La base de las peñas

Seis décadas después de su nacimiento en la provincia hay 74 asociaciones flamencas federadas, con una media de 75 socios cada una

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
09 nov 2017 / 08:07 h - Actualizado: 09 nov 2017 / 13:44 h.
"Flamenco","El gen flamenco"
  • Una actuación en la peña flamenca Torres Macarena. / Antonio Acedo
    Una actuación en la peña flamenca Torres Macarena. / Antonio Acedo

Antes de que nacieran las peñas flamencas, los aficionados se reunían en las casas o en las tabernas, en fiestas privadas que comenzaron a llamarse más tarde reunión de cabales. Los aficionados más pudientes invitaban a los artistas a sus casas y los que no se podían permitir ese lujo solían ir a las tabernas no a escuchar a artistas de renombre sino a aficionados que durante el día trabajaban en sus oficios y por la noche echaban sus ratos de cante. Era lo que se denominaba la afición.

Antes de que nacieran las peñas flamencas tal y como las conocemos en la actualidad, en la Segunda República algunos centros culturales andaluces solían programar recitales de artistas profesionales. En los años treinta del pasado siglo existió en Sevilla el Centro Cultural Macarena, que estuvo enfrente de lo que hoy es la sede de la ONCE. En ese centro cultural actuaron cantaores sevillanos como El Carbonerillo, Antonio el Sevillano o Manolo Fregenal entre otros, acompañados a la guitarra por Antonio Peana. Y se solían reunir los aficionados para hablar de cante.

Tras la Guerra Civil española de 1936, los espectáculos de ópera flamenca continuaron recorriendo el país, pero en los años cincuenta el flamenco entró en una espiral de comercialización que hizo reaccionar a los aficionados más partidarios del arte de lo jondo desde un punto de vista cultural. También algunos intelectuales, lo que trajo una nueva flamencología, los concursos nacionales, el apoyo de los medios de comunicación social y, por último, las peñas, vistas en un principio como lugares sencillos donde reunirse para disfrutar de nuestro arte, y más adelante como centros culturales que iban más allá de la mera diversión y en los que se solían organizar concursos, semanas de estudio, conferencias y tertulias. No en todas, porque algunas eran bares, pero otras fueron pronto conscientes de que había que abrir una nueva etapa flamenca.

Peñas flamencas como Torres Macarena, en Sevilla, o el Pozo de las Penas en Los Palacios y Villafranca, concienciaron a las demás de la importancia de organizarse para cumplir una función, la de dignificar el flamenco, que aunque era ya un arte muy digno era preciso meter el hombro en la trabajadera del futuro, cambiar un poco las cosas para que el viejo arte jondo no acabara siendo solo un reclamo turístico para tablaos y música de discoteca. Nacieron las peñas flamencas de la capital y de los pueblos y seis décadas más tarde forman un colectivo de miles de personas solo en la provincia de Sevilla, un fenómeno que ocurre nada más que en esta música, el flamenco.

Las peñas flamencas son centros culturales de convivencia, donde personas de distintas ideologías políticas, religión o condición social conviven en perfecta armonía. O era así al principio, porque en los últimos años las peñas se han politizado bastante y son utilizadas descaradamente por los distintos partidos políticos que gobiernan en los pueblos. Recordemos que solo en Sevilla y su provincia hay 74 peñas flamencas federadas, con una media de 75 socios por peña. Un colectivo de entre 12.000 y 15.000 personas. Hay 350 peñas federadas en toda Andalucía, así que estamos hablando de decenas y decenas de miles de personas agrupadas en ellas, y esto es una perita en dulce o una mina de votos para los partidos.

Cuando surgieron las peñas, en la época franquista, no recibían ningún tipo de subvenciones y todo lo hacían con las cuotas de los socios. Era difícil ver a políticos en ellas, solo a los verdaderamente aficionados. Con la llegada de la democracia y, sobre todo, del Partido Socialista a la Junta de Andalucía, las peñas se llenaron de militantes de este y otros partidos para dirigir las entidades de la capital y de los pueblos. Hasta el punto de que al frente de la Confederación Andaluza de Peñas Flamencas está el socialista Paco Viedma, de Jaén, todo un personaje. Y esto ocurre también en las distintas federaciones de las provincias andaluzas, luego la politización de las peñas flamencas es un hecho, como lo es la del flamenco en general.

José María Segovia Salvador, presidente de la Federación de Entidades Flamencas de Sevilla, se lamenta de los recortes de la Junta de Andalucía y la Diputación Provincial de Sevilla. En la Diputación, el recorte ha sido del cincuenta por ciento con respecto a la subvención del pasado año, que fue de 50.000 euros. Señala que en Málaga, «donde gobierna el PP», las peñas reciben el doble de dinero. También se lamenta el señor Segovia del poco interés que muestra el presidente de la Diputación sevillana, Fernando Rodríguez Villalobos, en recibirlo para tratar asuntos como este y otros.

A pesar de la politización de las peñas flamencas en general, estos centros culturales continúan teniendo muchos problemas, porque, por ejemplo, oficialmente siguen sin poder dar recitales, aunque los den. El Gobierno andaluz no ha sido capaz aún de solucionar este problema, a pesar de la importancia del colectivo y de que hay peñas con más de medio siglo de historia, como La Platería de Granada o la Peña Juan Breva de Málaga. La más antigua de Sevilla es Torres Macarena, toda una institución cultural, y ha llegado a ser precintada por el Ayuntamiento por las denuncias de un vecino.

Aunque les parezca extraño, las peñas flamencas, casi cuatrocientas federadas en Andalucía, son ilegales o no tienen licencia para dar conciertos. Y si no pueden dar conciertos, ¿para qué vale una peña flamenca? Otras son bares con estatutos de peña para pagar menos impuestos, y también se benefician de las subvenciones de la Junta de Andalucía y la Diputación Provincial, además de los ciclos de algunos bancos, como Cajasol.

Las peñas tendrán que pensar en el futuro y ver por dónde tirarán si les cerraran definitivamente el grifo de las ayudas públicas. Algunas pueden acabar como museos, y otras desaparecerán. Quizá estaría bien una vuelta a los orígenes, pero eso es muy poco probable que ocurra.