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De los lecos y los metales flamencos

Crítica del espectáculo que en el Teatro de la Maestranza han protagonizado Jesús Méndez, Duquende, Patricia Guerrero y Dani de Morón a partir de la idea de José Luis Ortiz Nuevo

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
09 jun 2017 / 10:32 h - Actualizado: 09 jun 2017 / 10:35 h.
"Flamenco","Críticas"

No sé si ha sido por el abusivo precio de las entradas, que en la calle hacía un calor espantoso o porque El Pele contaba en el ciclo de Cajasol a la misma hora, pero había medio aforo en el Maestranza para ver Leco de los tres metales, de José Luis Ortiz Nuevo y Fernando González-Caballos. El cartel prometía, porque lo componían Duquende, Patricia Guerrero, Jesús Méndez, Antonio Reyes y Dani de Morón, cinco nombres que venden. Y en la dirección artística, Ortiz Nuevo, aunque no vimos esa batuta por ningún lado, dicho con todo el respeto al Poeta de Archidona.

Para empezar, el título del espectáculo discriminaba al baile y a la guitarra, porque daba protagonismo solo a las treces voces, a los lecos o metales. Gran error también contar solo con un guitarrista, aunque sea tan bueno como Dani de Morón, porque la cosa se hizo pesada. Habría sido otra historia si cada cantaor hubiese ido con su guitarrista habitual. Por último, el formato, nada novedoso, se hizo cansino y resultó bastante frío. Por tanto, ¿dónde estaba la dirección artística?

A pesar de los galardones que está recibiendo y de su innegable preparación, la bailaora granadina Patricia Guerrero me parece una máquina, es decir, escasa de arte y fría como un témpano. Ahora que tanta gente debate sobre lo que es y no es flamenco, es preciso decir que no hay flamenco sin emoción y que esta bailaora es pura técnica, pero sin pellizco jondo. Baila por farrucas como podría bailar una polka o una sardana y no tiene expresión flamenca, salvo que el flamenco de ahora sea ese, que parece que va colando.

Jesús Méndez tiene, en efecto, un buen leco, un metal flamenquísimo y conoce bien el paño. Creo que es un cantaor con muchas posibilidades y que está en el buen camino, lo que no está mal para ser tan joven como es. Cuando canta bulerías por soleá o seguiriyas te lleva en volandas al mágico mundo cantaor de Jerez, su tierra, cuya escuela defiende donde quiera que va. No brilló como en otras ocasiones, quizá porque todo era frío, y me refiero al planteamiento del espectáculo.

Definitivamente, el cantaor chiclanero Antonio Reyes Montoya es el que con más gusto canta de los de su generación. Tiene la voz embadurnada en miel gitana y buena sicología para ponerse delante del público. Nunca aburre y eso es importante, porque hay demasiados intérpretes del cante aburriendo a los aficionados. Hizo cosas muy gustosas por soleá, unas veces acordándose de La Sarneta a través de Tomás Pavón y otras buscando a Caracol, uno de sus referentes. Y por fandangos lo borda siempre.

Duquende es un camaronero con pellizco y está pasado de compás. No tiene ya aquel latigazo que te partía el alma, pero sí tiene eso que tan caro se vende últimamente: comunicación jonda. Transmite como pocos. Y, además, en los tangos saca a pasear siempre su personalidad, quizá más que en los aires levantinos, donde camaronea mucho más

Grandioso Dani de Morón, tanto tocando solo como acompañando. Distinto a todos, flamenco, con un gran talento y esa humildad que lo hace más grande aún. Su bulería fue apoteósica -con el compás de Los Mellis de Huelva, que serían capaces de cuadrar una circunferencia-, y su granaína, sublime.

Ficha técnica:

Leco de los tres metales. Al cante: Duquende, Jesús Méndez y Antonio Reyes. Al baile: Patricia Guerrero. A la guitarra: Dani de Morón. En las palmas: Los Mellis. Dirección artística: José Luis Ortiz Nuevo. Producción: Fernando González-Caballos. Teatro de la Maestranza, 8 de junio de 2017. Calificación: ***