«Es muy difícil hacer una obra maestra con tantos chefs en la cocina»

El director de la Sinfónica de Sevilla, John Axelrod, demanda un entendimiento, que hasta ahora no ha sido posible, con el Teatro

16 abr 2016 / 21:45 h - Actualizado: 17 abr 2016 / 13:49 h.
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  • El director del Maestranza, Pedro Halffter, y el de la ROSS, John Axelrod, escenificando el pasado mes de junio una cordialidad que hoy parece truncada. / José Luis Montero
    El director del Maestranza, Pedro Halffter, y el de la ROSS, John Axelrod, escenificando el pasado mes de junio una cordialidad que hoy parece truncada. / José Luis Montero

La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) lleva tiempo con el foco puesto encima de ella. Pero del Teatro de la Maestranza lo que emanan no son buenas noticias. El Ayuntamiento de Sevilla se ponía hace unas semanas en contra a toda la oposición aprobando el presupuesto, con 1,3 millones de déficit. Y la Junta de Andalucía vuelve a meter tijera con un recorte de casi un millón de euros. En búsqueda de gerente y con la amenaza de graves recortes que afectarían al personal y a la programación de la próxima temporada, se conocía que tanto John Axelrod –director artístico de la ROSS– como Pedro Halffter –ídem del coliseo– han renovado sus contratos por dos años más.

«Sevilla quiere a su orquesta y no está dispuesta a que los políticos asesten un golpe a su calidad», dice Axelrod, que salió triunfal tras el penúltimo concierto de abono, uno de los más aplaudidos –y más redondos artísticamente– de la historia reciente de la Sinfónica. Pocas orquestas pueden tocar La consagración de la primavera como lo hizo la hispalense: «Esta obra y el final de la Quinta Sinfonía de Beethoven sonaron con el más alto nivel de maestría a pesar de la difícil coyuntura financiera e interna que atravesamos», reconoce el maestro norteamericano.

Cuando aun no ha concluido su primera temporada como máximo responsable de la ROSS, Axelrod ya tiene que vérselas con escollos económicos. «La situación era mala antes de mi llegada, aunque me hubiera gustado haber sido mejor informado de todos los pormenores antes de asumir la dirección. Amo esta ciudad. Amo a estos músicos. Iría hasta el fin del mundo por ellos porque comparto la opinión de los sevillanos; la Sinfónica es un proyecto de futuro», dice.

Otro asunto espinoso, que lo es desde el inicio, resulta de la doble dirección colegiada. Axelrod quiere encontrarse con Halffter, pero el madrileño no parece fácilmente dispuesto a ello. «Necesitamos más armonía y más sinergía entre una organización (la Sinfónica) y otra (el teatro). Nada de eso tenemos todavía. Y trabajar en conseguirlo ha de ser uno de los empeños fundamentales del nuevo gerente que llegue», reflexiona.

Axelrod evita en todo momento invocar el nombre de Halffter. «He hecho propuestas para mejorar nuestra comunicación y colaboración; pero por desgracia han sido rechazadas sin recibir ninguna otra proposición por parte del Maestranza. Somos dos grandes instituciones ligadas directamente y que no se relacionan. Confío en que lo arreglemos pero a veces pienso que es muy difícil hacer una obra maestra cuando hay tantos chefs en la cocina...», considera en clara alusión crítica a la doble dirección artística.

Fiel a su ADN estadounidense, el de Axelrod es un discurso que no quita ojo del público, al que no solo le pregunta qué música quiere escuchar, también le pide que se movilice por defender su orquesta. «La música clásica no es ni para el 1% de la población ni para el 99%, es para el 100%, para todo el mundo. Y nosotros, y los políticos, somos los que tenemos que creernos esa idea y comunicarla en condiciones. Porque cuanto más relevantes seamos para nuestra comunidad, cuanto más sirvamos a la sociedad que nos rodea, más personas nos ayudarán y nos arroparán. Y, sí, desde luego que creo que el público tiene el poder de hacer que su voz se oiga», expresa con rotundidad.

En todo caso, Axelrod está muy lejos de tirar la toalla –«seguiré aquí mientras los músicos y el público así lo deseen»– y mantiene su confianza en la actual corporación municipal y en el delegado de Cultura, Antonio Muñoz: «Es un político con visión de futuro que quiere a la orquesta, confío en que nos ayude a solventar los problemas presupuestarios que padecemos», dice. Unos contratiempos que ya han obligado al director artístico a retocar toda la temporada musical 16/17 teniendo que prescindir de batutas hoy por hoy excesivamente costosas y de la interpretación de obras que exijan la contratación de refuerzos instrumentales.

Más aun le inquieta la situación de sus músicos, «personas que, en muchos casos, vinieron de muy lejos hace 25 años, que tienen aquí sus vidas, su presente y su futuro y a los que se les ha recortado su sueldo en múltiples ocasiones», lamenta Axelrod. Porque la radiografía no es nueva, pero sí sumativa de desdichas. Al déficit actual de la ROSS –que la sitúa por tercera vez en una improbable ‘causa de disolución’– hay que añadir la longeva imposibilidad de contratar aumentos y a un primer concertino, el desgaste que padecen los viejos atriles o un piano que no está a la altura del coliseo.

Mientras, a las presentaciones públicas de la Sinfónica han vuelto los lazos verdes en la solapa –los mismos que se emplearon, de forma controvertida, para demandar la salida de Halffter de la dirección artística–. Ahora, esos símbolos adquieren su auténtica razón de ser. Puede que la ROSS esté hoy en mayor peligro que nunca. Su desaparición es del todo improbable. Pero lo verdaderamente dramático del asunto es que una de las mejores orquestas de España parece condenada una vez más a ser poco más que una banda de pueblo.