lado cuando recorren los parajes serranos de los alrededores, bien donde los romanos extraían cobre y hierro, bien donde ubicaron pequeñas villas agrícolas. No es de extrañar porque Cantos conoce la sierra, en la que trabajó como ranchero –fabricante de carbón vegetal– con su familia desde que tuvo uso de razón, ya que nunca pisó la escuela, lo que no impide que ahora lea y repase las publicaciones científicas sobre Munigua, algunas de las cuales le han sido dedicadas expresamente por arqueólogos alemanes.

El arqueólogo provincial de Sevilla, José Manuel Rodríguez Hidalgo, opina que Cantos, además de una inteligencia natural, posee buen oído y retentiva, ha escuchado a los arqueólogos durante 40 años y hoy es quien mejor explica Munigua, lo que ha hecho durante decenios a quien se lo ha pedido de manera desinteresada.

En efecto, Cantos recuerda a los arqueólogos la profundidad exacta de los cimientos de los templos de la ciudad, recita de corrido la dinastía de los Flavios, sabe que la Bética era la provincia del Imperio con más ciudades o resume el funcionamiento de la calefacción de las termas. Gracias al trabajo de los alemanes y, según estos, de trabajadores como Manuel, Munigua es una de las ciudades mejor conocidas y conservadas de hace dos mil años. En 3,8 hectáreas de extensión, no todas edificadas, Munigua integra dos necrópolis, el tabulario, las termas y otros edificios públicos y media docena de templos casi apilados unos sobre otros aprovechando la inclinación de la montaña