«La literatura abre ventanas a la realidad»

El novelista Salvador Compán vuelve la mirada a la dictadura en ‘El hoy es malo, pero el mañana es mío’

08 may 2017 / 22:24 h - Actualizado: 09 may 2017 / 18:45 h.
"Literatura"
  • El escritor Salvador Compán, en la escalinata del patio de Jabalquinto, en Baeza. / José Pedrosa (Efe)
    El escritor Salvador Compán, en la escalinata del patio de Jabalquinto, en Baeza. / José Pedrosa (Efe)

Una cita del poeta peruano César Vallejo encabeza El hoy es malo, pero el mañana es mío, la nueva novela de Salvador Compán que acaba de ver la luz en Espasa: «Niños del mundo/ si cae España –digo, es un decir–/ si cae/ del cielo abajo su antebrazo...». Para el escritor ubetense, afincado desde hace muchos años en Sevilla, se trata «de algo parecido a un vaticinio. Vallejo nos advierte de que nos vamos a convertir en viejos prematuros, y vamos a tener una cultura insuficiente. Y de eso va el fondo de mi novela».

Sin embargo, la semilla que empezó a germinar en su cabeza no fueron estos versos, sino una noticia que leyó de paso, «la historia de un caricaturista madrileño, Carlos Gómez Carrera, alias Bluff, que fue asesinado en la Cárcel Modelo, acusado de pasar consignas ocultas en las historietas tituladas Historias de don Canuto».

Compán empezó a tirar del hilo, y el resultado acabó siendo «una novela con dos ramales que se iban trenzando: la historia del narrador en los años 60, en clave de novela de aprendizaje, y la historia del protagonista, un anarquista utópico, que tras la guerra es acogido por un falangista casi como un redimido, que sufre humillaciones, y al que no le queda más remedio que adaptarse a ese medio brutal de la dictadura».

Vidal Lamarca, el nombre de ese personaje, profesor de dibujo solitario y hermético, «no se oculta, pero vive protegido por ese falangista, que llega a requerirlo incluso sexualmente, lo mete en negocios sucios, y a pesar de todo logra sobrevivir a base de silencios, de crearse él mismo un refugio», comenta Salvador Compán.

A modo de remate, Lamarca «vive una historia de amor y pasión redentorista» con Rosa, una mujer «compleja y audaz». «Al final, lo que resalto es el contraste entre la pulcritud y el humanismo de la pintura, y la brutalidad de la guerra».

El escenario donde transcurre la mayor parte de la acción es el pueblo de Daza, «un acrónimo de Úbeda y Baeza, un homenaje a dos ciudades que forman casi una única ciudad, que forman casi una única ciudad, que comparten la misma historia y fueron declaradas al mismo tiempo Patrimonio de la Humanidad. Hasta Antonio Machado, que era profesor en Baeza, caminaba hasta Úbeda a por tabaco», subraya Compán.

Sea como fuere, el autor de novelas como Un trozo de jardín o Cuaderno de viaje –que fue finalista del premio Planeta– reconoce que hay una sordidez de fondo a lo largo de toda la narración, «unida a una época de desierto cultural y raquitismo político, con ese nacional-catolicismo que fue como una nueva contrarreforma, y hasta peor en muchos aspectos; y esas dos Españas que eran tan antagónicas, que una se hacía llamar España y llamaba a la otra la anti-España».

«Sin embargo», prosigue Compán, «tampoco quise cargar las tintas en esos aspectos siniestros, por eso me decanté más por la novela de aprendizaje, con reflejos de mi propia experiencia», dice.

En cuanto al estilo, Compán reconoce «haber dado un salto respecto a mis obras anteriores, ya que El hoy es malo, pero el mañana es mío es mucho más oral, más orientada hacia el estilo indirecto libre. Hay más fluidez, siempre tratando de mantener un estilo cuidado, porque para mí la literatura es lenguaje, un lenguaje que signifique, que connote, que emocione y abra ventanas a la realidad», asevera.

En su obra, la Guerra Civil aparece solo como pretexto, «aunque arranco con la matanza de Baena, un hecho terrible de aquel conflicto, me centro más en la cárcel, que sirve para explicar el sentido de la culpa». También busca enseñanzas para el lector de hoy. «La inmediata es aprender a no repetir errores. La Historia funciona como resiliencia, también nos muestra la capacidad de superación de las personas para atravesar periodos como aquellos, para salir vivos o semivivos».

Respecto a su lugar en el panorama actual de las letras, Compán afirma que «puede parecer una pretensión, pero creo que no tengo que ver con nadie, no sé con quién podría hacerme la foto de familia. Se habla de generaciones y hay tal heterogeneidad que... Soy poco dado a las fotos de grupo, independientemente de las afinidades y admiraciones que tengo hacia algunos compañeros».

¿Y Andalucía? «Aquello de los narraluces fue una operación editorial, comercial, que tuvo sus conatos, buscando poner en el mercado un logo que pudiera funcionar. Era gente nacida en el Sur que trataba a menudo temas agrarios, o al menos de ámbito rural, pero no creo que fuera suficiente para hablar de grupo. Cualquier obra que aspire a la grandeza debe ser significativa, y trascender el espacio donde se crea. Si consigues elevar los personajes y circunstancias a arquetipos, muchos mejor», concluye. .